No es la población absoluta lo que está a punto de convertirse en el problema sino el número de asalariados. Al igual que la mayoría de las economías desarrolladas, la población de China está envejeciendo, una tendencia que se ve agravada por la política en vigor desde finales de la década del 70 que permite tener un único hijo. Parece que el 2015 será un punto de inflexión: el Banco Mundial calcula que desde entonces hasta el 2020 la población activa del país descenderá a una media del 0,1% anual.
Eso implica que habrá un número cada vez menor de trabajadores para cubrir a un creciente número de mayores. La ratio edad-dependencia de China será del 40% en el 2015 frente al 39% en el 2010. Según los datos de Naciones Unidas, en el 2025 habrá alcanzado el 46%.
Es cierto que estos índices no son tan altos como los que se prevén en algunas economías occidentales y permanecerán por debajo de la media global durante algún tiempo. Japón está en el 56% y alcanzará el 69% en el 2025. En Estados Unidos la ratio se sitúa en la actualidad en el 50% y aumentará al 58% en el 2025.
Pero el dividendo demográfico de China está a punto de empezar a caer, y eso tiene implicaciones para la economía del país. Junto con la moderación de la productividad total de los factores, es la principal razón por la que el Banco Mundial espera que la tasa de crecimiento anual china caiga hasta el 7,7% en el 2015 y hasta el 6,7% en el 2020. En el 2009 se situaba en el 8,7%.
Esto podría implicar que China pronto perdiera su condición de gran economía de más rápida expansión de Asia. De hecho, los economistas de Morgan Stanley esperan que el índice de crecimiento anual de India supere al chino entre el 2013 y el 2015. Un motivo de ello es que la ratio edad-dependencia india avanza en la dirección opuesta a la de China, una tendencia que podría mantenerse al menos hasta el 2040.
Una de las áreas en las que este desarrollo demográfico comenzará a afectar a los inversores es el modo en que se modificará la naturaleza del gasto de los hogares de China. Es posible que las empresas de productos y servicios para la tercera edad sean las grandes beneficiadas, en sectores desde la asistencia sanitaria hasta el turismo. Los adultos más jóvenes, en cambio, incluso aunque comiencen a ganar más, puede que vean reducidos sus ingresos disponibles ante los gastos en cuidados para sus parientes mayores a los que tendrán que hacer frente y la necesidad de ahorrar para su propio futuro.
Conforme caiga su número, las tendencias en la oferta y demanda de trabajadores también deberían dar fuerza a las continuas demandas de los empleados por salarios más altos. El aspecto positivo de todo esto es que los ciudadanos disfrutarán de más poder adquisitivo. El aspecto negativo: una creciente presión sobre los márgenes de beneficios de las empresas y una mayor inflación.
Como es natural, son muchas las variables que afectarán el desarrollo de todo esto. La migración de las zonas rurales de China a las ciudades, por ejemplo, seguirá aportando nuevos trabajadores a la economía industrial, lo que debería traducirse en que el consumo de los hogares continuara aumentando.
Cuanto antes desarrolle China un sólido sistema sanitario y de pensiones menor será el problema que represente el envejecimiento de la población.
Pero la tendencia de la población china, considerada desde hace tiempo uno de los motores del crecimiento, sufrirá un significativo giro en poco tiempo.
Andrew Peaple,
"The Wall Street Journal Europe"