Esta semana un importante ex funcionario nacional visitó el Valle. Comentó que semanas atrás había estado en España, de paseo por Madrid. Allí, por un botellita de Coca-Cola había pagado 0,85 euros. Por esa misma botellita en el microcentro porteño desembolsó 6 pesos o, lo que es lo mismo decir, alrededor de 1,15 euros. "Buenos Aires volvió a estar cara para los argentinos", comentó el ex funcionario, hoy docente de la Universidad San Andrés.
El taxi, almorzar, un auto y hasta un crédito es hoy más barato en cualquier país de Europa que en el nuestro. En la misma línea, podemos decir que muchos rubros de la economía argentina están claramente más caros que en la época de la convertibilidad. Los otros, que se mantienen en niveles inferiores, son principalmente las tarifas de servicios y el transporte público, todos sectores sostenidos artificialmente con altos subsidios.
¿Esto quiere decir que volvemos al dólar barato de los 90?
Los argentinos tenemos una vasta experiencia en períodos de atrasos cambiarios importantes, cuando comienzan a aparecer los desvíos en los precios relativos. Todos sabemos que a la corta o a la larga los retrasos cambiarios en el país se terminan corrigiendo compulsivamente.
Para muchos de los analistas una devaluación que compense dicho retraso llegará, lo que se ignora es cuándo y con qué intensidad terminará golpeando sobre en el mercado. Esta convicción que hay sobre el retraso cambiario hace que a medida que pasa el tiempo y los desvíos se van haciendo más evidentes la presión sobre la compra de dólares va creciendo. El problema principal es que este vuelco hacia el dólar termina afectando el consumo. "Aquella persona que compra dólares no compra un auto, no compra una casa, no viaja por el país... por lo tanto la economía se empieza a enfriar y las empresas y el empleo, a sufrir", señala en uno de sus escritos el economista Tomás Bulat.