A pesar de la reactivación económica y la reciente asignación por hijos, la distribución del ingreso registró apenas una suave mejoría en el primer trimestre del 2010.
Medida según el coeficiente de Gini, que toma valores entre 0 y 1 (siendo 1 el escenario de extrema desigualdad social), la distribución del ingreso evidenció una marcada mejora a la salida de la crisis y hasta inicios del 2008.
Luego comenzó a mostrar apenas avances marginales.
Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el coeficiente de Gini pasó de 0,53 en el tercer trimestre del 2003 a 0,45 en el segundo trimestre del 2008.
Con la economía afectada primero por la crisis del campo y luego por la crisis internacional, desde entonces el coeficiente de Gini navega en torno a esos niveles, ubicándose en 0,45 en el primer trimestre del 2010, apenas debajo del valor verificado dos años atrás.
La inflación es un primer factor que conspira contra las mejoras en la pobreza y la distribución del ingreso.
Una forma rústica de medir la contribución de la política económica a las mejoras (o desmejoras) sociales es mediante el denominado "índice de miseria" elaborado por el economista Arthur Okun.
Este índice consiste en la suma simple del desempleo y la inflación. Cuanto mayor, peor. El "índice de miseria" captura con enorme simpleza los dos males que (se supone) debe curar una mala política económica y que son los factores creadores de "miseria": la inflación y el desempleo. En nuestro país este indicador comenzó a deteriorarse desde el 2007, cuando empezó la aceleración inflacionaria.
En el 2010, a pesar de la fuerte recuperación económica, se aprecia un nuevo deterioro.
La comparación con Latinoamérica muestra que Argentina ha estado sistemáticamente por encima del promedio regional, en un contexto de alto crecimiento económico con poco desempleo y baja inflación en casi toda la región (ver infograma adjunto).
Un segundo factor son los problemas estructurales del mercado de trabajo.
El núcleo duro del desempleo continúa concentrado en los sectores de ingresos más bajos, poco calificados, explicando el rezago relativo de este segmento de la sociedad.
A pesar de las mejoras de los últimos años, e incluyendo el efecto de la reciente asignación por hijo, en el primer trimestre del 2010 el 10% más rico de la población concentraba el 32,7% de la suma de los ingresos, mientras que el 10% más pobre absorbía sólo el 1,4%, con un ingreso per cápita familiar medio de $164 mensuales. Esto marca una brecha de casi 24 veces en la participación de ambos segmentos en la distribución de la riqueza.
¿Qué pasó en el primer trimestre?
En el arranque del 2010 ganaron participación ambos extremos de la pirámide social.
La participación en los ingresos del 40% más pobre de la población pasó del 13% en el primer trimestre del 2009 al 13,7% en el inicio del 2010, impulsado en buena medida por el lanzamiento de la asignación por hijo.
Si bien se trata de una mejora marginal, el 10% más rico también mejoró mínimamente su participación, pasando del 32,6% al 32,7%. Esto en parte refleja la recuperación de los ingresos en sectores de la población con mayor cobertura frente a la inflación (fuerte en el primer trimestre).
Esta mejora en los extremos de la distribución tuvo lugar en detrimento de los sectores "medios", que fueron los más beneficiados durante los últimos años. Los deciles 5 a 9 pasaron de representar un 54,5% del total de ingresos a inicios del 2009 a un 53,5% un año después, con una pérdida de 1 p.p. en su participación.
Se trata de sectores sindicalizados con un grado de capacitación medio-alto, que en los últimos años habían logrado mejoras sustanciales de sus salarios, en detrimento de la rentabilidad empresaria.
Entre el 2003 y el 2008 la pérdida de participación en el ingreso del 10% más rico de la población fue absorbida en partes iguales por los segmentos más pobres (1º al 4º decil) y los estratos "medios-altos" (deciles 5º a 9º), con ganancias de casi 4 p.p. del ingreso total en cada caso.
Lo visto en el primer trimestre sería un efecto transitorio antes de la reapertura de paritarias iniciada en el segundo trimestre del año. Es probable que los datos del segundo y tercer trimestre muestren a los estratos medios-altos recuperando participación en el ingreso total a partir de la finalización de las negociaciones paritarias.
Ello en parte refleja la reversión de la enorme licuación salarial que siguió a la maxidevaluación del 2002.
¿Cómo mejorar?
Consolidar las mejoras en la distribución del ingreso requiere actualizar los montos y la cobertura de la Prestación Universal por Hijo. En un contexto de alta inflación como el actual, la implementación de la asignación por hijo, si bien marca un paso adelante, requiere de actualizaciones periódicas.
La evidencia en este sentido es elocuente: considerando la inflación relevante para el primer quintil de ingresos (con una canasta de consumo cubierta en alrededor de un 50% por alimentos), el beneficio original de $ 180 por hijo actualmente equivale a $ 150 a precios de diciembre, perdiendo el perceptor más de 15% en términos de poder de compra en menos de seis meses.
Por otro lado, actualmente la cantidad de beneficiarios no llega a los 4 millones de niños, de manera que si el programa estuviera bien focalizado en la población objetiva (es decir: si se distribuyeran los más de 6 millones de beneficios destinados a los hogares de menores ingresos), la potencia de la herramienta aumentaría drásticamente con un costo fiscal aproximado de 1 punto del Producto en el corriente año (los subsidios tarifarios al sector privado representaron más de 3% del Producto en el 2009).
En este escenario, se necesita también actualizar los ingresos de la clase pasiva.
En la base de la pirámide social no sólo se ubican los sectores asalariados informales y desocupados sino también una gran cantidad de jubilados y pensionados. Actualmente, el 85% de los jubilados y pensionados (unos 5 millones de beneficiarios) percibe un haber mensual inferior al Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM). Dichos haberes han experimentado aumentos en los últimos años y están sujetos al régimen de movilidad jubilatoria.
Una cruda realidad
La radiografía de la estructura de ingresos muestra una realidad cruda. Los datos de la EPH revelan que el 40% de los individuos ocupados (alrededor de 4 millones de personas) recibe un máximo de $ 1.500 por mes, equivalente a un salario mínimo.
El ingreso laboral medio del decil más pobre (10% de la población con menores recursos) asciende a $ 297 mensuales. En el otro extremo, el 10% más rico tiene una media de ingresos de casi $ 6.000 por mes. De acuerdo al relevamiento de FIEL, la Canasta Básica Total para una familia tipo (2 adultos y dos menores) trepa a $ 1.900 mensuales. Según las cifras oficiales, un tercio de la población no alcanza a cubrir regularmente este nivel de ingresos.
Fuente: Lic. Luciano Laspina, economista jefe de Estudios Económicos Banco Ciudad. Informe Nº 93, julio 2010.