La corrupción política es una realidad en todo el mundo.
Su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país.
El Barómetro Global de la Corrupción 2009 de Transparency International (TI), con sede administrativa en Berlín, presenta las principales conclusiones de una encuesta que analiza las opiniones del público en general sobre corrupción, así como sus experiencias de soborno alrededor del mundo.
Evalúa, entre otros puntos, en qué grado se percibe a las instituciones y los servicios públicos claves como corruptos y mide la opinión de los ciudadanos sobre las iniciativas del gobierno contra la corrupción.
Presenta un informe anual de todos los países y les da una puntuación de 1 a 10.
De acuerdo con el informe del 2009,1 el país con el más alto nivel de transparencia del mundo y que ocupaba el primer puesto con una puntuación de 9,4 era Nueva Zelanda. Por otro lado, el Estado con el nivel de transparencia política más bajo del mundo y que ocupaba el puesto 180 era Somalia, con 1,1.
La Argentina no se encuentra en una buena posición. Los partidos políticos y los funcionarios y empleados públicos son los percibidos como instituciones más corruptas.
Nuestro país se encuentra compartiendo el grupo de Jamaica, Senegal, Madagascar, Tonga y Zambia. Estamos por debajo de naciones como Albania, Sri Lanka y Marruecos.
En la mayor parte de los escritos sobre este tema se destaca que la corrupción política atenta contra la inversión en la economía de un país y en consecuencia es una práctica negativa para su desarrollo. Existe una vinculación probada, tanto en el sentido estadístico como el económico, de que altos índices de corrupción degradan las posibilidades de crecimiento a largo plazo.
Análisis de regresión muestran que un país que mejora su nivel de corrupción de 6 a 8 experimentará una suba de 4 puntos en su nivel de inversión y del 0,5% en su indicador de desarrollo per cápita.
Calidad de inversión
Un efecto asociado al anterior se produce sobre el poder en la toma de decisiones, la productividad y la calidad de inversión. Los gobiernos corruptos tienden a comprometerse con proyectos faraónicos porque en definitiva, cuanto mayor sea el monto a "invertir", mayor será la comisión indebida a cobrar. Por esta razón, entre otras, la inversión pública tiende a aumentar en los países con altos índices de corrupción, pero lo hace de manera improductiva, asignando recursos a obras innecesarias o proyectos que nunca terminan de ponerse en pleno funcionamiento.
Conceptos de Dieter Frisch, ex director de desarrollo de la Unión Europea, son contundentes sobre este tema. Asegura que la corrupción es la causa del subdesarrollo y pobreza y, por su parte, la pobreza contribuye a extender la corrupción, ya que aquel que no puede cubrir sus necesidades básicas está mucho más expuesto a recurrir a métodos menos honestos para su subsistencia.
Por lo tanto la corrupción es causa y consecuencia del subdesarrollo, asegura el ex funcionario europeo.
En definitiva, la corrupción socava la estructura social, el principio de las mayorías y las bases mismas del sistema democrático.