Está claro para la mayor parte de los analistas internacionales que los golpes que está sufriendo la Eurozona tienen relación directa con el inicio de la crisis financiera aparecida en Estados Unidos a mediados de septiembre del 2008. La gran masa de dinero que repartió el BCE desde aquel entonces en todo el mercado comunitario sólo permitía ganar tiempo para que los países europeos en problemas pudieran ajustar sus desequilibrios. Pero nada de eso ocurrió y las consecuencias están a la vista.
Para los especialistas, lo que ocurre en la Eurozona es sencillamente la segunda ola del tsunami que se inició con la caída de Lehman Brothers.
¿Cómo repercutirá esto en el bolsillo de los argentinos?
A través de dos vías bien definidas.
La primera de ellas es la financiera. El crédito internacional comienza a encarecerse. Las tasas de referencia en el mundo subieron cerca del 30% en los últimos días mientras que -en línea con el exterior- el costo del dinero en la plaza local mantiene una preocupante tendencia. Conclusión I: evitar todo tipo de endeudamiento a tasas variables y consumir sólo hasta donde da el salario. Arriesgarse hoy, más allá de esto, puede generar serios problemas en las finanzas familiares.
La segunda vía es sobre el ahorro. Frente a la crisis recesiva que se espera desde el exterior, el gobierno redobla su apuesta incentivando el consumo. Para ello aumenta salarios, los que terminan corriendo los indicadores de inflación. Habrá que esperar entonces que el poder de compra de los asalariados caiga pese a los aumentos de sueldos anunciados recientemente.
Paralelamente, es probable que el dólar comience a ajustarse para poder ganar competitividad (se espera una inflación superior al 25% para todo el 2010). Conclusión II: si se desea mantener los niveles de ahorro en moneda fuerte (dólar) no habrá otra salida que gastar menos.