Hoy pareciera que tener algunos ahorros guardados y tratar de mantenerlos sin que pierdan su poder de compra es algo complicado de lograr. Las bolsas se desploman y nadie arriesga cuál sea el nuevo piso de estas caídas. Las monedas fuertes (euro y dólar para el mercado doméstico local) están más débiles que nunca y todo indica que este escenario se mantendrá, por lo menos en lo que al corto plazo se refiere.
Con este panorama, vuelven las presiones devaluatorias al mercado. El gobierno no tocará la paridad cambiaria en forma brusca hasta después de las próximas elecciones. Es consciente de que acomodar el dólar a los valores que exigen los grupos económicos para volver a tener competitividad en los mercados afectará el poder de compra de los asalariados. La administración Kirchner no está dispuesta arriesgar votos y por ello no hay analista que apueste a un dólar sobre los $ 4,50 antes de fin de año, un valor que marcaría un piso en el que debería estar la moneda teniendo en cuenta las variables macro del país. Tomando sólo dos de ellas -precios y salarios- que dan un promedio arriba del 20% anual, a fin del 2010 el dólar debería estar en $ 4,80. Pero esto no va a pasar.
Las necesidades de los operadores económicos (que pujan por una devaluación) hoy van en línea con la realidad del mercado. Las grandes monedas están perdiendo fuerza y el peso, para poder mantener su competitividad, debería seguir esta tendencia. De ahí las correcciones de los últimos días que realizó el Central llevando la moneda local a depreciarse tres centavos.
Para la mayor parte de los analistas del mercado, el peso podría sufrir un salto en relación al dólar. Pero éste no va a ir más allá de los $ 4,20 hacia fin de año. Mucho tendrá que ver en ese "salto" la evolución que muestre el real brasileño en el reacomodamiento de las monedas internacionales.
Mientras tanto, los plazos fijos siguen por el piso, muy por debajo de las proyecciones inflacionarias.
En definitiva: los ahorristas están en problemas.
JAVIER LOJO
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