La divisa europea se cambiaba a 1,31 dólares esta semana, colocándose a niveles de mayo del 2009.
Los analistas temían una nueva caída de la moneda europea. Algunos inversores cerraron posiciones especulativas en previsión de una nueva depreciación pues, independientemente de las conversaciones de los líderes de la Unión Europea, el mercado considera que la crisis del euro no sólo no está resuelta sino que a la crisis de Grecia podría sumarse pronto otra en Portugal.
El jefe del banco emisor chino, Zhu Min, echó leña al fuego al afirmar que Grecia es "la punta del iceberg".
El piso a la caída del euro vino luego de las declaraciones de la canciller alemana Angela Merkel en las que se mostraba partidaria de socorrer a Grecia, en caso de ser necesario, mediante un paquete combinado de medidas bilaterales comunitarias y apoyo del Fondo Monetario Internacional. Merkel descartaba, hasta entonces, cualquier intervención de la Unión Europea en favor del socio griego.
También beneficiaron al euro las declaraciones del jefe de la Reserva Federal estadounidense Ben Bernanke en las que consideraba que el tiempo de pensar en una subida de los tipos de interés no ha llegado en tanto que la recuperación económica no es sólida.
Sin duda, la intervención del FMI afectará negativamente la imagen de la eurozona, ya que quedaría en evidencia una de sus mayores fallas: la falta de un organismo que haga cumplir los límites presupuestarios. Ése es el motivo por el que Berlín pretende endurecer los límites dentro de un nuevo tratado.
El proceso será difícil pero, en la medida en que el proyecto de la eurozona siga en pie, es uno de los principales pasos que deben darse.