Luego de algunos años con superávit fiscal, primario y financiero, el 2010 marca el retorno a la tendencia histórica: un déficit primario de 2 puntos porcentuales del PBI y uno financiero de 4 puntos, el promedio de los últimos cincuenta años. El período 2003-2008 fue una excepción a la regla.
No son los desequilibrios fiscales gigantescos de los años 70 y 80 que desbarajustaron toda la macro y dispararon la tasa de inflación pero sí se asemejan a los de los 60. El déficit fiscal no es un problema en sí mismo, aunque pasa a serlo cuando se torna permanente y/o no hay cómo financiarlo excepto con el impuesto inflacionario.
La consecuencia macroeconómica clave de la regresión ochentista cualitativa es una mayor inflación. En una economía con una demanda de dinero baja e inestable, un mercado de capitales prácticamente inexistente y sin acceso al financiamiento, un déficit fiscal total de 4 puntos porcentuales del PBI como el que habrá este año puede llevar la tasa de inflación al 30% anual. En las economías más monetizadas y con mayor inserción financiera, niveles elevados de déficit fiscal ejercen una presión baja sobre la tasa de inflación. La actual es una inflación típicamente de raíz macroeconómica, fiscal y monetaria. Están también las subas del turismo en enero, de la carne y las verduras en febrero y de los colegios en marzo. Pero estas subas micro de precios no se notarían tanto en otro contexto macro.
En enero la inflación alcanzó el 2,5% y febrero cerró en el 3%. El arrastre para marzo es del 1,4% y en la primera semana se registró una suba de precios del 0,8%. Se frenó la suba de alimentos pero empujaron los colegios y otros servicios privados que están en pleno proceso de actualización tarifaria. La inflación de marzo va a dar un 2,5%. Este año los precios están subiendo a una velocidad crucero en torno al 2% mensual; lo grave es que esto se debe a causas macro. (Fuente: M&S Consultores/Overview 937/febrero 2010)