La intervención del Poder Ejecutivo Nacional en el Banco Central constituye apenas un eslabón más dentro de una larga cadena de rompimientos institucionales cuya principal finalidad es prolongar el insostenible crecimiento del gasto público. Agotada la posibilidad de seguir expandiendo la presión tributaria y apropiados los fondos de las provincias y los ahorros previsionales, era previsible la "necesidad y urgencia" de apelar al financiamiento del gasto público con las reservas del Banco Central.
Pero, objetivamente, ¿se enfrenta una situación de "necesidad y urgencia" que justifique perseverar en una iniciativa que ha desencadenado una crisis institucional grave con facetas grotescas? Para responder a este interrogante sirve analizar la evolución de los ingresos y gastos del sector público nacional medido en términos reales. Según Economía se observa que:
- Entre 1993 y 1999, los ingresos reales del sector público crecían a una tasa promedio anual de 5,4% mientras que el gasto público lo hacía al 8,2% anual.
- Entre el 2002 y el 2008, luego del default, megadevaluación y pesificación compulsiva, los ingresos públicos crecían al 16% anual y el gasto público al 13,4%.
- A noviembre del 2009 los ingresos públicos reales crecían sólo al 3,8%, mientras que el gasto lo hacía al 16,8% interanual. Los datos señalan que en la década de los 90 el gasto público real creció sistemáticamente por encima de los ingresos. El proceso se sostuvo transitoriamente con endeudamiento voluntario en el mercado de capitales, proceso que finalmente desembocó en la crisis del 2002. Apenas superada esta instancia, el gasto público real volvió a crecer a tasas muy altas, sostenido hasta el 2008 a través de un inédito incremento de la presión tributaria y apropiación de fondos de las provincias y de los aportes previsionales.
Que se haya decidido usar parte de las reservas para financiar el gasto público no debería causar sorpresas. El Estado cuenta con un nivel inédito de recursos, pero sigue la decadencia, la distribución del ingreso no mejora y la pobreza -bien estimada- es muy alta. Esto testimonia que la violación a la independencia del Banco Central es apenas un derivado más de un problema de fondo: la caótica desorganización del sector público. (Fuente: Idesa)