La no devolución de impuestos se ha convertido en el principal factor de incremento de los recursos públicos. Se trata de un instrumento muy distorsivo, transitorio y que ayuda a evitar que el Tesoro tenga déficit. De esta manera se acumulan las evidencias de los enormes costos que genera seguir postergando la modernización del Estado. Según la Secretaría de Hacienda, en los primeros cuatro meses del año las cuentas públicas nacionales muestran un resultado financiero negativo de -$763 millones. En el mismo período del año pasado este valor era superavitario en $6.430 millones. Así lo refleja un reciente informe de Idesa en el que se señala que esta fuerte reversión se explica porque mientras el gasto público nacional creció un 24%, los ingresos totales lo hicieron en apenas un 13%.
La desagregación de cómo se compone la recaudación aporta elementos que mejoran el diagnóstico sobre la situación fiscal. Según datos de la AFIP, en el primer cuatrimestre del 2009 los ingresos públicos por impuestos y derechos crecieron respecto de igual período del año anterior en aproximadamente $3.000 millones. Esta diferencia se conforma de la siguiente manera:
* $2.850 millones es explicado por el incremento en la recaudación de impuestos.
* $1.600 millones fue la caída en la recaudación de derechos de exportación e importación.
* $1.750 millones se generaron por diferimientos compulsivos en la devolución de IVA a exportadores y otros reintegros.
Los datos señalan, por un lado, que la desaceleración en el crecimiento de la recaudación tributaria ha sido abrupta. Los $2.850 millones de incremento representan apenas un aumento del 5% respecto del mismo período del año anterior. Por el otro, que los derechos de exportación e importación disminuyeron bruscamente, ya que los -$1.600 millones representan una caída del 12%. Y, por último, que la forma de compensar esta baja ha sido difiriendo devolución de impuestos en similar monto a la merma de los derechos al comercio exterior. Los problemas fiscales son similares a los del 2001. La única diferencia es que el creciente endeudamiento no se materializa en títulos públicos, sino en deuda con los futuros jubilados y con los exportadores. (R. C.)