Jorge Sapag comenzó su mandato dando la impresión que algo iba a cambiar en la provincia. Pero fue, literalmente, fagocitado por el sistema. Sus buenas intenciones quedaron sólo en eso: en anuncios con buenas intenciones. Otorgó desmedidos aumentos de salarios que, desde un principio, era sabido que iban a comprometer seriamente el presupuesto provincial. Los justificó aduciendo que traerían “paz social” a Neuquén. La realidad de los acontecimientos terminó por mostrar que esto también quedó sólo en el plano de sus intenciones. Salud, Educación y Seguridad están sumergidas en una profunda crisis institucional. Tal vez, la más importante de la última década. Algo no funciona en el gobierno. Hay una imperante necesidad de cambio.