La película precede en más de dos años a la crisis actual. Sin embargo, "Las locuras de Dick y Jane" explica de un modo tan descarnado como cómico el drama de una clase media norteamericana atenazada por el desempleo y la falta de oportunidades.
El argumento le resultará familiar al lector, mucho más tratándose de un hecho ficcional basado "levemente" en sucesos reales aunque en ese entonces (2004-2005) emergentes.
Dick y Jane tienen una típica familia norteamericana de clase media ascendente. Él está a punto de ser convertido en vicepresidente de su empresa y ella es una bella ama de casa dedicada a la decoración de su entorno: un hogar que ya va teniendo aspecto de mansión.
No es que ganen tanto dinero entre ambos, es que en breve, ellos suponen, les comenzará a ir mucho mejor. Después de todo, ¿para qué están los créditos sino para pedirlos?
El proyecto familiar se complica cuando de un minuto al otro la empresa para la cual trabaja Dick quiebra estrepitosamente y el flamante ex vicepresidente se queda en vivo y en directo defendiendo lo indefendible.
Para cuando llega a su oficina han desaparecido hasta los helechos. No, perdón, queda uno por el cual Dick debe luchar con fiereza y determinación.
Al principio ambos enfrentan el temporal con buena cara, hasta que Dick descubre que hay cientos, tal vez miles, de ejecutivos que como él buscan trabajo con los mismos argumentos y el mismo traje. Entonces comienzan a robar.
Más allá del estupendo trabajo de Jim Carrey y Tea Leoni, "Las aventuras de Dick y Jane" es un reflejo anticipado de lo que ocurriría en el futuro próximo en materia de desempleo en Estados Unidos y en el resto del mundo.
Claudio Andrade
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