El superávit fiscal es uno de los pilares de la política económica oficial. Sin embargo, las cuentas públicas reflejan más superávits de "caja" que solvencia genuina.
Así lo refleja un reciente informe de Idesa en el que se destaca que no hay déficit porque no se respeta la movilidad de las jubilaciones, se apropiaron los ahorros del régimen de capitalización y -en los primeros meses del 2008- se registraron como ingreso del Tesoro utilidades del Banco Central. En este contexto, la puja por las retenciones es un síntoma de debilidad fiscal.
Datos oficiales destacan que el superávit fiscal en los primeros cinco meses del año ascendió a 12.000 millones. Para tener un parámetro de referencia cabe considerar que en todo el 2007 el superávit fue de 9.300 millones. En sólo cinco meses se ha logrado superar en más de un 30% el nivel de superávit fiscal de todo el año pasado. No deja de ser llamativo este resultado en medio de la crisis con el campo, los subsidios crecientes y cierta desaceleración de la economía.
Los datos sugieren que el superávit fiscal se mantiene gracias a acciones de sustento transitorio. En la salida de la crisis del 2002 tuvo un rol fundamental la "licuación" de gastos, fundamentalmente salarios y jubilaciones. En el 2006, la "licuación" de las jubilaciones se mantuvo, con lo cual el sostén principal del superávit del sector público lo brindó la Anses. Durante el 2007 fue decisiva la transferencia de ahorros del régimen de capitalización al público de reparto. Este año el efecto de la "licuación" de jubilaciones y pensiones sigue teniendo un alto impacto sobre las finanzas públicas. La debilidad fiscal estructural es uno de los factores que explican la voracidad tributaria sobre las exportaciones. En definitiva, la crisis suscitada con el campo pone al descubierto los enormes costos institucionales, sociales y económicos que se generan por seguir conviviendo en estado de insolvencia fiscal, aunque sea disimulado con superávit de "caja".