Esta semana la corrida se hizo sentir. En la región los bancos aducían no vender dólares por no tenerlos (problemas de vuelos). Algo insólito. La verdadera respuesta a la carencia de divisas en la plaza era que las casas matrices de los bancos habían dado la orden a sus sucursales de no vender hasta el fin de semana que pasó. En la City porteña el tema fue peor. Las diferencias entre el dólar paralelo y el oficial llegaron a tocar el miércoles los 10 centavos de peso por unidad. La ecuación era fácil: un ahorrista se acercaba a la ventanilla de un banco para hacerse de dólares y el empleado le decía la cotización oficial (3,21) para luego agregar: "Pero no tenemos para la venta; puede encontrar acá a la vuelta...". Adivine de quién era esa oficina de ahí a la vuelta. Correcto: del mismo banco. Ahí sí había dólares, pero a 3,30 pesos por unidad. Negocio redondo... para el banco.
EFECTO DE LA HISTORIA
El argentino tiene todavía como hábito de ahorro, ante una crisis, recurrir al dólar. Eso es lo que pasó esta semana pero, lamentablemente, hay que dar crédito a la famosa frase de Lorenzo Sigaut, allá por 1981: "El que apuesta al dólar pierde". Hoy la moneda norteamericana está en plena retirada. Cayó más del 30% contra el euro, el real, el yen, el peso chileno y cualquier otro referente serio que se quiera utilizar. Salir a comprar dólares hoy en una economía como la argentina es casi suicida. Todo indica que si el país ingresa en una crisis económica, como algunos pensaban que podía pasar la semana pasada, el dólar dejaría de ser contenido por la intervención del Banco Central y encontraría su nuevo punto de equilibrio entre los 1,90 y los 2,30 pesos. Es decir, difícilmente se puede pensar que el dólar sea hoy una herramienta para mantener a resguardo los pesos que uno tiene encima. El plan económico, por ahora, está sólido en materia financiera. Apostar al dólar es perder.
JAVIER LOJO
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