Luego de estabilizarse la inflación en torno del 23/24% anual en el transcurso del segundo semestre del 2007, las expectativas se dispararon. En las últimas mediciones realizadas por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) la proyección asciende al 32,8% anual.
¿Por qué se da este fenómeno? Un reciente informe elaborado por Fundación Mediterránea destaca que una de las causas de esta importante suba guarda relación con el irregular abastecimiento de productos frescos a raíz del paro agropecuario, que generó una especie de shock de oferta con una suba en los precios de los alimentos que podría haber alcanzado un promedio del 4% mensual en el transcurso del primer trimestre.
Pero a esta variable se le suman otras ya existentes que aparecieron en el segundo semestre del 2007, haciendo que la población comenzara a extrapolar tendencias que en realidad han tenido lugar en el presente y el pasado inmediato pero que no necesariamente vayan a repetirse exactamente en el futuro. Nos referimos a la expectativa inflacionaria que le imprime la sociedad a la economía.
Hoy los supermercados, carnicerías, verdulerías y cualquier otro tipo de tienda minorista aplica aumentos adicionales del 20% cada vez que concreta una compra a sus proveedores para cubrirse de posibles desfases de la economía. “Por las dudas”, es la respuesta de todos a la consulta sobre las razones de esa remarcación.
La cuestión es si esta expectativa inflacionaria puede generar un punto sin retorno en el programa económico en lo que se refiere al inicio de una espiral inflacionaria con la que toda la sociedad deberá convivir.
En la medida en que el tipo de cambio se mantenga en los niveles actuales, la pauta salarial sea sostenida en el 19,5% para el 2008 y las políticas fiscal y monetaria moderen su expansión, será posible evitar una “espiralización” de la tendencia inflacionaria.
Sin embargo, poco de esto se aplica en el programa económico. Los sindicatos siguen presionando por mejoras nominales en sus salarios, la Unión Industrial Argentina (UIA) exige al gobierno un dólar a 3,60 pesos para que sea competitivo y el Banco Central continúa emitiendo para que la moneda norteamericana no se desplome como ocurre en el resto de los mercados.
El estudio de Fundación Mediterránea detalla que ahora existen circunstancias desfavorables adicionales que generan presión sobre los precios. Ocurre que el shock de oferta verificado en los primeros meses del 2008 se ha dado en el contexto de una brecha creciente entre el impulso de la demanda y la capacidad de respuesta de la oferta. En la jerga este fenómeno se conoce como “brecha de producto”, que no es más que un desfase entre la evolución del PBI registrado y el PBI potencial que la economía puede generar a cada momento.
Si bien el impulso de la demanda no viene dado por una entrada de capitales significativa, otros factores juegan el rol de locomotora, como es el caso de la expansión del gasto público, las actualizaciones salariales y la tasa de interés real negativa. Si bien la política monetaria laxa y el incremento sostenido del gasto ya acumulan varios años de vigencia, ahora producen un efecto distinto, con capacidad instalada utilizada a pleno y baja tasa de desempleo, cuando en años anteriores los recursos ociosos de capital y trabajo eran muy significativos.
Conviene subrayar que a partir del 2005 se produjo un cambio en el contexto macroeconómico de la Argentina. La medición de la brecha de producto pasó a partir de ese año de registrar valores negativos –esto es, subutilización de los recursos disponibles– a evidenciar valores positivos, que implican sobreutilización. La tendencia se mantuvo y en el 2007 la brecha de producto habría alcanzado un 7%, según una estimación de Fundación Mediterránea.
¿Es sostenible un desfase de tal magnitud entre el producto potencial y el observado? La experiencia de otros países dice que esta brecha no puede sostenerse demasiado en el tiempo. Sin embargo, en el caso de la Argentina la suba de precios internacionales ha ayudado a financiar la diferencia. Las importantes mejoras de los términos de intercambio generaron un sustancial efecto ingreso que ayudó a compensar estos desequilibrios.
Es clave que los instrumentos de política económica eviten una convalidación de las expectativas inflacionarias al 32,8% anual, tal como han sido detectadss por la encuesta de la UTDT.
Por otra parte, y complementariamente, se necesita que los instrumentos políticos ayuden a lograr una convergencia de la oferta local hacia el ritmo del crecimiento de la demanda, aspecto en el cual la tasa de inversión y la productividad de la economía constituyen variables decisivas.
La experiencia regional muestra un único caso exitoso de elevado crecimiento sostenido: el Chile de los ’90. El país trasandino logró crecer durante varios años consecutivos al 7% anual acumulativo, pero esto sólo pudo lograrse con una tasa de inversión ascendente que alcanzó un pico del 26% del PBI a mediados de esa misma década.
Suavizar las fluctuaciones del ciclo económico, además de generar condiciones y el clima adecuado para una cuantiosa masa de inversiones son los elementos que pueden hacer olvidar las riesgosas expectativas de inflación que hoy presenta el plan económico K.
(Redacción Central)
Deuda como en el 2001
El stock de deuda del sector público nacional alcanzó a fines del 2007 los 144.729 millones de dólares. La cifra es un 15% más elevada que la registrada en marzo del 2005, apenas formalizado el canje de deuda. Este monto no incluye los holdouts, que son los acreedores que no ingresaron al canje forzoso y que todavía están en juicio contra el Estado argentino por algo más de 28.800 millones de dólares.
Un trabajo elaborado por el economista Nadín Argañaraz muestra que, si bien el endeudamiento nominal habría aumentado en unos 19.500 millones de dólares desde la reestructuración, este crecimiento resultó inferior al del producto, con lo cual el endeudamiento relativo se habría reducido. En efecto, hacia diciembre del 2007 el stock de deuda habría alcanzado un 56% del PBI, unos 23 puntos porcentuales menos que en el mes de marzo del 2005.
En el 2001, la deuda en términos nominales ascendía a 144.450 millones de dólares y representaba un 54% del PBI. Teniendo en cuenta los valores del 2007, se aprecia que tanto en términos nominales como relativos a la economía, los niveles de endeudamiento de ambos años son similares. Esto es así puesto que, a pesar de la fuerte quita que implicó el canje, luego de la devaluación la deuda registró un fuerte aumento hasta llegar a un máximo de 191.000 millones de dólares en el 2004.
El de la deuda pública es uno de los temas más discutidos de la política económica argentina. En este sentido, Argañaraz destaca que el debate que siempre genera la deuda pública tiene que ver no sólo con el esfuerzo fiscal coyuntural que implica pagar sus vencimientos sino también con la carga que impone sobre las generaciones futuras, las que no tienen poder de decisión en estas discusiones.
En los últimos días se ha mencionado la posibilidad de un nuevo canje de deuda, esta vez voluntario, entre los tenedores de bonos próximos a vencer. Entre éstos, los Boden 2012 (creados para compensar a bancos y ahorristas luego de la pesificación) y los préstamos garantizados (bonos que salieron luego del canje voluntario del 2001) se llevan casi el 50% del total de los vencimientos de los próximos tres años, vencimientos que ya suman más de 15.000 millones de dólares.