La inflación resulta, esencialmente, de dos factores: primero, del exceso de demanda que la política macroeconómica pueda generar en los mercados de bienes y servicios y segundo, del proceso de aumentos salariales y su pase a precios por las empresas.
En este proceso pesan: a) el poder de negociación salarial, que será mayor mientras menor sea el desempleo; b) las expectativas inflacionarias de los fijadores de salarios, que serán mayores mientras mayor sea la inflación pasada y se prevea la continuidad de una economía a toda marcha, y c) los márgenes sobre costos laborales requeridos por las empresas, que serán mayores mientras más alto sea el costo de las materias primas y de la energía y menores sean la productividad y el grado de competencia.
Cuando el desempleo es muy bajo (menor a la tasa "natural"), el poder de negociación salarial es tal que lleva a aumentos que, pasados a precios, derivan en una inflación mayor que la pasada. En ese caso de arrastre de expectativas, para desinflar la economía se requiere enfriarla, de modo que el menor poder de negociación lleve a una menor inflación posterior y a un ajuste de expectativas a la baja. Para evitar este escenario hay que trabajar en la modificación de las expectativas hacia adelante. Hoy la economía argentina parece estar en una fase en la que las expectativas de los fijadores de salarios están lanzadas y ponen como piso lo que el mercado estima que fue la inflación del año pasado, en un contexto de desempleo relativamente bajo (para los estándares argentinos) y necesidad de márgenes relativamente altos.
Esto recuerda a Estados Unidos en 1979, cuando tenía un desempleo del 5,8% (cercano a su tasa natural del 5,5%), una inflación del 13,3%, buen ritmo de crecimiento y presión de costos por la segunda crisis petrolera. Paul Volcker, entonces titular de la Reserva Federal, decidió adoptar una política monetaria más contractiva, que no resultó creíble. Como consecuencia de ello, para desinflar la economía se tuvo que sostener esa política durante cinco años, llevando el desempleo a más del 9% en 1982-1983 y experimentando una fuerte desaceleración. Para evitar un escenario a la Volcker en la Argentina, que podría suponer llevar el desempleo al 10% y el crecimiento a menos del 3% por un buen tiempo, se requiere entonces apelar a un programa de desinflación creíble.
Este programa requiere el anuncio e implementación de una política monetaria creíble y consistente con una inflación marcadamente menor. En un escenario teórico de altísima credibilidad, no haría falta desacelerar la economía y se convergería automáticamente hacia la menor inflación. En la práctica todas las desinflaciones en el mundo han requerido alguna desaceleración que generara la credibilidad requerida. Sin embargo, esta desaceleración fue mucho más suave cuando el programa de desinflación se planteó bajo la forma de un shock (lo que da mayor credibilidad), apelando a anclas nominales potentes.
GABRIEL SÁNCHEZ
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