Los tiempos se acortan. La estrategia de silencio sostenida por Cristina K en materia de inflación complica seriamente el escenario económico del país.
A esta altura, la disputa entre el ministro Lousteau y el secretario Moreno ya es sólo una anécdota de la interna peronista. Los precios siguen en alza y no hay "Plan B" por parte del gobierno para controlarlos.
Aparece con fuerza el desabastecimiento, reacción natural del mercado a las presiones irracionales del Ejecutivo.
Lo más grave es la poca elasticidad del programa oficial para contrarrestar con algún tipo de éxito la ofensiva que presentan los precios. La falta de medidas adecuadas está generando fuertes presiones inflacionarias sobre la subestructura de la economía, las que terminarán erosionando la ventaja competitiva que se tenía a principios del 2003.
Distintos analistas coinciden en señalar hoy que, si bien la dinámica inflacionaria argentina responde en gran medida a una activa política fiscal de estímulo a la demanda agregada (mediante aumentos salariales, jubilatorios y subsidios al sector privado) en un contexto de reducción de los márgenes de capacidad excedente en la industria y agudización de las restricciones energéticas, existen también factores externos que inciden en este proceso.
El esquema de sostener una moneda en constante devaluación con precios externos de los commodities en sus máximos agudiza, y mucho, las distorsiones de este indicador de precios.
Un reciente informe elaborado por la Consultora Economía & Regiones (E&R) destaca que durante los últimos años la política cambiaria argentina ha ido en dirección contraria a la de nuestros socios comerciales. En efecto, el BCRA ha intervenido sucesivamente en el mercado cambiario recurriendo a la emisión monetaria y posterior esterilización para comprar el excedente en la oferta de dólares y así depreciar suavemente el peso; en cambio, nuestros principales socios comerciales han dado mayor libertad al sistema y así el exceso de dólares en sus mercados cambiarios llevó a una apreciación de sus divisas respecto del signo monetario de Estados Unidos. Desde los despachos oficiales se sos
tiene que, de esta forma, la economía argentina gana competitividad por una doble vía y así aumenta la protección respecto de sus socios comerciales.
No obstante, se destaca en otro de los pasajes del informe, al depreciar nominalmente nuestra moneda respecto del dólar estamos importando inflación, y las
consecuencias sobre el modelo económico son aún más severas. Así, la aceleración de la inflación en el 2007 fue mucho más intensa en nuestro país que en Brasil, Uruguay y Chile, países que dejaron apreciar sus monedas frente al dólar.
Mientras que en estas eco
nomías la inflación subió en promedio alrededor de dos puntos porcentuales durante el año pasado, en la Argentina la aceleración del nivel general de precios ha sido, desde todo punto de vista, ampliamente mayor.
Por otra parte, las elevadas cotizaciones internacionales de los alimentos y de la energía generan una fuente adicional de presión sobre los precios domésticos. De hecho, los altos valores de nuestros principales commodities de exportación incentivan las ventas al mercado externo, dificultando el abastecimiento interno y, en consecuencia, impulsando la suba de los precios domésticos de dichos bienes. El gobierno nacional aplica importantes cargas impositivas sobre las exportaciones en un intento por contrarrestar esta situación. La medida en cuestión tiene efectos relativos en cuanto a la contención de los
precios internos pero muy positivos para un gobierno que continúa generando "caja" en procura de sostener un esquema burocrático parasitario, hoy subsidiado en un 100% por el sector agropecuario.
En el gráfico al pie de esta página se puede observar la tendencia alcista en la evolución del índice de precios de productos importados del Ipim
durante el último año. Así, en enero del 2008, los precios de los productos importados acumularon un crecimiento interanual cercano al 13%.
En este sentido, cabe destacar la fuerte alza del precio de los commodities, que acumularon en promedio una suba anual superior al 40% durante el primer mes de este año.
En particular, sobresalen los fuertes aumentos de los alimentos (de un 32,8%), la energía (de un 64,8%) y el petróleo (de un 70%).
Según estudios del sector privado, la incidencia que tienen los precios externos sobre la inflación local es del 20 al 25%, es decir que alrededor de tres puntos anuales del IPC llegan de la mano de la inflación importada.
LA NECESIDAD DE CAMBIOS
Sin lugar a dudas, el modelo económico que permaneció invariable durante el período 2003/ 2007 -empujado por las excelentes condiciones externas- tuvo buenos resultados en materia de crecimiento y reducción del desempleo, la pobreza y la indigencia. En efecto, entre el 2003 y el 2007 la economía argentina se expandió a una tasa promedio del 8,8% anual y las tasas de desempleo y de pobreza se redujeron a menos de la mitad de los niveles vigentes cinco años atrás.
Durante el mismo período se destacan, sin embargo, dos etapas bien diferenciadas: por un lado, durante el 2003 y el 2004 el nivel de actividad económica creció fuertemente con tasas de inflación moderadas. A partir del 2005, las presiones sobre los precios se ubicaron por encima de los dos dígitos.
De esta manera la inflación ataca al principal sostén del modelo económico vigente, ya que erosiona el tipo de cambio real, deteriorando la competitividad del sector exportador, reduciendo la protección a los sectores sustitutivos de importaciones y disminuyendo el poder adquisitivo de los ingresos fiscales provenientes de los impuestos a las ventas externas. El modelo necesita cambios y la inacción y el silencio oficial no hacen más que generar sobreexpectativas que influyen sobre la inflación.
(Redacción Central)