Las medidas tomadas por Ben Bernanke, titular de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), llevaron una bocanada de alivio esta semana a las golpeadas bolsas del mundo. Pero, según la mayor parte de los analistas, la baja de 75 puntos básicos sobre la tasa de interés, colocándola en el 3,5% anual, no soluciona el problema estructural que presenta la economía norteamericana.
Las principales dudas están puestas en el accionar de la FED el próximo 30 de enero. Los mercados esperan que se determine allí una nueva baja en la tasa de interés de otros 50 puntos básicos. Sin embargo, Bernanke duda al respecto. Es que seguir presionando sobre la tasa de interés para dar señales positivas al sistema bursátil podría complicar el desarrollo de la economía con más inflación.
Conclusión: en determinado punto, abusar con correcciones tomando la tasa de interés como referencia puede derivar en que el remedio sea peor que la enfermedad.
Pero pareciera que la decisión política apunta a consolidar el crecimiento, aunque éste deba ser soportado con algo de inflación. Las últimas estadísticas apoyan esta conclusión. Durante el año pasado la inflación minorista en Estados Unidos alcanzó el 4,1% anual, cifra que más que duplica la del 2006, contra una tasa del 3,5%.
El dato es preocupante. No obstante, la administración de George Bush, a fin de impedir la consolidación de una recesión en la economía, continuará apoyando la flexibilización de su política monetaria, proceso iniciado en el segundo semestre del año pasado, cuando la tasa de referencia se ubicaba en el 5,25% (ver infografía).
¿CRECIMIENTO
O INFLACIÓN?
La FED utiliza la tasa de interés como herramienta para alcanzar sus dos objetivos de política monetaria: mantener la inflación bajo control y, al mismo tiempo, sostener el nivel de actividad. El problema radica en que en muchas oportunidades dichos objetivos son contradictorios, es decir, una suba de tasas, requerida para controlar la inflación, atenta contra el nivel de actividad y viceversa.
Lo ocurrido en los últimos días no parece ser la excepción a este dilema entre inflación y crecimiento, confía un reciente informe elaborado por la consultora Economía & Regiones (E&R). El estudio adelanta que el nivel de actividad económica de Estados Unidos viene enfriándose desde hace un tiempo, pero las presiones inflacionarias, principalmente por los elevados precios del petróleo y de los commodities agroalimentarios, están próximas al límite máximo fijado por la autoridad monetaria.
En este contexto, una reducción de tasas destinada a estimular el crecimiento podría complicar el frente inflacionario.
¿Cómo es que actúa la tasa de interés en este esquema? Sencillo: al bajar la tasa de referencia de los bonos del Tesoro, los inversionistas pierden interés en estos papeles por su caída en la rentabilidad y ese dinero es derivado a otras inversiones o directamente al consumo. Toda baja sobre la tasa de la FED genera mayor liquidez, pero es esta mayor liquidez la que puede acarrear como contrapartida crecientes niveles de inflación sobre la economía. De ahí que muchos analistas consideren la reciente medida de Bernanke como una señal para el mercado bursátil pero de “poco contenido” para la economía real norteamericana.
Por otra parte, si el próximo miércoles la FED no vuelve a bajar las tasas de manera tal que se cubran las expectativas del mercado, las bolsas volverán a hundirse de manera significativa y esta señal de desconfianza volverá a trasladarse a la economía mundial.
¿CUÁNTO DURARÁ
LA CRISIS?
Es indudable que la economía norteamericana experimenta una desaceleración. No obstante, confía el trabajo realizado por E&R, la principal disyuntiva se plantea en torno de si dicho descenso se trata sólo de un ajuste suave y controlado en el tiempo o si, por el contrario, puede transformarse en una recesión económica que afecte el corto y el mediano plazo.
La diferencia entre ajuste suave y recesión es muy importante, ya que los efectos de un soft landing (ajuste suave) sobre el comercio internacional serían mucho más acotados que el impacto de una recesión.
El tiempo durante el cual se extienda este ajuste es la segunda variable a tener en cuenta para medir el daño sobre la economía mundial.
Una recesión en Estados Unidos reduciría el volumen del comercio internacional, los precios de los commodities y el nivel de actividad económica mundial con mayor intensidad que un aterrizaje suave. Al respecto, el informe mencionado señalar que en los últimos cuarenta años cada vez que Estados Unidos contrajo su nivel de actividad económica se produjo una desaceleración en el crecimiento económico mundial. El principal canal de transmisión (desde la economía norteamericana hacia el resto del mundo) fue siempre el sector real, dado que un menor nivel de actividad en el mercado doméstico (norteamericano) es acompañado por un menor volumen de importaciones provenientes del resto del globo. En consecuencia, el consumo, la inversión y la demanda doméstica mundiales se contraen, comprometiendo sus niveles de crecimiento.
Sin embargo hay opiniones encontradas respecto del impacto negativo que un debilitamiento de la economía estadounidense provocaría sobre el crecimiento internacional. La incidencia del país del Norte en el crecimiento mundial se ha reducido en los últimos años. Así, algunos estiman que el crecimiento económico que hoy presentan los países emergentes podría compensar el menor dinamismo de la economía norteamericana. Otra de las teorías.
Efectos sobre el país
Una recesión de la economía americana impactaría en el nivel de actividad doméstico a través de dos canales: el real y el financiero. Todos coinciden en señalar que la Argentina hoy está en mejores condiciones que en otras épocas de controlar los efectos de una crisis internacional fronteras adentro. Sin embargo, el tiempo que dure esta recesión será la clave para determinar el daño real sobre la economía del país y del mundo.
¿Cuál es la unidad de tiempo que marca este punto de inflexión? Para algunos analistas, la caída sobre el nivel del comercio mundial no debería llegar al segundo semestre del año. De ser así, la demanda de commodities podría ser afectada con precios a la baja. La dependencia del plan económico de los K respecto del mercado internacional es muy importante.
Un golpe sobre los precios de los granos y el petróleo afectaría los números de la caja del gobierno y el plan económico ingresaría en una espiral negativa difícil de controlar: menos exportaciones, menos ingresos por retenciones, menos superávit para sostener el dólar, etcétera.
Desde el punto de vista real, acota E&R, debemos considerar dos efectos sobre la economía argentina; uno directo y otro indirecto. El efecto directo proviene exclusivamente del intercambio comercial con Estados Unidos, e implicaría menores exportaciones argentinas hacia ese país. Como se comentó antes, las consecuencias indirectas se desprenden del impacto negativo de la crisis americana sobre los precios internacionales de los commodities que exportamos y, también, sobre el volumen de actividad económica mundial y del comercio internacional. En este sentido, el efecto indirecto implica una reducción de los volúmenes exportados y menores precios internacionales, y es aquí donde el programa K es más vulnerable. Así, el impacto a través del canal real genera un deterioro del resultado de nuestra cuenta corriente y una menor entrada de dólares al país, lo que afecta el dinamismo de la economía.
El efecto para el sector financiero aparece porque se eleva el costo de financiamiento tanto para el sector público como privado, presionando negativamente este escenario al consumo y la inversión. Pero, en definitiva, el principal impacto de una recesión de la economía americana sobre el nivel de actividad doméstica se daría a través del canal real indirecto, como resultado de un menor volumen exportado y de menores precios para nuestras exportaciones.
Gobierno autista
Es realmente llamativo seguir escuchando a la administración K decir que la crisis internacional no afectará el crecimiento de la economía argentina. “El país está blindado”, aseguró esta semana la presidenta Cristina de Kirchner en una de sus últimas apariciones públicas.
Como se mencionó en otro lugar, el desarrollo económico de la Argentina mantiene hoy una importante dependencia del exterior.
Esto tiene su costado positivo cuando los precios internacionales de los productos que exportamos se encuentran sostenidos, que es lo que ha venido ocurriendo desde el 2001 a la fecha. Ahora bien, como históricamente ha pasado en los últimos dos siglos, los ciclos económicos mundiales son bien definidos con crecimientos y ajustes, en promedio, cada diez años.
No es pecar de pesimista señalar que nos encontramos a las puertas de una recesión internacional y que este escenario puede perjudicar el crecimiento argentino. La causa: la dependencia externa que tanto nos ayudó en los últimos años ahora nos da vuelta la cara.
Cuando el gobierno nacional se dé cuenta de que esta crisis comienza a afectar la economía real del país, aplicará su política de trasladar la culpa a terceros.
Lamentablemente, los buenos resultados generados por el comercio externo en los últimos seis años, con aportes del sector privado al Estado por algo más de 35.000 millones de dólares, se destinaron a sostener el gasto político de una estructura burocrática parasitaria de la economía. Muy pocos de estos fondos fueron orientados a las verdaderas inversiones que necesitaba el país para poder desarrollarse. Como históricamente ha sucedido en la Argentina, el gobierno perdió la oportunidad de blindar la economía de las turbulencias internacionales. El autismo de los K hizo imposible generar los cambios para ello.