La figura que se propone no es ajena a una realidad palpable que se observa en muchas pymes argentinas y, por supuesto, de la zona del Alto Valle. Me refiero a las sociedades comerciales de tipo familiar que con el transcurso de los años se agotan en su gestión o finalidad originaria ante el cambio generacional y los conflictos derivados del mismo. El proceso natural de continuidad generacional y familiar genera habitualmente tensiones diversas entre las expectativas, las personalidades y los estilos de conducción entre descendientes, parientes políticos y aun entre éstos y los socios fundadores.
En la Argentina más del 90% de las unidades empresarias es pyme y casi el 62% de ellas no llega a funcionar más de 15 años, producto de crisis no sólo económicas sino también generacionales. Así, entonces, el protocolo familiar, figura de origen anglosajón pero con amplia difusión en España e Italia, se transforma en una herramienta de suma utilidad para solventar estas cuestiones.
El protocolo garantiza fundamentalmente la continuidad familiar en la empresa, facilitando la gobernabilidad y funcionamiento de la sociedad para las generaciones actuales y futuras.
Se trata de un verdadero contrato suscripto entre socios, descendientes y parientes que fijan por escrito las grandes políticas, la visión de empresa, sus valores y el rumbo de la misma. Esto es lo primordial a tener en cuenta como base del protocolo, para luego considerar diversas cuestiones como los aspectos de la sucesión en la conducción de la sociedad, los puestos de dirección, administración y operativos; la política de remuneraciones, los requisitos exigidos para el ingreso de nuevos familiares o parientes, la información disponible para sus miembros, la renovación de autoridades, el eventual ingreso de directores profesionales ajenos a la familia, la transmisión de acciones o cuotas sociales, la forma de preservar el control patrimonial de la sociedad a través de las sucesivas generaciones, etcétera. Es muy importante prever entre sus estipulaciones reglas claras y taxativas para resolver los conflictos futuros, especialmente en materia testamentaria, divorcios y separaciones.
El protocolo es un instrumento plenamente legal, vinculante y enmarcado en la libre contratación voluntaria; por supuesto, siempre respetando la normativa societaria y de orden público. La violación del mismo puede incluso estar prevista en el convenio y ocasionar sanciones para los suscriptores que violen los acuerdos asumidos.
El convenio tiene un mejor tiempo de instrumentación: antes del inicio de cualquier conflicto familiar. Justamente en momentos de armonía y de estabilidad económica y operacional es cuando mejor se dan las situaciones para su elaboración. Es cuando la confianza de los integrantes de la familia está intacta, los
valores incuestionados y la integración de sus miembros bien consolidada. El protocolo sirve en estos casos, además, para evitar conflictos y definir conductas y responsabilidades de antemano. Es el momento en que los valores y las mejores energías de la empresa pueden plasmarse en un acuerdo hacia el futuro.
Lógicamente que sus pactos no son inmutables, pueden ir ampliándose con el tiempo en la medida en que miembros de la familia alcancen la mayoría de edad, se incorporen a la empresa luego de obtener un título profesional o después de contraer nupcias, en el caso de pretender la incorporación de un pariente político. La revisión de los pactos del protocolo es flexible y acorde con las situaciones imperantes en el momento en que se requiera su adecuación.
Es importante contar con un guía que conduzca el proceso de formación del protocolo, una persona de confianza de todos los integrantes de la empresa y sus familiares, quien deberá comenzar a considerar las expectativas de los miembros de la familia y su descendencia intercambiando criterios para establecer además principios, reglas y valores de la empresa, a través de entrevistas individuales. Luego de lograr un diagnóstico de las expectativas y objetivos comunes, se confecciona un borrador de proyecto de protocolo familiar para la evaluación de los suscriptores, el que una vez consensuado y acordado por la totalidad de sus integrantes deriva en la elaboración del documento final, que debe ser firmado por los intervinientes.
Hacia el mercado el protocolo familiar es muy importante, ya que otorga certeza y seriedad empresaria, transformándose en una herramienta de valor frente a terceros como proveedores, bancos y clientes. Otorga, además, una imagen de previsibilidad y orden de funcionamiento que se eleva como una ventaja competitiva para una pyme.
De lo que se trata, entonces, es de privilegiar no sólo la armonía familiar, la que habitualmente se ve trastocada por conflictos y peleas entre sucesores y fundadores, sino también un proyecto económico que en la mayoría de los casos lleva años de desarrollo y que a través de las pymes representa el modelo de crecimiento nacional más apto para la proyección equitativa de nuestro país hacia el futuro.
DARÍO TROPEANO (Abogado).