BUENOS AIRES.- La industria del juguete nacional nuclea a unas 80 fábricas, en su mayoría pequeñas y medianas y de capitales nacionales. El Centro de Estudios para la Producción (CEP) subrayó que “muchas tienen una larga tradición”: el 60%, más de veinte años; el 30% surgió en la primera mitad de los ’90 y las demás, tras la devaluación. Ocupan entre 1.800 y 2.500 trabajadores, mientras que en 1948 había 210 plantas y 8.000 personas respectivamente.
Si se incluyen mayoristas e importadores, existen casi 200 firmas, el 90% de las mismas localizadas en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. No faltan filiales de transnacionales, entre las que se destacan la multinacional norteamericana Mattel (cuya línea más notoria es la de la muñeca “Barbie”), la francesa Smoby y la italiana Chicco.
La producción nacional captaría quizá el 40% del mercado y, a pesar de que muchas plantas podrían utilizar el 90% de su capacidad, lo vienen haciendo al 75% por falta de PVC (policloruro de vinilo), un insumo importado clave cuya cotización aumentó por la variación de la cotización del petróleo, su materia prima fundamental.
Las ventas al público sumarían este año 500 millones de pesos y, como suele suceder, en las fiestas de fin de año, Navidad y Reyes –y en el Día del Niño- crecerían entre el 10 y el 30%, aun cuando en la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Caij) pronosticaron el 20%.
Relevamientos en el Gran Buenos Aires de entidades defensoras de los derechos de los consumidores demostraron que en el último Día del Niño, a principios de agosto, los juguetes nacionales tuvieron subas promedios del 25% respecto del año anterior –por alzas de los insumos, los costos de los servicios, los alquileres y los salarios– y del 5% en los importados. Sin embargo, en la Caij calcularon un incremento del 8% de acuerdo con las facturaciones de las 20 mayores empresas del mercado. A su vez, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) puntualizó el 12% para el rubro “juegos y juguetes”, entre junio de este año e igual mes del anterior. Con todo, se registró un incremento del 14 al 15% en las ventas en relación con las del año pasado, atribuido a la recuperación económica de la población en general.
“Logramos atravesar inflaciones, los planes Bonex y Primavera, el ‘corralito’ y el ‘corralón’, el patacón, el bocón y otras tantas cosas más”, recordó Alejandro Machiavello, hijo del fundador de Duravit, fábrica que se inició en 1945, conocida por sus camiones irrompibles y que no hace mucho pasó a llamarse Caupur.
El sector fabril estuvo a punto de desaparecer en la década del ’90 del siglo pasado y fue el más afectado por la convertibilidad, según Norberto García, presidente de la Caij.
En esa época, representaba el 10% del mercado, o sea que el 90% provenía de la importación y sólo un 10% de la industria nacional. La crisis y la posterior devaluación del 2002 permitieron que las empresas sobrevivientes fueran recuperándose y tuvieran mayor presencia y una conducción más profesionalizada, en parte por la modificación de los precios relativos. Contribuyeron la renovación de líneas, el packaging y el mejoramiento de la producción de unas 10.000 variedades de juguetes, para lo cual en el último año se invirtieron unos 20 millones de pesos, básicamente para diferenciarse de sus competidores. García recordó que la mayor penetración en el mercado de los juguetes nacionales significa más puestos de trabajo y aportes impositivos y refleja cómo le va al país.
La Asociación Argentina de Empresas de Juguetes y Afines (Aadeja), aunque fue creada hace más de nueve años, hasta hace poco no había sido completamente institucionalizada. Entre sus integrantes se encuentran la multinacional norteamericana Mattel, Importoys (trae productos y partes), Marplast –un productor del interior del país– y El Mundo del Juguete, la cadena de comercialización más grande del país. Las expectativas de sus directivos es nuclear del 75 al 80% de los importadores –de productos o de partes–, exportadores, fabricantes, cadenas comerciales, jugueterías de barrio e, incluso, súper e hipermercados, sin tener enfrentamiento con la Caij.
La fabricación local domina nichos menos tecnológicos, como productos con ruedas (triciclos, coches a pedal y patinetas), con una elevada incidencia de los fletes en los costos unitarios, y los juegos de sociedad y didácticos, en los que prevalecen la idiosincrasia, el idioma y la cultura.
El CEP estimó que en el valor de la producción se verificó lo siguiente:
• El 60% lo aportaron los rubros didácticos y de sociedad, con ruedas y cotillón y Navidad (aunque la publicidad de una cadena de súper e hipermercados viene ofreciendo figuras colgantes, muñecos de nieve y Papás Noeles con mecanismos y distintos modelos de globos de China).
• El 30% se repartió entre juegos para la construcción, rompecabezas y muñecos/as, animales y figuras de acción y otros juguetes y autos, motos y demás vehículos.
• El 10% restante correspondió a pelotas y panoplias.
La dependencia de la Secretaría de Industria, Comercio y la Pequeña y Mediana Empresa (Sicpeme) llegó a la conclusión de que es una actividad “relativamente competitiva”, sobre todo en el mercado interno y en los de países geográficamente próximos, en juegos de sociedad y didácticos y los que tienen ruedas. Comprobó, además, necesidades de juguetes que estimulen a compartir y a interactuar en familia. Por otra parte, se estuvo asistiendo al retorno de los “Rasti”, “5 Ladrillos” y “Simon” (aunque este último fue rebautizado como “Signos”), entre otros, y adaptaciones de personajes animados. Asimismo, interesan los electrónicos e interactivos, por la progresiva masificación y rebajas de precios de reproductores de MP3, notebooks, celulares o consolas de videojuegos, que hasta hace poco tenían un público más acotado. De cualquier manera, los niños dedican poco tiempo al juego espontáneo y las actividades al aire libre.
Siguen registrándose más importaciones que exportaciones
BUENOS AIRES.- La demanda de juguetes en la Argentina se concentra en dos momentos clave: el Día del Niño y las fiestas de Navidad, fin de año y Reyes. Más allá de sus habituales producciones, muchas fábricas procuran aprovechar las circunstancias para paulatinamente intentar exportar con la favorable paridad cambiaria existente para hacerlo desde la devaluación, por supuesto a sabiendas de que es complicado.
Con más de 2.000 fábricas que ocupan a casi un millón de trabajadores que ganan salarios extremadamente bajos, China alcanzó una participación del 50% en la producción mundial. Por eso en la Fundación ExportAr consideraron que la estrategia más conveniente para la Argentina pasa por incrementar las transacciones de juguetes con valor agregado, cuyos diseños y conceptos didácticos sean novedosos.
Las ferias internacionales se convirtieron en oportunidades para que las firmas nacionales comercializaran sus productos y/o pautaran algún contrato de licencia de producto y/o personaje.
Ciertas firmas aprovecharon lo que llaman “dólar conveniente” y concretaron envíos –todavía no muy significativos– a Brasil, México, Chile, Uruguay, Bolivia, Estados Unidos y destinos no tradicionales, como América Central y África.
Los principales rubros que se venden al exterior son los de Navidad y cotillón, otros (con alta incidencia de panoplias) y para construcción (modelos para armar). Llegó a comprobarse que algunos interesaron tanto que fueron copiados.
Las importaciones de China representaron más del 72% en el 2005, seguidas de lejos por las de Brasil e Italia, con alrededor del 10%. Aumentaron, asimismo, las participaciones de Indonesia y Malasia y disminuyeron las de Taiwán, Estados Unidos y España.
El Centro de Estudios para la Producción señaló que gran parte de los productos son genéricos, sin marcas, bastante convencionales, de calidad media-baja, escasa innovación tecnológica y con una presentación relativamente pobre.
Durante la convertibilidad, la paridad cambiaria uno a uno permitió que por cada dólar que se vendía al exterior ingresaran, en promedio, casi diez del exterior. La brecha entre importaciones y exportaciones creció hasta 1997, cuando superó los 100 millones de dólares. Después se redujo –excepto en el 2000– y llegó a su punto más bajo en el 2002 (14 millones).
Por su parte, tras caer fuertemente en el 2002, las importaciones no pararon de crecer, aunque se encontrarían (en valor) un 40% por debajo de aquel “pico”.
Desde 1998 hasta este año debían reducirse gradualmente los derechos específicos con China, como consecuencia de su proceso de ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Ante la posible desaparición de las barreras y con el fantasma de los noventa detrás, las fábricas nacionales presionaron y consiguieron que Roberto Lavagna –por entonces ministro de Economía y Producción–, mediante la resolución 485/2005, estableciera una licencia no automática para la verificación –previo al libramiento a plaza– de juguetes con el objeto de seguir y controlar las importaciones. Las verificaciones fueron confiadas a Miguel Peirano, aún titular de la citada cartera y en ese momento secretario de Industria, Comercio y la Pequeña y Mediana Empresa. Importadores y cadenas de jugueterías cuestionaron la decisión y alertaron sobre los riesgos de desabastecimiento y aumentos de precios.
En setiembre del año pasado, al iniciarse la temporada de compras mayoristas para atender las demandas de las fiestas, las cámaras Argentina de la Industria del Juguete (Caij) y de Importadores de la República Argentina (Cira) y la Asociación Argentina de Empresas de Juguetes y Afines (Aadeja) –agrupa jugueterías, importadores e industriales que completan sus ofertas con compras en el exterior– firmaron un acuerdo por el que la Dirección General de Aduanas adoptó mayores valores de referencia para importar 10.000 de las 250.000 variedades disponibles, a fin de limitar aquellas que compiten con las nacionales.
Como contrapartida, la secretaría iba a reducir a los importadores de 60 a 30 días el promedio de demora en la concesión de licencias no automáticas, pero después se dijo que por problemas administrativos demorarían 45 y hasta hubo casos en que llegaron a 80 y hasta 90. Mientras los precios de referencia de los productos se incrementaban, la Aduana desalentaba el ingreso de productos falsificados y el fraude marcario e insistía en que reduciría los plazos para otorgar tales licencias.
La resolución 485 fue cuestionada por “agrandar la ‘torta’ del mercado” y que “hubiera espacio para todos y no para unos pocos que se benefician con medidas proteccionistas”, como planteó la Asociación Argentina de Empresas de Juguetes y Afines. La entidad advirtió, asimismo, que el mecanismo de control “no pasa de ser una licencia de importación no automática. No la llaman así, pero opera de esa manera para las empresas que quieren importar, de cualquier país y en cualquier condición, incluso para el fabricante que importa partes para completar su portafolio. Benefició a unos pocos...”.
Existen normas de seguridad que hay que cumplir
BUENOS AIRES.- En la Argentina los juguetes deben cumplir determinadas normas de seguridad, de acuerdo con las resolución 851/1998 y su complementaria 435/99. Sólo pueden “comercializarse o transferirse en forma gratuita” si están certificados por las nacionales, como la del Iram (Instituto Argentino de Normalización y Certificación) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti), las regionales de la Comisión Panamericana de Normas Técnicas (Copant) e internacionales del Comité Europeo para la Normalización (CEN) y la Organización Internacional de Estándares (ISO).
Los productos fabricados localmente deben cumplir con disposiciones monitoreadas y certificadas por la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Caij). Las etiquetas o envoltorios deben aclarar en castellano el país de origen, datos del fabricante o importador, indicaciones, advertencias y hasta recomendaciones sobre la edad de uso.
La Dirección General de Aduanas (DGA) y la Subsecretaría de Defensa del Consumidor reforzaron sus controles, a principios de agosto de este año, sobre partidas de productos importados de la multinacional norteamericana Mattel, con marcas como “Polly Pockett”, “Disney”, “Hot Wheels”, “Barbie”, “Fisher-Price”, “Plaza Sésamo” y “Barney”. Esta industria afrontó complicaciones en todo el mundo meses atrás, cuando trascendió que habrían sido pintados con materiales tóxicos, con un elevado contenido de plomo, fabricados por una empresa contratada en China, donde incluso la multinacional norteamericana posee varias plantas. Y, si bien autoridades del país asiático aseguraron que “más del 99% de los bienes de exportación chinos son de buena calidad y seguros”, ni siquiera así consiguieron frenar el masivo retiro de circulación de 1,5 millones de productos “Fisher Price” (como “Dora la exploradora” y los personajes de “Plaza Sésamo”, “Elmo” y “Abelardo”) en Estados Unidos, México España, Gran Bretaña y Canadá. Para tratar de tranquilizar a los usuarios argentinos, la empresa informó que aquí no había distribuido ni comercializado productos con el inconveniente descripto.
Un par de semanas después, por decisión unilateral de Mattel, fueron retirados de distintos mercados más de 18,2 millones de juguetes provistos de imanes –50.000 de la Argentina– y se invitó a los compradores a devolver aquellos de las marcas “Polly Pocket”, “Batman” y “Barbie”, por comprobarse que podían desprenderse y afectar a los chicos, de tragarlos.
Los memoriosos recordaron que antes, en enero del 2005, procedió al “rescate de seguridad” de un “Batimóvil” cuyas alas de puntas plásticas rígidas podían causar cortes o pinchazos a los usuarios y que en noviembre del 2006 hizo otro tanto con cuatro productos de la línea “Polly Pocket”.
Más allá de estas situaciones, en Buenos Aires se abrió posteriormente el “Barbie store”, la primera tienda experimental del mundo en más de cinco décadas, en la que su creador local, Tito Loizeau, introdujo lo que llamó “fashiontainment” para que chicas de entre 3 y 12 años puedan comprar muñecas y accesorios, así como también maquillarse, peinarse y hasta vestirse como ellas, mientras sus padres las esperan para pagar en el ad hoc “Barbie café”.