BUENOS AIRES.- "Como ustedes nunca hicieron la plata trabajando, de hoy en adelante está prohibido el pago en vales, sólo se permite en metálico; están prohibidos los castigos corporales, tanto a los naturales de la tierra como a los peones que laboran en sus haciendas, y, al que no cumpla esta ordenanza, le aplico consejo de guerra". Esta decisión fue comunicada por Manuel Belgrano a dueños de yerbatales cuando pasó por lo que es hoy Misiones, en 1810.
Otro viaje al norte, especialmente al Chaco, en 1913, permitió que Alfredo Lorenzo Palacios, primer diputado socialista, cuestionara en su obra "La justicia social" los pagos de jornales "por medio de vales o letras de cambio, verdadera moneda ilegal en los obrajes; de ahí también la absoluta prohibición a los obreros de adquirir nada fuera de los almacenes de la empresa. En los obrajes no se pagaban los salarios en moneda nacional; se imprimía moneda ilegal. Con ella se pagaban los jornales y se imponían las proveedurías, obligando a los trabajadores a gastar en ella el fruto de su trabajo, ya mermado por el engaño de las pesas y medidas, y privándoles del derecho de comprar donde le conviniera, ya que la moneda de la empresa emisora sólo tenía poder adquisitivo en los almacenes patronales".
Los stocks de lana acumulados por falta de compradores, al terminar la Primera Guerra Mundial, ocasionaron una crisis en la Patagonia que se abatió sobre estancieros y comerciantes y provocó la rebelión de peones rurales y campesinos que sobrevivían y trabajaban en condiciones infrahumanas, en 1920 y 1921. En Santa Cruz, en 1922, fueron reprimidos y muchos fusilados por tropas del Ejército. Osvaldo Bayer describió, también, que les pagaban con "vales, en moneda chilena o cheques a plazo", situación que se hizo costumbre en muchos lugares de la región. Y eso que el Congreso votó la ley 11.278 que estableció el pago de salarios en moneda nacional, en 1925.
Investigaciones, novelas y hasta filmes como "Río oscuro", de Alfredo Varela, libro llevado al cine por Hugo del Carril con el título "Las aguas bajan turbias" revelaron las terroríficas condiciones de subsistencia de los mensúes en los yerbatales misioneros. Quienes los conchababan les adelantaban un poco de dinero, por lo que eran obligados a quedarse hasta saldar deudas "perpetuas".
En el libro "Fichas y vales del norte de Santa Fe", la docente Elisabet Brianza subrayó que "las compañías forestales que funcionaron en los departamentos del norte de Santa Fe y en algunos casos ingenios azucareros y desmotadoras de algodón se dedicaron específicamente a la explotación del quebracho colorado (...). La más importante, dedicada a la extracción de tanino para el curtido de cueros y su consiguiente exportación", fue la multinacional La Forestal. Desde 1880, aproximadamente, pagó con fichas a los peones, "algunas acuñadas, otras simples latas marcadas a punzón que tenían datos del propietario, contratista o razón social y tenían un valor numeral", que sólo podían ser canjeadas "por alimentos o ropa en sus propios almacenes o proveedurías".