A cinco años y medio de haberse descartado la convertibilidad, el peso argentino resulta ser la moneda más devaluada en todo el mundo. Expresado de otra manera, tenemos el signo monetario que mayor grado de depreciación muestra con respecto al dólar. ¿Cómo se llega a esta conclusión? Tras analizar un panel de 52 monedas diferentes (algunas elegidas ex profeso y otras al azar) para estudiar cuán retrasada o sobrevaluada está cada una de ellas en relación con la divisa norteamericana.
¿Qué criterio permite llegar a conclusiones de esta naturaleza? Existe un sistema básico de datos que fue elaborado hace veinte años por el Banco de Inversión JP Morgan y luego adoptado por el FMI. Dicho método (conocido como "modelo de cálculo del cambio de equilibrio") supone aplicar una ecuación en la que se ponderan cuatro factores específicos: a) el grado de productividad de la economía local, b) la relación que guardan los precios internos respecto de los externos, c) el riesgo país y d) la diferencia existente entre la tasa de interés nacional y la tasa promedio internacional.
Se sabe, al respecto, que la Argentina es señalada en el exterior como un país de baja productividad. Lamentablemente, varios factores concu
rren a sostener ese criterio: 1) la obsolescencia que sufre buena parte de nuestro parque de maquinarias y equipos excepto en el sector agrícola, 2) el histórico atraso presupuestario que afecta a la educación pública, 3) la evidente morosidad conceptual y filosófica que predomina en numerosas universidades, 4) la poca propensión de muchas empresas a invertir en la formación técnica de su personal y 5) escasos estímulos oficiales desde lo tributario y crediticio para un mayor desarrollo del soberbio capital humano con que contamos.
En cuanto a la relación entre precios internos y externos, es muy claro que los primeros vienen corriendo por detrás de los últimos. Justamente, el auge de los valores internacionales fundamentalmente en commodities provoca que muchos empresarios traten de exportar lo máximo posible o, en su defecto, intenten recuperar en el mercado local lo que podrían ganar si vendieran al exterior.
El riesgo país ha caído, por fortuna, en forma estrepitosa y hoy juega como factor positivo (sólo India, Tailandia y Filipinas registran disminuciones parecidas, aunque no de tanta significación).
Por último, la reciente baja dispuesta por la Reserva Federal en las tasas de interés trajo alivio a los países endeudados; pero no produjo una disminución importante en la brecha que separa los costos financieros que rigen en el país de los que se pagan en el exterior.
Pero, regresando a la relación de valor entre las distintas monedas (ver cuadro), vemos que según la paridad de setiembre ($ 3,16 = u$s 1) el peso se encontraba un 28,46% por debajo de su "valor teórico de equilibrio". Es más: hoy, en realidad, cada dólar debería costar sólo 2,46 pesos.
A su vez, también las monedas peruana, chilena y colombiana están devaluadas respecto del dólar (aunque no en una proporción tan importante como el peso argentino). Brasil y México, en cambio, mantienen sobreelevado el valor de su unidad monetaria, lo cual encuentra explicación en las "recomendaciones" que recibieron del secretario de Agricultura de Estados Unidos que amenazó con recortarles las compras si repiten la conducta de Argentina. Un caso aparte es el de Hugo Chávez, que condena las prácticas de la Casa Blanca en cuanta oportunidad puede, pero ha acomodado convenientemente su tipo de cambio para evitar que Bush deje de comprarle petróleo.
Al respecto, una particularidad de los afiebrados mercados internacionales es que, aplicando la misma ecuación calificatoria, buena parte del "dinero duro" también cotiza a menos que su valor teórico: así, el dólar se encuentra subvaluado un 11,10% respecto del euro, mientras que el yen está retrasado un 11,4% frente al dólar y un 22,38% en relación con la moneda de la Unión Europea.
En un contexto tan complejo como éste, merece señalarse que el peso argentino nunca recuperó posiciones frente al dólar desde que Lavagna lo estabilizó en este "3 a 1". Y ello contrasta claramente con lo que viene ocurriendo en América Latina: por decisión de los diferentes gobiernos, las restantes monedas de la región han ido valorizándose a lo largo de los últimos quince meses. Al respecto, la CEPAL consigna en el último "Balance de las Economías de América Latina y el Caribe" que a lo largo del 2006 las monedas sudamericanas recuperaron, en promedio, un 5,1% de su valor de cambio.
¿Qué pasará con la Argentina en el tramo final del año? Justamente lo que ya en diciembre del 2006 predijo el JP Morgan Bank: el peso seguirá desvalorizándose en forma leve. Y si en enero la paridad cambiaria era de 3,06 pesos por dólar, al cierre del año la divisa norteamericana tendrá un valor nominal no menor a 3,18 ó 3,19 pesos. Obviamente, Kirchner no hará nada por evitarlo: el dólar caro le resulta crucial y decisivo para sostener su programa económico: cada año un 11,12% de los ingresos públicos proviene de retenciones a la exportación. Además, como la cotización internacional de los commodities sigue elevándose (con lo cual crece el valor exportable) y, por otra parte, el gobierno recaudará menos al haber aumentado los mínimos no imponibles de Ganancias y Bienes Personales, no cabe suponer que aceptará un dólar en baja o que vaya a disminuir las retenciones. Dicho en otras palabras, el agro seguirá actuando como palanca fundamental para el modelo.
HUGO JOSÉ MONASTERIO (*)
(*) Director del Centro de Estudios Regionales de la Universidad FASTA