BUENOS AIRES.- El Ministerio de Economía y Producción anunció, en agosto pasado, medidas para favorecer el crecimiento industrial, con el propósito de consolidar su recuperación de los últimos años y defenderlo del avance de las importaciones.
Entre aquellas decisiones, resguardó las capelladas de calzado, que fueron ingresando al país con otras partes no terminadas para ser ensambladas localmente.
También se buscó consolidar la recuperación de las inversiones y reforzar las tareas de aduanas especializadas, los controles de las subfacturaciones, la verificación de las facturaciones de China y otras medidas para, básicamente, evitar la competencia desleal.
Tales medidas fueron consideradas "muy efectivas" por Alberto Sellaro, presidente de la Cámara de la Industria del Calzado (CIC), teniendo en cuenta que la capellada representa el 60% del valor de un producto y entraba masivamente y a valores muy bajos.
Días después China frenó tres embarques de soja con el dudoso argumento de los "controles sanitarios" y el gobierno de ese país instruyó a Zhang Tuo, su embajador en la Argentina, para transmitir el "malestar" provocado por las normas para frenar el avance de las importaciones de esa procedencia.
Alfredo Chiaradía, secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, se reunió con Tuo para aclarar los alcances de las mencionadas restricciones y hasta dijo que el anuncio del porteño Palacio de Hacienda no tenía como objetivo a China en particular sino a todas aquellas situaciones en las que "hay asimetrías".
Entonces se recordó que en el 2006 el 70% de las ventas a China se concentró sobre la soja y sus derivados y permitió ingresos de 3.500 millones de dólares, en tanto en el primer semestre de este 2007 respecto de igual período precedente las compras de esa procedencia pasaron de 1.600 millones a 2.556 millones.
Paralelamente, Sellaro advirtió que si bien "las importaciones entre el 2002 y el 2006 crecieron un 500%, sólo las de China lo hicieron el 3.000%", y planteó que la producción local de 89 millones de pares de zapatos prevista para este año no puede competir con la de 8.000 millones de China.
Los diferentes puntos de vista no impidieron realizar el Foro de la Industria del Calzado de América Latina en la ciudad de Buenos Aires, el 30 de agosto pasado, donde fabricantes de Brasil, Paraguay, Uruguay, México y la Argentina reclamaron a sus gobiernos "medidas de defensa regionales" ante la avanzada china, reflejada en el hecho de que ocho de cada diez pares usados en el mundo tienen esa procedencia.
En ese ámbito, asimismo, se conocieron sugerencias de empresarios de los citados países, como la de "tener una cadena de fabricación latinoamericana del calzado", con participación de México; fijar "precios de referencia similares en toda la región o, al menos, márgenes mínimos y máximos en las partidas arancelarias" e impedir la entrada de zapatos a "un precio inferior a la sumatoria de sus componentes en el valor mundial".
Cuando se concrete la cumbre de presidentes del Mercosur de Montevideo (Uruguay), en diciembre, Brasil y la Argentina intentarían acordar cómo trabar de manera similar y con idénticas medidas las importaciones no sólo de China sino también de Vietnam e Indonesia. Además, invitarán a que se sumen Uruguay y Paraguay para cerrar al máximo el bloque del Mercosur.