Ante la cercanía de las elecciones presidenciales, los resultados en materia económica siguen constituyendo el principal activo electoral con que cuenta el gobierno.
En este sentido, para sostener este argumento basta con mencionar que el Producto Bruto Interno (PBI) del país creció casi un 50% entre el segundo trimestre del 2002 y el mismo período del 2007, mientras que la tasa de desempleo descendió desde el 17,8% (segundo trimestre del 2003) hasta el 8,5% (idéntico período de este año).
Los datos son más que positivos, tomando como referencia “la foto” que hoy presenta el modelo económico de la Argentina. Nadie duda de que gran parte de esta estadística positiva deriva de las extraordinarias condiciones existentes en el mercado internacional, las que en definitiva terminan impulsando el crecimiento de todos los países exportadores de commodities.
Así lo destaca un reciente informe elaborado por la consultora Economía & Regiones (E&R), en el que se señala que el actual patrón de crecimiento económico argentino se sustenta en el dinamismo del consumo, el que es impulsado por la abundante liquidez del mercado doméstico y la contención de los precios internacionales de los principales productos agropecuarios.
En este sentido, el mayor proveedor de divisas del país es el sector agrícola exportador que, dados los favorables términos de intercambio con los que cuenta actualmente, inyecta constantemente dólares a la economía doméstica.
Por su parte, el BCRA, a fin de sostener el dólar por encima de los 3,10 pesos, interviene en el mercado cambiario comprando dicho excedente en la oferta de dólares mediante emisión monetaria. Esta dinámica genera dos “reaseguros”: superávit fiscal y superávit externo.
Por el lado fiscal, el sólido nivel de actividad –junto con la inflación y las retenciones a las exportaciones– permite que la recaudación mantenga tasas positivas superiores al 30% interanual.
De esta manera, la caja del sector público sustenta una expansiva política de gasto que, a su vez, impulsa el consumo y el crecimiento económico.
Desde la esfera monetaria, se observa una expansión en el balance del Banco Central (BCRA). El activo de la autoridad monetaria crece por la acumulación de reservas internacionales pero, como contrapartida, la política de esterilización monetaria mediante emisión de Lebacs y Nobacs acrecienta también su pasivo.
Sin embargo, la sustentabilidad del actual modelo económico, basado en un tipo de cambio real depreciado, comienza a mostrar signos de debilidad. Los detalles que muestra “la película” del actual modelo dan cuenta de la necesidad de instrumentar cambios para el período 2007-2011 si se quiere seguir creciendo a tasas superiores al 6% anual.
Las crecientes presiones inflacionarias erosionan el tipo de cambio real, lo que podría reducir el ritmo de crecimiento al que estamos acostumbrados.
El dinamismo del consumo se basa, por un lado, en el aumento del poder adquisitivo de los salarios y, por el otro, en el crecimiento del empleo.
En este sentido, durante la gestión de Kirchner la tasa de desempleo se redujo en 9,3 puntos porcentuales, lo que significa que hay 887.000 desocupados menos. Asimismo, los salarios privados registrados aumentaron un 143,7% en dicho período, mientras que en el mismo sector los salarios informales crecieron un 86,8% y los haberes de los trabajadores del sector público lo hicieron un 58%.
Por su parte, la inflación minorista oficial acumulada en dicho período asciende al 38,7%. Es decir que durante la gestión de la actual administración no sólo se produjo una importante recuperación del poder adquisitivo del salario sino también un fuerte crecimiento de la masa salarial. Esto, sin duda, ha estimulado fuertemente el consumo y el nivel de actividad interna de la economía.
LAS SOMBRAS
No obstante, si este patrón de crecimiento basado en el consumo y en la recuperación del poder adquisitivo del salario no es acompañado por un nivel de producción (mayores inversiones) acorde con la demanda, se acrecientan las presiones inflacionarias y, a la larga, se termina socavando la recuperación del poder de compra de los trabajadores.
Además, con niveles de inflación minorista entre el 15 y el 20% anual, es muy probable que el salario comience a perder poder adquisitivo, lo que desaceleraría el consumo y afectaría la sustentabilidad del crecimiento.
Por otro lado, paradójicamente, la reducción de la tasa de desempleo también puede comenzar a comprometer la sostenibilidad del modelo económico.
En un mercado laboral que se acerca al pleno empleo, las pujas salariales aumentan y, en un contexto inflacionario en el cual los sindicatos tienen un creciente poder de negociación, el equilibrio se hace cada vez más difícil de mantener (ver recuadro).
En este contexto, destaca el estudio de E&R, será crucial el desarrollo de las negociaciones salariales a comienzos del próximo año, así como también la magnitud del aumento exigido por los sindicatos.
Si en los reclamos de los trabajadores se incluye, además de las expectativas de inflación futura, la pretensión de recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos meses debido a la aceleración inflacionaria, mayor será el incremento exigido y las empresas lo trasladarían finalmente a los precios. En consecuencia, se produciría una rápida pérdida de poder adquisitivo, afectando, por ende, el nivel de actividad económica.
Por el contrario, si los sindicatos moderan sus reclamos reduciendo sus exigencias en línea con las expectativas de inflación, el traslado a los precios sería menor. Así, el sostenimiento del poder de compra de los trabajadores resultaría conveniente en términos de la continuidad del crecimiento en el mediano y largo plazo.
Este tema, junto con la contención del gasto público para llevarlo a niveles de 2005/2006, es el gran desafío que tendrá el próximo gobierno para poder crecer en forma ordenada, sustentable y previsible en el tiempo, parámetros clave para poder atraer inversiones de largo plazo. (Redacción Central)
El superávit fiscal, en la mira
Los pilares del actual modelo económico son el superávit primario y la acumulación de reservas, ambos parámetros hoy resentidos. Como ya hemos señalado en varias oportunidades en este mismo suplemento, el superávit primario en términos del PBI ha ido cayendo sostenidamente desde el 3,9% en el 2004 y el 3,7% en el 2005 al 3,5% en el 2006 y este año caería por primera vez por debajo del 3% (2,4%, sin recursos extraordinarios).
Esta continua reducción del superávit primario es la contrapartida de la política fiscal expansiva del gobierno, que se basa en el incontrolable aumento del gasto público que impulsa el aumento de precios y que, además de apreciar el tipo de cambio real, termina por afectar el poder adquisitivo de la población y, consecuentemente, el consumo y el nivel de actividad económica del actual modelo.
Por otra parte, la disminución del stock de reservas internacionales observada desde agosto obedece al menor ingreso de capitales. Ello responde al cambio en el contexto financiero internacional originado en los avatares del mercado inmobiliario norteamericano en las últimas semanas.
Si bien el menor ingreso de capitales facilita el mantenimiento del tipo de cambio depreciado, no se puede desconocer su impacto sobre la liquidez en el mercado doméstico afectando, en consecuencia, el dinamismo del consumo y del nivel de actividad económica.
Para la mayor parte de los analistas, la clave para volver a niveles de superávit fiscal compatibles con el modelo económico de los Kirchner está en la contención del gasto público.
Un estudio realizado por la Fundación Mediterránea detalla en este sentido que el 2008 constituye un año fiscal clave, en el sentido de que se debiera revertir la tendencia de gastos e ingresos, debiendo volverse a la situación previa del 2005, cuando las erogaciones crecían pero a menor ritmo que los recursos.
Considerando que existen rubros del gasto que son inflexibles a la baja –tales como remuneraciones y el pago de jubilaciones, que conllevan aumentos implícitos en el tiempo– se proyecta, sin tocar la actual estructura de erogaciones, que por efecto “arrastre” éstas crecerán un 8,5% durante el 2008. Esto significaría que el aumento de los ingresos estimados del 21% para el próximo año estaría comprometido en un 40% por esta suba inercial de la estructura que presentan las erogaciones nacionales. Tomando las transferencias a las provincias, el crecimiento de las erogaciones para el año que viene ya estaría en el 15%, lo que significa que el aumento de los recursos estaría comprometido en un 66%.
Con este contexto, retornar a los niveles de superávit del 2005 suena, por ahora, algo ilusorio.