La devaluación de la moneda argentina posibilitó la sustitución de importaciones industriales pero no la expansión exportadora, lo que demuestra que la fijación de un tipo de cambio competitivo no es suficiente si no es acompañado por un proceso de inversión y de tecnificación que incremente la productividad y la eficiencia de los procesos industriales para obtener genuinas ganancias en competitividad, concluye un reciente informe de IES Consultores.
El trabajo indica asimismo que, en ausencia de este proceso de inversión y tecnificación (como parece haber ocurrido en nuestro país), la devaluación sólo se traducirá en una fuerte transferencia de ingresos a los sectores favorecidos a través de bajas en el salario real y mayor inflación. De ahí las presiones para subir el tipo de cambio nominal cuando el real, por el inevitable aumento de la inflación, se deteriora, que sólo significan intentos para mantener condiciones competitivas para los productos transables a costa del resto de los sectores sociales, sin asumir el esfuerzo de inversión y tecnificación necesario para obtener verdaderas ventajas competitivas.
Durante la convertibilidad el aumento de la competitividad de las exportaciones se basó más en una herramienta genuina (suba de la productividad sobre la base de inversiones), en tanto que en la actualidad lo hizo principalmente en la baja del salario real (con la transferencia de ingresos y el incremento en la rentabilidad que ello implica) y del tipo de cambio real.
Empero, ello no redundó en un incremento sustancial de las exportaciones en cantidades, ya que la expansión en valores se basó principalmente en la buena situación internacional, que elevó los precios de los productos exportables, a diferencia de la época de la convertibilidad. En tal sentido, la ganancia en competitividad debido al tipo de cambio real y a la baja en los salarios reales se volcó principalmente a la sustitución de importaciones y no fue acompañada por un fuerte proceso inversor que permitiera aprovechar las oportunidades que brindaba un mercado internacional en franca expansión.
El crecimiento en los valores de las exportaciones argentinas con posterioridad a la devaluación del 2002 no fue un fenómeno aislado sino que estuvo inserto en un fuerte incremento global del comercio internacional, en consonancia con las excepcionales condiciones en cuanto al desarrollo de la economía mundial en el período. Ello se comprueba observando que las exportaciones argentinas crecieron menos que las de la región y que el conjunto de las exportaciones mundiales, indica el informe de IES Consultores.
El impacto de la devaluación en el aumento de las ventas externas fue sumamente limitado. Dentro de la región, Argentina fue el país que más devaluó su moneda y el que menos aumentó sus exportaciones, a excepción de México. A su vez, a partir del 2004 la mayoría de los países (excepto Argentina) revaluó su moneda respecto del dólar y, pese a ello, incrementó significativamente sus exportaciones, muy por encima de los incrementos verificados en nuestro país. Brasil es un ejemplo claro de ello.
El incremento de los valores exportados por Argentina, que llegó al 56,9% entre el 2003 y el 2006, se originó en la suba de los precios medios de exportación, que treparon un 20,5%, y un 29,8% se debió al aumento en las cantidades exportadas, de acuerdo con los datos de los términos de intercambio.
Es decir: la excepcional situación internacional en cuanto al precio de los principales commodities y a ciertos productos industriales (metales y productos derivados del petróleo) favoreció el avance exportador, pero sólo en algunos segmentos del mercado. De no existir esa favorable situación mundial, el impacto de la devaluación sobre el comercio exterior hubiera sido menor.
Ello introduce un fuerte factor de incertidumbre, ya que el superávit comercial posdevaluación es extremadamente dependiente de los precios internacionales, que pueden ser afectados por situaciones coyunturales que repercutan en el crecimiento mundial, como la que ha ocurrido en julio de este año.
A ello se suma la importante dependencia de ese superávit –además de los precios industriales y de los commodities– de las exportaciones de combustibles, en franco descenso en los últimos años, reducción que se estima se acentuará en los dos próximos años hasta prácticamente desaparecer. Esta circunstancia potencia un panorama incierto sobre el superávit comercial, con el riesgo que ello supone para uno de los pilares del modelo económico, riesgo que parece evidenciarse por la reducción del saldo positivo a partir del 2004 que tiende a acelerarse en el 2007.