• Motivo 1: para frenar los aumentos salariales
El actual modelo económico de tipo de cambio alto (“competitivo”, a decir de los funcionarios) implica necesariamente salarios bajos. El talón de Aquiles de este esquema es el nivel de los salarios. Por ese motivo, Moyano manda en la Casa Rosada. Es el representante del sector privado que más poder tiene en la Argentina. El gobierno tiembla cada vez que Moyano habla. Todos lo saben y el precio de la “lealtad” es el crecimiento sin precedentes del poder sindical en el país. Ni Perón le dio tanto al sindicalismo: leyes, subsidios, prerrogativas sindicales, puestos en las listas, fallos favorables en la Corte...
La orden oficial para este año fue procurar aumentos del “16,5%. Por afuera negocien lo que puedan, pero en las tapas quiero ese número”, se habría escuchado desde muy arriba.
Para que 16,5% sea un número admisible, la inflación –aunque sea dibujada– tiene que rondar el 6 ó 7%, así luego se puede decir que “los salarios crecieron un 10% más que la inflación”.
• Motivo 2: para disminuir los intereses de los bonos ajustados por CER
Por cada punto de inflación, los bonos públicos ajustados por CER devengan 400 millones de pesos. El secretario Moreno dijo en su oportunidad que “es una locura pagar más intereses porque sube el precio de la lechuga”. En su reciente gira por España, la candidata Cristina Kirchner defendió la política de control (¿y dibujo?) de precios precisamente con este argumento.
• Motivo 3: para que el número de personas debajo de la línea de pobreza sea menor
La cantidad de pobres (hogares e individuos) es, sin duda, el principal indicador que permite medir la bondad de una política económica. El indicador que elabora el INDEC a través de la Encuesta Permanente de Hogares dos veces al año mide la cantidad de gente cuyo ingreso familiar o individual alcanza para comprar una canasta determinada de bienes. La “canasta de pobreza” incluye comestibles básicos, indumentaria y algunos servicios como salud, educación y transporte. La canasta de indigencia incluye sólo bienes comestibles.
Los precios son fundamentales. Si son bajos, el mismo ingreso puede comprar más que si fueran elevados. Esta obviedad es necesaria. El control sobre ellos disminuye (en los papeles) los precios y el dibujo los reduce aún más. Por tanto, si el INDEC dibuja hacia abajo los precios, está dibujando indirectamente el índice de pobreza.
Según el gobierno, el Indice de Pobreza es del 26%. En la crisis del 2002 llegó al 54%. El promedio de la década fatídica del ’90 era del 22%.
¿Es del 26% el índice de pobreza? Según el gobierno, 960 pesos por mes por familia son suficientes para no ser pobre. Esto es: con 960 pesos, una familia puede comer, vestirse y comprar ciertos servicios. ¿A cuánto treparía el índice de pobreza si los precios fueran reales y no los dibujados por el INDEC? ¿Cuánto de inclusión social tiene este modelo, más allá de los discursos?
Motivo 4: para que el indicador de crecimiento económico sea mayor
El indicador de crecimiento económico (Variación interanual del PBI) se construye sobre la base de estimaciones y cuantificaciones reales. Si observamos el PBI desde el aporte de los sectores (Industria, Construcción, Servicios) encontramos otro muy buen motivo para dibujar el índice de precios.
El aporte de Industria y Construcción se construye a partir de encuestas cuantitativas: se cuenta la cantidad de productos que se fabrican en cada sector. Es relativamente genuino.
En cambio, el indicador de servicios es más difícil. ¿Cómo se miden los servicios financieros? La forma habitual es comparar el valor nominal de los depósitos año contra año y deflactarlos por un índice de precios. Si el índice está dibujado hacia abajo, el dato de crecimiento será mayor.
Esto explica por qué las tasas de crecimiento en los servicios “siguen siendo chinas”: rondan el 10% mientras que la industria y la construcción se están amesetando en torno del 5/6%.
Más allá de las intenciones electorales del gobierno, es necesario –desde el punto de vista republicano– que el Congreso de la Nación legisle la urgente autonomía del INDEC y la revisión de todas las series del 2007 –de precios, pobreza y PBI– y de todos los indicadores cuestionados.
Es necesario conocer la verdad del actual modelo. Hoy por hoy, lo único que sabemos es lo que nos dicen los candidatos oficiales y el gobierno. Tales dichos no puede refrendarse en datos creíbles y reales. Y esto, no sólo a los efectos de conocer la auténtica bondad del actual modelo económico sino, fundamentalmente, en función del principio republicano de publicidad de los actos de gobierno y libre acceso a la información pública.
(*) Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas. Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas