Las condiciones para que la compra del 25% de YPF por empresarios argentinos con buen diálogo político con el gobierno sea atractiva son dos; primero, que se extiendan los plazos de las concesiones de las áreas petroleras y gasíferas lo máximo posible y, en segundo lugar, que el precio interno tienda a acercarse al internacional.
Presentar la venta del 25% de Repsol-YPF como su argentinización puede encerrar como objetivo el mejorar la imagen pública y disminuir la conflictividad política que podrían generar ambas decisiones políticas.
No es cierto que esta operación tiene lugar entre compradores argentinos entusiastas y vendedores displicentes o resignados. Todo lo contrario. La extensión de las concesiones en el tiempo y el blanqueo de los precios internos puede conducir al final de la película a que el 75% que quede en poder de los accionistas actuales de YPF termine con una valuación superior a la que tenía el 100% inicial.
Por supuesto, siempre puede argumentarse que en esta operación existe un riesgo empresario y que el mismo depende del comportamiento futuro del precio internacional del petróleo.
Para algunos analistas, el precio actual de 70 dólares es insostenible; tarde o temprano va a disminuir. Supongamos que, en el largo plazo, el precio internacional baje a 45/50 dólares. ¿Seguiría siendo rentable comprar el 25% de YPF si hubiera una caída de esa magnitud en el precio internacional?
En las negociaciones sobre la venta del 25% de YPF, para valuar el flujo futuro de la producción probablemente se tome como punto de partida el actual precio interno de 35 dólares el barril de petróleo crudo y el gas natural, a 1,40 dólares. Si ello fuera así, el nuevo accionista tendría un amplio margen para soportar una caída del precio internacional del petróleo.
La compraventa de una empresa envuelve enfoques distintos, según se trate del vendedor o del comprador, sobre el valor de la misma. El primero suele llamar la atención al comprador sobre el valor de los bienes que esa organización incluye en su balance general. Así, resalta el valor de las propiedades, de los stocks y de los activos financieros, entre otros. A estos valores les resta el total de sus pasivos comerciales, financieros y con la DGI y a todo ello suele agregarle, además, un cierto valor llave.
Por su parte, el comprador, además de verificar si los precios de los bienes incluidos en el balance efectivamente se corresponden con los precios del mercado, le agrega un elemento adicional que no tiene nada que ver con el pasado de esa empresa sino con su futuro: la estimación de la ganancia que podría esperar en los próximos veinte o treinta años, de adquirirla.
¿Cuánto valen los yacimientos y los oleoductos si sólo tienen autorización para producir y transportar petróleo y gas por diez años?
Esta visión sobre el futuro es muy relevante en el caso particular de YPF, por dos motivos. El primero de ellos tiene relación con el hecho de que la mayoría de las concesiones actualmente vigentes, otorgadas por el gobierno en 1992 para los yacimientos de petróleo y gas de YPF, vence en el 2017. Por lo tanto, sólo se puede valuar la empresa en función de un flujo futuro de ganancias por diez años –esto es, hasta el 2017–, salvo que el gobierno decidiera prorrogar las concesiones por un período más extenso. De aquí se deduce que una condición necesaria, pero no suficiente, para hacer rentable la compra del 25% de YPF es que el Estado extienda –por ejemplo– por lo menos por diez años adicionales las concesiones petroleras y gasíferas.
En segundo lugar, actualmente el precio internacional del petróleo es de 70 dólares el barril, mientras que el precio interno, descontando las retenciones a las exportaciones, es de 35 dólares. Esta diferencia de valuación entre la cotización internacional y la interna nos plantea el interrogante de cuál es el valor que debemos tomar en cuenta en nuestros cálculos de rentabilidad para los próximos treinta años.
El comprador de YPF, obviamente, va a considerar que el país está muy próximo a enfrentar una crisis energética terminal, crisis que inevitablemente conducirá a la revisión de las distorsiones de precios energéticos que se han venido acumulando en los últimos cuatro años. Pero también es cierto que, con un horizonte de tiempo extendido a treinta o cuarenta años, menor será la ansiedad de precios en el corto plazo y mayor la flexibilidad política de los nuevos y viejos accionistas de YPF.