La pregunta resuena en todas partes apenas se produce una fuerte oscilación en las bolsas asiáticas: ¿es éste el comienzo de una nueva crisis bursátil? El fantasma del inédito derrumbe que comenzó hace diez años en Tailandia y llevó al borde de la quiebra a los demás países de la región –además de hundir en la pobreza a millones de personas– sigue vivo. Pero los expertos están seguros de que una crisis similar no volvería hoy a dejar la región de rodillas.
“Entonces había muchos problemas fundamentales. El exceso de capital extranjero, los créditos a corto plazo, el alto endeudamiento y las tasas de cambio fijas los mantuvieron ocultos por mucho tiempo. Ya no es el caso”, afirma la economista Ramya Ramachandran del instituto Ideaglobal de Singapur. “No veo problemas fundamentales en las economías de la región, ninguna sobrecapacidad y ninguna deuda excesiva”, dice el director de First Grade Holdings en Filipinas, Astro del Castillo.
En Tailandia, Corea del Sur, Indonesia, Filipinas y Malasia reinaba hace diez años una especie de fiebre del oro. Las acciones y los inmuebles no paraban de revalorizarse y las bajas tasas de los mercados internacionales permitían endeudarse sin límite. Pero la burbuja no era sostenible. La presión sobre el baht tailandés aumentó hasta hacerse insoportable, según muchos analistas por la deliberada presión de especuladores extranjeros que buscaban forzar una crisis monetaria.
El 2 de julio de 1997 el Banco Central de Bangkok tuvo que desvincular la cotización del baht de la del dólar y la moneda tailandesa se devaluó un 20%. Muchas empresas que acumulaban montañas de deuda en divisas repentinamente impagables se declararon en quiebra. Los inversores de todo el mundo huyeron de la región y uno tras otro, los “tigres asiáticos” fueron arrastrados por la crisis.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) salvó a Tailandia e Indonesia de la bancarrota con multimillonarios créditos condicionados a dolorosos ajustes financieros. Como consecuencia inmediata, la miseria se extendió todavía más entre los habitantes de la región. Corea del Sur recibió el mayor crédito en la historia del FMI: 58.000 millones de dólares. Actualmente, el país lleva el cartel de alumno modelo en materia de recuperación económica.
La hoy en día decimosegunda economía del mundo volvió a la normalidad mucho más rápido que los demás afectados. El producto bruto interno se redujo un 6,9% en 1998 tras años de crecer a tasas de dos dígitos. Pero ya el año siguiente, Corea del Sur creció un 9,5%.
El gobierno, siguiendo los dictados del FMI, había abierto el mercado interno, reestructurado el sistema bancario, facilitado la venta de empresas y la entrada de inversores extranjeros.
En Indonesia, las severas medidas impuestas por el FMI a cambio del préstamo de 50.000 millones de dólares desataron los disturbios sociales que precipitaron la caída del dictador Suharto. La apertura democrática trajo aire fresco pero también grandes desafíos. Los fundamentalistas islámicos ganaron fuerza y la corrupción se volvió un problema acuciante. El frágil sistema judicial indonesio causó dudas a los inversores extranjeros y hay demasiados desempleados entre los 240 millones de habitantes del país musulmán más poblado del mundo. En Tailandia, que necesitó 17.000 millones de dólares del FMI, el ineficaz abordaje de la crisis llevó al poder al populista Thaksin Shinawatra, depuesto hace nueve meses por los militares bajo acusaciones de corrupción. Desde entonces, los inversores miran con preocupación hacia Bangkok.
Diez años después de la crisis, Asia se encuentra “otra vez en la senda del crecimiento sólido”, según constata el economista del Banco Mundial para Asia oriental, Milan Brahmbhatt. Incluyendo a China, la región creció el año pasado un 8,1%, más que nunca desde el fin del crash. La reflexión posterior de los ministros de Finanzas asiáticos a las humillantes condiciones del FMI fue contundente: “Nunca más”.
Los países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático más China, Japón, Corea del Sur y Hong Kong acopiaron entre tanto reservas por 3 billones de dólares, que serán más accesibles en caso de una nueva emergencia. La región duplicó su producción y vive de las exportaciones.
“Sin el crecimiento de China y las reformas estructurales que la crisis forzó en toda la región, la recuperación habría sido mucho más difícil”, opina el viceministro de Finanzas de Singapur, Tharman Shanmugaratnam.
En el año 2000, el 21% de las exportaciones iba dirigido a Estados Unidos, ahora sólo el 14%. En cambio, China pasó de comprar el 12 al 22%. (dpa)