Todo parece indicar que la economía comienza a desacelerarse.
Las últimas estadísticas oficiales, a las que hay que sumar un contexto complejo para la economía nacional de corto y mediano plazo, permiten proyectar un incremento del PBI para la Argentina en el 2007 por debajo del promedio consolidado durante el período 2003-2006.
Para algunos analistas económicos, la crisis energética determinará un nuevo piso en los niveles de crecimiento. Los más optimistas aseguran para el segundo semestre del año una caída de un punto sobre el PBI. Otros arriesgan pérdidas superiores a los dos puntos. De esta manera los “cuellos de botella” que comienzan a manifestarse en el programa económico no permiten aprovechar en su plenitud el buen contexto internacional que presentan hoy los mercados.
Ya no quedan dudas de que la economía, mal que le pese al gobierno de Kirchner, mantuvo su crecimiento en estos últimos años utilizando la infraestructura generada por las inversiones realizadas en la década de los ’90. Las estadísticas son elocuentes en este sentido.
Durante el período 2003-2006 la demanda de energía eléctrica en todo el país creció 47%. La oferta, en ese mismo período, lo hizo a una tasa del 6%. Otro dato a tener en cuenta: las inversiones sobre el sistema energético durante 1994-1997 totalizaron los 22.000 millones de dólares, mientras que entre 2003-2006 las mismas no alcanzaron los 3.000 millones (cifra declarada por el gobierno nacional).
Frente a estos y otros datos, no había que ser un gran visionario para anticipar que la crisis energética aparecería de un momento a otro en el país de no llegar las inversiones para sostener creciente la oferta en el sistema. Pero el gobierno pareciera que se mantiene autista a las estadísticas, sus proyecciones y los reclamos empresariales.
Su estrategia es sostener la oferta de energía con compras “spot” a vecinos países pero no sentarse a negociar con las empresas del sector privado para poder armar un esquema sustentable de producción y abastecimiento que permita proyectar escenarios más allá de los próximos dos años.
Primero llegó el acuerdo por el gas con Bolivia, estando aún Carlos Mesa como presidente del vecino país. Según el ministro De Vido con la firma de este importante acuerdo se compensaban los potenciales desequilibrios del sistema frente a los crudos inviernos que se avecinaban. A esta altura del año, ya se debería estar importando algo más de 10 millones de metros cúbicos desde Bolivia. No hay infraestructura ni voluntad política para ello. El actual presidente Morales sólo cumple con la entrega del orden de los 3,5 millones de metros cúbicos de gas y a precios hasta cinco veces superiores a lo que hoy el gobierno paga a boca de pozo a las empresas instaladas en la Argentina.
Después fueron el fuel-oil y el gasoil que se trajeron de Venezuela a cambio de hacienda en pie y alimentos de la canasta agrícola. Ese combustible se terminó pagando casi tres veces más del valor que se conseguía en el mercado interno. Con un gran escenario mediático montado por el gobierno, Kirchner anunciaba que no se iba a permitir el desabastecimiento del mercado de combustibles y que Venezuela estaba dispuesta a dar todo el gasoil que fuese necesario para compensar “las políticas especulativas de algunas empresas que no quieren vender”. Años más tarde, el secretario “todopoderoso” Guillermo Moreno fue un poco más allá: “¡En poco tiempo más, va a llover gasoil en toda la Argentina!”. Los pronósticos más que optimistas de Moreno nunca se cumplieron. El mercado ganó la batalla.
Y en esta semana, el presidente Kichner se apoyó en la ayuda eléctrica de Brasil aduciendo otra frase que, seguramente, quedará para la historia: “En el verano devolveremos toda la energía que hoy nos está prestando el gobierno de Lula”. Algo que no debe ni creerlo el propio presidente brasileño. Por las dudas, el gobierno del vecino país ya cobra la entrega de esta energía que, obviamente, se termina pagando mucho más cara que la generada en el país.
La pregunta del millón es: ¿hay posibilidades de sostener la economía con esta matriz energética? La inestabilidad institucional de países como Venezuela y Bolivia no dan previsibilidad al sistema. Y sin previsibilidad, las inversiones productivas no terminarán de afianzarse en el país.
Lo peor que hoy puede pasar es no asumir que el país se encuentra en una “crisis energética”. Sin esto, no se puede hacer un claro diagnóstico para dar soluciones al tema. Y sin respuestas a estos problemas, la economía puede llegar a ingresar en una espiral negativa que termine por afectar estructuralmente al crecimiento del país.
EFECTOS SOBRE
LA INFLACION
La falta de energía afectará los niveles de inflación por dos vías distintas.
Por un lado determinará un estancamiento en los niveles de producción (oferta) que sumados a una demanda plenamente activa profundizarán los actuales desequilibrios de precios en el mercado. Es decir que, proyectando en el corto plazo una menor oferta en la producción con una demanda que se mantendrá –vía aumento de salarios– creciente, los desequilibrios terminarán por ajustarse sobre la variable del precio.
Por el otro lado, el 70% de las industrias (datos oficiales de la UIA) proyectaron un crecimiento sobre la demanda de energía del orden del 15% para este año. Esa mayor demanda se pagará a precios muy altos –todavía no están fijados en la mayor parte de los casos– lo que se terminará por traducir en mayores costos para la industria. Quierase o no, esos mayores costos terminarán siendo trasladados al producto reflejándose los mismos, sobre el final de la cadena, en los bolsillos del consumidor.
Hoy ya se ven productos como el pan, los lácteos y las frutas con precios en alza pese a que los indicadores oficiales del INDEC muestran que la inflación se mantiene casi sin alteraciones. Estas subas que los consumidores ya están observando sobre los artículos de primera necesidad se deben en gran parte al aumento de la energía y la falta de insumos para la producción.
El gobierno y las empresas son conscientes de que en los próximos meses la economía deberá convivir con dos inflaciones: una real y otra oficial. La idea es llegar con este esquema hasta diciembre. Al nuevo gobierno le quedará la aguda misión de corregir estos desvíos inflacionarios.
Pero por otra parte entregará una economía creciendo a tasas importantes. La menor contribución de la industria al crecimiento va a estar más que compensada por el sector agropecuario.
Según un reciente informe realizado por Fundación Mediterránea, el campo que hizo una contribución nula al crecimiento del PBI en el segundo trimestre del 2006 ahora podría estar aportando entre 1 y 1,5 puntos porcentuales dependiendo de cómo se realicen las mediciones de la actual cosecha y la evolución que presenten los precios de los commodities en los mercados internacionales.
Algunos analistas aseguran, por los datos aludidos, que la actividad industrial tendría un piso en torno al 6 y 7% en el crecimiento del 2007 de no mediar problemas extraordinarios al abastecimiento energético. Pero aun cuando las restricciones de energía puedan subsanarse, no debe minimizarse su impacto sobre las expectativas: la pregunta es si no se han comenzado a afectar decisiones de inversión por incertidumbre respecto de las condiciones de abastecimiento a futuro. Algunos ya contestaron a esta pregunta en forma afirmativa.
La industria,
estancada
La industria manufacturera mostró en mayo un crecimiento de 6,3% interanual, por debajo del andarivel registrado durante el año anterior que se ubicó en el 7,9%.
El rubro con mayor crecimiento en el segundo trimestre sigue siendo vehículos automotores, que aportó en mayo 3,7 puntos porcentuales, con una suba de 39,7% interanual en el mes.
Así lo confirma un estudio elaborado por la Fundación Mediterránea en el que se destaca que es probable que a lo largo del año este sector mantenga tanto el ritmo en torno al 20% como la incidencia en su aporte al EMI, en torno a 2 puntos porcentuales en base a los datos de los primeros cinco meses del año. Después se incluye un pelotón de sectores que crecen a un ritmo razonable y con poca volatilidad. Aquí se incluyen: alimentos y bebidas, textiles, edición e impresión, sustancias y productos químicos, caucho y plástico y metalmecánica. En caso de que estos sectores mantengan el ritmo de crecimiento de los cinco primeros meses del año y, dada su ponderación, ya tendríamos un piso de 4% anual que se suma a los 2 puntos de automotores.
Entre los sectores donde es más difícil la estimación para el total del 2007 está la refinación de petróleo, que pondera 9,9% en el EMI. En los primeros cinco meses esta industria crece a buen ritmo de 5%, aportando medio punto porcentual a la suba del EMI. Sin embargo, esta tendencia es producto de inversiones recientes de ampliación pero no de nuevas plantas, por lo que el impulso de los últimos trimestres podría agotarse. Otro sector con volatilidad es el de los productos minerales no metálicos, que es fundamentalmente cemento, que está vinculado a la normalización que se experimenta en la industria de la construcción.