La Legislatura neuquina recibió hace pocos días el proyecto de presupuesto para el 2007, cuyos recursos –de casi 3.700 millones de pesos– lo convierten en el más abultado de la historia provincial. El componente principal de esta enorme masa de fondos proviene de regalías: 914,2 millones por el petróleo y 564,4 por el gas, mientras que otros 83 millones corresponden a hidroelectricidad.
Recordemos que la incorporación de las grandes represas hidroeléctricas durante la década de 1970 y la importante dotación de hidrocarburos convirtieron a la provincia del Neuquén en la típica proveedora de energía del país. Con poca población relativa y situada geográficamente en la meseta patagónica, la abundancia de recursos naturales no renovables fue delineando su estructura productiva, a tal punto que la dependencia respecto de las actividades extractivas fue profundizándose hasta llegar a representar hoy más del 50% del Producto Bruto Geográfico.
El patrimonio hidrocarburífero está compuesto por las primeras explotaciones en Cutral Co y Plaza Huincul, con rendimientos decrecientes, y la nueva e importantísima área en Loma de la Lata, cuyo descubrimiento en 1977 cambió la perspectiva e historia del Neuquén. A partir de entonces, los grandes cambios en la trayectoria económica fueron provocados por fenómenos exógenos: en los noventa, las privatizaciones que precipitaron la concentración de la economía y terminaron con lo que había sido el motor del crecimiento, las empresas públicas. En el marco de la caída internacional del petróleo, ello significó un duro golpe para la región, que incluyó las recordadas protestas sociales en la comarca petrolera, la reducción en los salarios públicos por parte del entonces gobernador Felipe Sapag y un clima de gran conflictividad.
En el nuevo siglo, la profunda crisis del 2001 paradójicamente inauguró en el Neuquén un período floreciente, ya que el dólar alto se combinó con crecientes valores del petróleo y pagos en pesos devaluados. Si bien es el Estado nacional, vía retenciones, el que determina en última instancia los precios internos del “oro negro”, la situación ha sido tan favorable que la provincia acumula como nunca antes superávits presupuestarios gracias a las regalías.
Las características del funcionamiento económico y político del Neuquén la aproximan a la categoría de economía petrolera, dependiente de un recurso estratégico cuyo precio es externo y sus variaciones dependen de acontecimientos de difícil predicción. El crudo se mueve en un mercado oligopólico dominado por una oferta concentrada en regiones políticamente inestables, seguido de actividades de extracción, transporte y transformación en manos de grandes empresas del llamado Primer Mundo. Su precio tiene poco que ver con sus costos y el consumo está ligado al ciclo económico de los países centrales y de la influyente China.
En el Neuquén la economía petrolera funciona como un enclave: absorbe una mínima porción de la mano de obra, los intercambios con otros sectores de la producción son irrelevantes y los beneficios fluyen fuera de la región, dentro de la lógica de las multinacionales que los obtienen. El nexo con el entorno llega a través de las regalías, siendo el gobierno el único gestor de su administración, que actúa expandiendo redes de asistencia y una economía terciaria ligada al gasto público. La vieja idea de que la mejora de la situación económica conduce a la consolidación democrática de los países es cuestionada por el desempeño habitual de las economías petroleras. Si el fenómeno del crecimiento se da juntamente con una marcada desigualdad en la distribución del ingreso y la inexistencia de una oposición cohesionada frente al poder, la consecuencia suele ser el debilitamiento de la calidad de la democracia, traducido en formas autoritarias que intentan penetrar en todos los ámbitos de la sociedad civil.
También, y esto es clásico, la Justicia pierde autonomía y el rol del Poder Legislativo es minimizado. La dimensión institucional es relevante, en especial en una provincia en la que una misma fuerza política, el Movimiento Popular Neuquino, ha tenido una influencia decisiva desde su creación, hace más de 45 años.
La recurrente presentación a la sociedad de programas que prometen modificar la matriz productiva neuquina implica el reconocimiento por parte del partido gobernante de la vulnerabilidad de la estrategia económica, aunque en la práctica la dependencia respecto del sector extractivo no ha sido revertida. El frustrado polo petroquímico y el archivado proyecto “Neuquén 2020” son algunos ejemplos, así como también el cobro extraordinario de una importante suma de dinero en concepto de regalías mal liquidadas a principios de los noventa durante el primer mandato de Sobisch, que se diluyó en destinos que nada tienen que ver con la diversificación.
El otro gran planteo fue la “alianza estratégica” con la empresa española Repsol en el 2000, cuyo resultado tangible fue la prórroga del contrato de concesión del área hidrocarburífera más importante de la provincia, Loma de la Lata-Sierra Barrosa, diecisiete años antes de su vencimiento. También la reconversión es el argumento utilizado para justificar el endeudamiento de 250 millones de dólares aprobado por la Legislatura a fines del 2005 y materializado durante el 2006.
Teniendo en cuenta que es una medida que compromete a las generaciones venideras, es sorprendente que la decisión haya sido tomada precisamente cuando la provincia percibe los mayores ingresos extraordinarios. El destino anunciado de los fondos es un conjunto de obras públicas que teóricamente cambiarán la fuente de riqueza de la provincia; sin embargo, a excepción de la construcción de un canal de riego y algunas rutas en el postergado interior neuquino, el resto de los emprendimientos –en especial los autódromos– difícilmente favorezca el replanteo del perfil productivo.
El argumento que instala a la diversificación –y no a la especialización– en el corazón del proceso de desarrollo de una economía extractiva cobra especial validez en momentos en que los propios funcionarios del gobierno provincial prevén para los próximos años el “amesetamiento” de la producción petrolera. No obstante, el futuro del Neuquén está asociado principalmente a dos variables que no controla: en primer lugar, a los vaivenes del precio internacional del barril de crudo y en segundo término, a la duración de las reservas petroleras y gasíferas, en franca disminución (se calcula que hoy no superan los doce años). El horizonte es difuso al ser empresas privadas las que disponen del recurso y deciden la exploración de nuevos yacimientos. En este contexto, la búsqueda responsable de un proyecto de reconversión productiva constituye una imperiosa necesidad.