El paro agropecuario de reciente realización en la Argentina puso al descubierto las debilidades de la estrategia de confiar sólo en el tipo de cambio como política de crecimiento. La experiencia chilena, por caso, demuestra que la competitividad genuina no se gana con devaluaciones sino con instituciones económicas y sociales bien diseñadas. El sistema impositivo, la gestión del gasto público, la organización del mercado de trabajo y el manejo estratégico de acuerdos comerciales explican las diferencias del éxito comercial de Chile, aun cuando su moneda se aprecia con respecto al dólar.
Resulta paradójico que en uno de los sectores más beneficiados por la devaluación se haya desencadenado una protesta como la que realizaron las entidades agropecuarias. El conflicto desnuda las limitaciones de confiar casi como única herramienta de política pública en un tipo de cambio alto. Planteado en otros términos, lo que se está poniendo en evidencia es que tan importante como tener un tipo de cambio competitivo es contar con instituciones sanas, transparentes y que promuevan y faciliten las mejoras de productividad.
Comparando el desempeño exportador de la Argentina y Chile, aparecen indicios de la importancia de la calidad de las instituciones como factor de desarrollo de la competitividad de los países. Evaluando en perspectiva lo ocurrido en los últimos cinco años y tomando las proyecciones del Banco Interamericano de De
sarrollo para el 2006, se puede observar que:
" El tipo de cambio nominal en la Argentina se multiplicó por tres y las exportaciones crecieron algo más del 60%.
" El tipo de cambio nominal en Chile cayó más del 20% y las exportaciones se incrementaron más del 220%.
" Las exportaciones por habitante de la Argentina son de aproximadamente u$s 1.100, mientras que las de Chile son de u$s 3.600 por habitante. Es decir, Chile exporta 3,4 veces más que la Argentina.
En el 2005, Chile registró por primera vez un volumen de exportaciones superior al de la Argentina. En el 2006 lideró el crecimiento de las exportaciones de Latinoamérica, jugando un papel clave el crecimiento en un 60% de las ventas a EE. UU., asociadas a la firma de un tratado de liberación comercial. Si bien el alto precio del cobre explica parte de la fuerte expansión de las exportaciones chilenas, los determinantes más importantes y estructurales se relacionan con la organización interna del país.
La capacidad de las empresas chilenas para producir con buenos estándares de calidad y precio se sostiene gracias a su entorno, que favorece y promueve las ganancias de productividad. El gasto público en educación y salud tiene un mayor contenido de inversión en capital humano porque hay menos derroches de recursos. Los salarios en dólares
son más altos que en la Argentina, pero al haber menos burocracia y menos litigios judiciales, la contratación de mano de obra es más fácil, simple y segura. Como la mayoría de los contribuyentes paga sus impuestos, las alícuotas son más bajas, los impuestos son económica y socialmente menos distorsivos y las finanzas públicas muestran resultados sistemáticamente superavitarios. Hay mejor infraestructura y garantías en la provisión de los servicios públicos. También, más acceso al crédito y a los mercados internacionales, gracias a acuerdos comerciales guiados por criterios pragmáticos y no por ideologías.
En la Argentina, la fuerte devaluación de la moneda sirvió para adecuar la paridad cambiaria en una situación plagada de ineficiencias, privilegios, prebendas y corrupción. El costo fue "licuar" los ingresos de la gente. La asignatura pendiente sigue siendo ganar competitividad genuina a base de mayores niveles de productividad. Para ello se necesita mucho más que un ajuste en el valor del tipo de cambio.
Un sistema productivo nacional sólido y dinámico, que sea internacionalmente competitivo, es la base para generar riqueza y oportunidades a todos los habitantes del país. Como lo demuestra la experiencia chilena, su construcción depende de un trabajo sistemático orientado a incorporar racionalidad en cada uno de los múltiples aspectos que hacen a la organización económica y social de un país. Por eso, mas allá del alivio transitorio que está dando la devaluación y el buen momento internacional, la agenda de políticas públicas pendientes que tiene la Argentina sigue siendo amplia, compleja y muy parecida a la que tenía antes de la crisis del 2002. Sólo asumiendo con valentía política e idoneidad técnica transformaciones profundas, dentro de algunos años no estaremos lamentando una nueva crisis sino comentando y describiendo la forma en que la Argentina recuperó las posiciones de liderazgo que tuvo en el pasado.
La organización interna de un país define el desarrollo de su comercio.
Por ello hace falta más que un tipo de cambio alto para garantizar el éxito.