Si bien el ratio Inversión sobre PBI alcanzó el trimestre pasado el máximo valor desde 1981, no es tan alentador cuando lo comparamos con otros países emergentes. Además, mientras en nuestro país la construcción explica el 61,5% de la inversión, ese ratio alcanza sólo 49% en Chile.
Los datos de Cuentas Nacionales, recientemente publicados por el INDEC, muestran que la inversión alcanzó 22,8% del PBI en el tercer trimestre del año, su máximo valor desde el primer trimestre de 1981.
Para sorpresa de algunos, esta razón es más alta que el promedio del período 1990-1999, que fue de 18,8% del PBI. En una perspectiva histórica, los gastos de inversión parecen ser promisorios para el crecimiento de nuestro país. De todas maneras, debemos tener en cuenta dos advertencias: por un lado, comparando con varios países emergentes, el ratio resulta aún pequeño; por otro lado, el componente de construcción constituye una parte muy importante de los gastos totales de inversión.
Si observamos la región latinoamericana, Argentina parece ser un alumno que va en línea con el resto de los países: en 2005, los ratios Inversión/PBI de México y Brasil, 19,3% y 19,9%, se ubicaban prácticamente en los mismos niveles del de nuestro país, que alcanzó el año pasado 19,8%. De las tres economías más importantes de la región se distingue claramente Chile. En el vecino país, el año pasado, los gastos totales de inversión alcanzaron un impresionante 29,2% del PBI: Chile es claramente un campeón latinoamericano de la inversión.
Echemos una mirada a otro sector del globo donde también hay países emergentes deseosos de mejorar sus condiciones de vida: Europa del Este. Por ejemplo, en 2004, la república Checa alcanzó un ratio Inversión/PBI de 27,6%. Hungría se ubicó el año pasado un poco más atrás, con 23,7%. En cambio, Polonia, se encontraba en el pelotón de cola de la región, con una razón de sólo 19% en 2005. Por último, un caso extremo lo constituye China, que estaría experimentando tasas de Inversión sobre PBI de aproximadamente 40%.
Además, un dato que los analistas vienen apuntando hace tiempo es que en nuestro país, gran parte de los gastos de inversión se realizan en la actividad de la construcción. El tercer trimestre de 2006 la razón Construcción sobre Inversión alcanzó 61,5%, un poco por debajo del máximo alcanzado en el tercer trimestre de 2002 (69,9%), pero aún encima del 59,9% de promedio registrado en el período 1993-1999. Si comparamos estos datos con los que surgen de las cuentas nacionales de nuestro vecino trasandino, queda claro que el mix de inversiones local requiere incrementar la inversión en máquinas y equipos: como se dice comúnmente, “muchos ladrillos y pocos fierros”.
En Chile en el tercer trimestre de 2006, sólo el 49% del gasto total de inversión se destina a ladrillos. Y el ratio viene disminuyendo constantemente: en el año 1999 se encontraba a niveles mayores a los de nuestro país.
Inquilinos argentinos representan el 16%
El 67% de los habitantes es propietario de alguna vivienda y la edad promedio de los “jefes de hogares” supera los 50 años, contra el promedio de 40 que tienen los que deben alquilar y representan casi el 16% de los argentinos. Así lo destacó esta semana el INDEC al dar los resultados de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares, correspondientes al bienio 2004/05.
El relevamiento dio cuenta de que el gasto per cápita alcanzaba en ese período los 365,30 pesos por mes, con un valor “pico” de casi el doble en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con 812,9 pesos, lo que era compensado por los mínimos de 201,9 y 206,9 pesos en las regiones del Noroeste y Noreste, respectivamente.
En lo referente a la propiedad de la vivienda, el relevamiento dio cuenta de que el 67,4% era propietario, quedando un 15,9% como inquilino y otro 16,6% bajo la categoría de “ocupante y otros”. La edad promedio de los propietarios es de 54 años, contra los 40 años de los inquilinos.
Los inquilinos deben destinar la cuarta parte de sus ingresos a solventar ese alquiler contra 7,7% de los propietarios.
Ese mayor gasto en vivienda se da en detrimento de los gastos en salud, educación y esparcimiento.