| | El Lic. Oscar Liberman es economista, presidente de la Fundación Mercado de Bahía Blanca, profesor universitario, empresario y columnista del diario El Cronista, Infobae, Revista Noticias y Fortuna. Visitó Neuquén para dictar una conferencia organizada por el programa “Impacto económico”.
El siguiente fue el diálogo que mantuvo con “Río Negro”.
–La economía mantiene su nivel de crecimiento, ¿es sustentable esta perfomance?
–Rebotamos después de la devaluación y tenemos una tasa sostenida de crecimiento de casi el 9% anual durante casi 4 años. Se puede decir que la economía está fuerte. Después podemos relativizar esa información, no por el hecho de no valorar lo que está bien, sino por señalar que esto no está bien para todos, ni en todos los aspectos, ni que vamos a seguir con este crecimiento eternamente. Si se analiza el PBI per cápita ya la cosa cambia. Tenemos la mitad de la población bajo la línea de pobreza. La brecha entre ricos y pobres en la Argentina se sigue acentuando, con un desempleo que sigue siendo alto y algunas condiciones que empiezan a dar señales de fatiga.
–¿En dónde se están encendiendo las luces amarillas?
–Veo luces amarillas en los superávit gemelos. Para sostener esta convertibilidad de facto el gobierno necesita un superávit comercial y fiscal. Y ya no son tan gemelos. El gemelo fiscal está más chico que su gemelo comercial.
–¿Y eso por qué ocurre?
–Porque hay elecciones y el gobierno está aumentando el gasto público. En la Argentina construir poder significa repartir dinero. Los políticos hablan de alianzas programáticas, que suena muy lindo, pero cuando un presidente necesita sumar poder reparte plata con gobernadores e intendentes y consigue aliados. El gobierno tiene un dólar alto para tener competitividad artificial y de alguna manera le sirve la inflación pues recauda más. Mantener un dólar alto genera inflación por la emisión. Pero si sigue la inflación a este ritmo, se acentuará la brecha entre ricos y pobres porque el impuesto inflacionario es el más regresivo de la economía, al que más castiga es al que vive de un sueldo. Entonces, las ventajas que pudo extraer el gobierno de este modelo de competitividad cambiaria se están agotando y trae el problema de que la ecuación cada vez se parece más a la convertibilidad.
–¿Qué otras debilidades del esquema económico identifica?
–Empezamos a tener problemas energéticos, que no los veo tan difíciles en términos de oferta sino en términos de distorsiones tarifarias. En algún momento eso va a tener que sincerarse. También hay un problema de inflación contenida, me preocupa en los últimos meses el rumbo que está tomando la brecha entre precios mayoristas y precios minoristas. Esto determina que o caiga la rentabilidad o las empresas se vean necesitadas de sincerar esta situación.
–¿Hasta cuándo se puede mantener esta situación?
–Veo muy claro que este gobierno va a impedir que esto se sincere hasta que gane la próxima elección. Estimo que aproximadamente en febrero de 2008 se va a producir el sinceramiento de estos problemas.
–¿Cómo evalúa la tendencia de la legislación laboral?
–Estamos retrocediendo, porque se cargan costos contingentes que van contra la inversión. Si un inversor sabe que el personal le cuesta tanto y si hay un accidente o tiene que despedirlo le cuesta tanto, eso es tener previsibilidad. Si los costos contingentes son infinitos, si le puede salir 60, 1000, un millón, se paraliza la inversión porque tiene temor.
–¿Cuáles deberían ser los principales puntos de una agenda de reformas estructurales?
–El corazón de nuestra enfermedad es fiscal. En el gasto público y en los tributos tenemos mucho para hacer. Hay que derogar este código tributario que no sirve para nada, con una gran cantidad de impuestos. Es necesario un sistema simplificado, con menos cantidad de impuestos que se los pueda controlar y la gente los pueda comprender, con alícuotas mucho más bajas que no estimule la evasión y todos puedan pagar.
Hay que trabajar en la eficiencia del gasto. Que llegue el 80 o 90% al beneficiario final y no el 0,47% por cada peso que se gasta en educación, por ejemplo como históricamente ocurrió en la Argentina. Un mayor gasto público significa que la gente paga más impuestos. La lógica de los gobiernos es una lógica recaudatoria, no de eficiencia. No se piensa el Estado desde lo bueno que hay que hacer y ver cómo lo financiamos, sino ver cuánta plata podemos sacar. Es un enfoque voraz. |
