| La Reserva Federal de Estados Unidos, que es cada vez más un Banco Central mundial, aunque siga las pautas de su economía local, regula el movimiento internacional de capitales. No se trata de que la política monetaria norteamericana establezca el rumbo de la economía mundial. El rumbo de ésta evoluciona casi espontáneamente, como resultado de la pelea de posiciones entre los grandes grupos de capital, de la manera en que se posicionan los capitales financieros y de las batallas políticas que libran los estados nacionales para encuadrar y defender mejor a sus economías. La batalla se libra principalmente en la competitividad y en la productividad, pero no sólo por el inmediato ahorro de costo salarial o energético para producir sino por la preparación para otras instancias que exige elevar la productividad de la nueva economía mundial. Esas instancias son muchas: la preparación de pequeñas industrias decisivas para la localización de grandes inversiones, el desarrollo de la infraestructura, el estímulo al mercado sin elevar demasiado los costos, los entrelazamientos productivos, la política de estímulos, la consecuente regulación estatal, el resultado de los conflictos sociales, políticos y militares internacionales y la marcha de la revolución científico técnica, que no está predeterminada sino que se desarrolla en función del conjunto de variables antes mencionada y la necesaria cuota de azar siempre presente en la invención y la innovación. De ahí que nada más inútil para entender la economía mundial actual que los preconceptos de la economía académica predominante en nuestras universidades y que sí, en cambio, ofrecen buenas bases de cálculo económico para proyectos determinados o para medir determinadas magnitudes, pero no para representar la complejidad económica y social del mundo moderno. Lo que ha hecho la Fed hasta el momento, después del derrumbe accionario de 2001 (atribuido a los atentados para disimular el desequilibrio nacido del mercado), fue bajar las tasas de interés para fomentar la recomposición de los capitales depreciados y reducir los costos financieros, pero esa política se excedió hasta el punto de generar nuevas burbujas, que en las acciones no tienen la magnitud de aquel momento. Además, como los precios del petróleo se mantuvieron retrasados muchas de las grandes compañías que habían caído en desgracia se endeudaron para invertir en acciones petroleras, lo mismo que las compañías, que preveían un futuro mercado en ascenso. El peso de los futuros del petróleo incentivó a los fondos de inversión a colocarse en ellos y finalmente el precio se alejó exageradamente de sus costos de producción para regirse por la especulación propia de la burbuja que ha generado, compulsada por la guerra en las áreas petroleras. Para frenar esa crisis, la Fed invirtió su política y empezó a elevar desde hace dos años sus tasas de interés de referencia, tratando de contrarrestar de esa manera la depreciación del dólar. Aunque se presenten pausas en las subas, la crisis va a seguir por largo tiempo porque la rentabilidad de la mayoría de las compañías se encuentra en descenso, frente a un incremento de las rentas extraordinarias provenientes del petróleo, de los alimentos y de la tecnología. En Estados Unidos el mercado se divide en tres secciones: la financiera, que es la más importante, la de las industrias clásicas, en dificultades o declinación, y la de la tecnología diferenciada, que capta cada vez más utilidades. El mayor beneficio presente de la Argentina se ha asentado en el aumento de los precios de las materias primas, que ya no están sujetas al peligro de grandes bajas por la ascendente demanda asiática. Otra parte del beneficio es el mismo comercio con Asia, que tiene mayor trascendencia que el que tuvo lugar en su momento con Gran Bretaña. Otro beneficio es que la necesidad energética de la Argentina, Brasil y Chile promoverá la verdadera concreción del ABC, base del Mercosur, y la transformación completa de Bolivia y Venezuela, grandes receptoras de divisas que podrán invertirse en la región. Otra oportunidad es el desarrollo minero, la tecnificación acelerada de la agricultura, que constituye una verdadera reforma agraria capitalista indispensable para el retrasado crecimiento industrial nacional. Esta realidad necesita otra legislación, otro tipo de regulaciones, un papel diferente del Estado y del Banco Central, que deberá acumular divisas para evitar los shocks internacionales y un distinto concepto de la política, que es lo más difícil de entender para los partidos tradicionales. En 2007 podrán sentirse los efectos de la crisis, ya que hasta noviembre o diciembre la Fed podrá frenarlos, tanto como la depreciación del dólar, pero el país está pertrechado para los meses difíciles y en 2008 habrá pasado la ola principal de la crisis internacional y se presentará un horizonte en que estas premisas todavía no plenamente explotadas por la crisis mundial se potenciarán y podrían cambiar para siempre y de manera promisoria el horizonte del país. El centro de esta comprensión es de naturaleza política, pero tendrá repercusiones en la revisión del papel de las ciencias económicas y sociales. |