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Domingo 16 de Julio de 2006
 
 
 
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  PERSPECTIVAS
  Partidas presupuestarias
Si la crisis internacional aconseja el cambio de partidas, el gobierno debe ser ágil en este sentido. La oposición no quiere facilitar la movilidad de los fondos públicos porque eso genera vulnerabilidad.
 
 

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Ya no es novedad que existe una crisis financiera mundial que se evidencia en la amenaza de tequilazos o de crisis nacionales o regionales como las que se vivieron en Asia en 1997, en Rusia en 1998 y en Brasil en 1999. El caso de la Argentina en 2001 está en la misma línea pero fue mucho más grave porque se retrasó la devaluación mediante un endeudamiento imposible de pagar. Pero hay otros factores que diferencian la situación argentina. Hasta la crisis de 2001 (el derrumbe de la Bolsa de valores de Nueva York), hubo asistencia crediticia fácil para todos los perjudicados por situaciones como esa, pese a lo cual el tembladeral fue en todos los casos muy severo porque ningún país estaba preparado. Pero después de 2001 la asistencia a los emergentes se contrajo y eso también diferenció a la Argentina de los otros.
La política monetaria internacional era laxa. Precisamente, el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIP) produjo un duro cuestionamiento al ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, por haber prolongado demasiado la ola de liquidez mundial.
Con la llegada de Ben Bernanke a la dirección de la Fed la cuestión cambió. No fue un cambio personal porque la tendencia a contener el impulso exuberante de los mercados al que se refería Greenspan llegó por la misma dinámica de la economía. Si hay burbujas múltiples, algunas a medias y otras completas como la del mercado inmobiliario en Estados Unidos y en Europa, esa situación se combina con un endeudamiento creciente y el alza de las tasas de interés. No se necesitaba ser un adivino para darse cuenta de que comenzaba un proceso de ajuste mundial o, si se quiere, un cambio del ciclo financiero internacional.
El ajuste no podría ser violento, a la manera en que tuvieron que ajustar los asiáticos, México, Brasil o la Argentina porque el centro del problema está en Estados Unidos y los países industrializados. Son ellos los que emitían reserva y deuda, y el doble déficit norteamericano y el bajo ahorro en ese país no se puede seguir sosteniendo con compras sin límite de dólares de los asiáticos porque existe la amenaza de una baja abrupta de la divisa, que podría generar una recesión internacional mayúscula. Se trata de ir haciendo la tarea de a poco o desinflando la burbuja sin extremar la suba de las tasas.
Los estadounidenses pretendieron desde el principio que China revaluara el yuan para frenar la depreciación del dólar y el incremento de su deuda, pero China tiene una política independiente y esta vez casi todos los mercados emergentes adoptaron otra política. Se desendeudaron, juntaron reservas y sólo concedieron en revaluar, como Brasil, porque la política productiva ya está orientada y diversificada y su ciclo depende preponderantemente de la inversión privada y el financiamiento externo.
La Argentina siguió otra política diferente a la del ajuste, que en esta columna se trató de explicar como una respuesta lógica a la situación del país y del mundo. Si la Argentina revaluaba y atraía endeudamiento, volvía a 2001. No le quedó más remedio que seguir la ruta contraria al ajuste y afirmar la producción nacional, que de esa manera se despegaba un poco (bastante) de la coyuntura mundial (que, por otra parte, es lo que hacen los industrializados en la ronda de Doha). No entender tal dilema en estos términos fue una calamidad para la oposición política. Es cierto que el gobierno no se jugó a esta posición por la coyuntura internacional sino por convicción política de que la única manera de eludir la repetición de 2001 y sus consecuencias es producir y diversificar la producción y entender que, si bien la Argentina se especializa en los agroalimentos, tiene que afirmar esa base con un desarrollo regional más completo, corredores bioceánicos y, sobre todo, un crecimiento industrial diversificado, no para producir todo en el país sino para producir lo más posible, generar un saldo comercial favorable y financiar los pasivos y el crecimiento.
Si se lee atentamente el Informe del BPI cerrado el 31 de marzo último y presentado a su 76° Asamblea Anual, se verá que se reconoce que la razón última de la crisis está en la insuficiencia de la demanda (la denomina una tendencia secular y figura en la pág. 170 de dicho informe) y en las perturbaciones periódicas del sistema financiero, reforzadas por la liberalización de dicho sistema (en la misma página). El BIP ofrece directivas para los bancos y los responsables de las políticas económicas. Las directivas son muy diferentes en uno y en otro caso.
Para los primeros establece la posibilidad de crear bancos listos para actuar (“off the shelf banks”) (pág.175), es decir, dar solvencia a una institución financiera insolvente atenuando las repercusiones de su posible cierre, inyectando liquidez de manera selectiva, y favorecer que los bancos adopten todas las medidas oportunas para garantizar su solidez y optar así por la ayuda in extremis de las autoridades.
Para los Estados nacionales recomienda cooperación y compartir el ajuste, algo que obviamente no sucedió cuando fueron los países emergentes los perjudicados. Los bancos son una cuestión privada con reglas generales establecidas por cada Estado nacional y en la Argentina su situación mejoró, pero aquí, como en todos los países emergentes, la importancia del gasto público es tan grande como la de los bancos para crisis de este tipo. Sin embargo, la comunidad financiera internacional quiere la menor intervención posible, para que sean los bancos los que decidan, claro que con el apoyo del gran banco central del mundo, que es la Fed, y de los títulos que emite el gobierno estadounidense.
La disputa sobre la variabilidad en la asignación de los fondos públicos va a tener una gran importancia por este motivo. Si la crisis internacional aconseja el cambio de partidas, la administración tiene que tener la misma agilidad que el BIP pide para los bancos. La oposición ha puesto el ojo en no facilitar la movilidad de los fondos públicos porque de esa manera genera una mayor vulnerabilidad al sistema político. Ese es el centro de la cuestión.

 

   
CARLOS ABALO
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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