| En estos días ha finalizado la rueda de negociaciones entre Argentina y Brasil en torno al nuevo régimen automotriz del Mercosur. Si bien no se ha establecido fecha precisa para la liberalización del comercio de autos entre ambos países, se ha determinado un coeficiente de desvío del comercio más exigente que el vigente y se ha acordado mantener stand by el tratamiento arancelario para las autopartes de extrazona. La experiencia internacional nos muestra que en gran parte el desarrollo de la industria automotriz ha estado sujeta a decisiones de política industrial implementadas por los gobiernos. El caso argentino no es la excepción. De hecho, haciendo un poco de historia, en la Argentina este sector nace en 1959, bajo el gobierno de Frondizi, como una decisión gubernamental y, a partir de allí, los ciclos de su evolución estuvieron muy ligados al efecto de los regímenes específicos aplicados como también a los ciclos de crecimiento de la economía del país en su conjunto. Desde ese entonces hasta la década del ’80 el mercado de autos estuvo regido por distintas normas y reglas que lo hicieron crecer y desarrollarse. En los años ’80 devino la apertura comercial, en tanto que en el ’82 el contexto fuertemente recesivo del país hizo que la producción y el consumo interno cayeran vigorosamente. A partir de entonces se inició todo un proceso de involución y de fuerte atraso tecnológico que se extiende hasta 1990. A principios de los ’90 la economía argentina daba los primeros pasos en la implementación de un programa económico que planteaba un reordenamiento macroeconómico general. El sector automotriz no fue ajeno a esto. El régimen automotor que estuvo en vigencia durante toda esa década se sancionó en 1991. Tal régimen, junto con el crecimiento de la economía, hizo resurgir a este fragmento del mercado. El sistema tenía dos mecanismos principales que actuaban combinados: la reserva del mercado a través de un cupo a la importación para los que no producen en el país y un sistema de intercambio administrado que les permitía a los fabricantes importar vehículos y autopartes con un arancel preferencial, en función de las exportaciones. En particular, se permitía importar hasta u$s 1,2 por cada dólar exportado. Esto implicó una transferencia enorme de recursos de los consumidores a las empresas, ya que la restricción al ingreso de vehículos importados significó tener precios internos muy superiores a los externos. La beneficiosa trayectoria iniciada en aquella década se vio modificada por circunstancias puntuales. En 1994, Brasil implementó un sistema similar al argentino y, en el 96, aplicó una política de subsidios para el desarrollo del sector, ambas medidas enmarcadas en el Plan Real hicieron que la industria automotriz de aquel país experimentara un notable crecimiento. Más adelante, a esto se le sumaron la devaluación de Brasil en 1999 y las demoras en las definiciones respecto de las reglas a implementar luego de 2000, momento en el cual se iniciaría la liberalización del comercio bilateral. Las pautas de administración para la transición se lograron cerrar bilateralmente en junio del año 2000. La norma que estableció las reglas de juego en aquel momento en la Argentina fue el decreto 660. Tal receta surgió como corolario de casi dos años de negociaciones en las que se intentó remontar el impacto negativo de los sucesos comentados anteriormente. En él se determinaron un cierto contenido local mínimo y una forma progresiva de liberalización del comercio, en tanto que se introdujo una nueva forma de medición del contenido nacional. Específicamente, se estableció que la medición se haría parte por parte y que no se permitiría contabilizar el valor agregado de la fábrica, en tanto que las piezas importadas desde Brasil, compensadas con exportaciones, ya no podrían ser consideradas nacionales. Todo esto contrasta fuertemente con el sistema de la década pasada. Poco tiempo después reaparecieron las nego- ciaciones con el país socio, que proponía rever los términos del decreto vigente en Argentina. Aunque hubo pequeñas modificaciones, la esencia de lo acordado permaneció inalterada. Es así que se consagraron por aquel entonces las pautas que han regido hasta hoy. En definitiva, el régimen automotriz vigente establece un comercio administrado que permite al conjunto de la industria importar hasta 2,6 veces el valor fob de las exportaciones. Este sistema vencía el 31 de diciembre de 2005 y fue prorrogado hasta el 30 de junio del corriente año. Ante el apremio del vencimiento, ambos países redefinieron el nuevo régimen. En las negociaciones la postura de Argentina fue “condiciones de mercado y de desarrollo productivo, para luego entrar en el camino de la búsqueda de liberalización del comercio”. Por su parte Brasil pretendía pasar, lo antes posible, a un régimen donde no hubiera restricciones comerciales, en línea a lo marcado por cualquier bloque comercial del “tipo al que pertenecen”, en tanto que demandaba un “flex” amplio para la transición. Argentina ha postulado contemplar las asimetrías, la necesidad de una protección más efectiva para el sector de autopartes y que el régimen administrado se mantenga sin vencimiento. A su vez, ha reclamado un flex calculado por empresa, de forma tal que las terminales automotrices tengan que radicarse en ambos países para disponer de las ventajas del régimen. En materia de autopartes, Brasil pretendía lograr una baja de aranceles para favorecer a la mayoría de las fábricas instaladas en el Mercosur, que están en su territorio. Argentina, por el contrario, pretendía reducciones de aranceles únicamente para repuestos que no se fabriquen en la región, de modo de fortalecer al autopartismo local. En este punto cabe recordar que con las modificaciones en el tipo de cambio que protagonizó cada país en los últimos años, donde el peso se devaluó y el real hizo el camino inverso, muchas terminales en Argentina empezaron a elaborar programas de desarrollo de producción de autopartes para sustituir importaciones. A su vez, algunas empresas de autopartes, que se fueron a Brasil a fines de la década del ’90, hoy intentan retornar al mercado local. Después de varias reuniones y entredichos, hoy la Argentina logró un comercio más restrictivo y mantener como hasta ahora la protección al mercado autopartista, mientras que no ha podido hacer efectiva su demanda por un factor de desviación comercial que empiece a regir por empresa y no por sector. SOLEDAD PEREZ DUHALDE Consultora Exante. |