Durante la semana pasada el repliegue de los inversores por las caídas bursátiles en el mundo derrumbó los mercados emergentes. El 23/5 "La Nación" reprodujo un artículo de "Wall Street Journal" (en adelante LN-WSJ) con un título que expresaba el fenómeno de la baja y, al mismo tiempo, "El Cronista", 23-5, p.23, (en lo sucesivo CC) interrogaba si era un cambio de tendencia o una corrección pasajera. La pregunta es muy importante. Tanto CC como LN-WSJ formularon reflexiones que muestran la endeblez del bagaje analítico que a veces tiene la economía para dar cuenta de fenómenos como la crisis de los treinta, que se han reiterado recientemente con la crisis asiática, la rusa, el tequila o la argentina. Según LN-WSJ los bancos centrales del mundo industrializado se están preparando para subir las tasas de interés "más agresivamente de lo esperado" porque la inflación de Estados Unidos se aceleró y "provocó temores de que las tasas deberían aumentar aún más" para controlarla. Las acciones estadounidenses vienen cayendo de manera sostenida desde el 10 de mayo, "cuando la Reserva Federal indicó que quizás no hubiera terminado de aumentar las tasas", acompañadas con el aumento de las tasas de los bonos soberanos de ese país, considerados la inversión más segura en tiempos de riesgo. Los países emergentes no habían sido castigados hasta ahora con igual intensidad "desde la crisis de 1997-1998, cuando una serie de devaluaciones en Asia sacudieron los mercados en todo el mundo". Según Craig Karmin, autor del artículo de LN-WSJ, muchos países en desarrollo pasaron de tener déficit comerciales a acumular superávit y sus monedas flotaron más, lo que debería proteger sus economías "de ventas tan violentas como las de la década pasada". En la Argentina, el crecimiento excepcional también estuvo sostenido con la estabilidad de las tasas de cambio, que oscilaron en alrededor de 3 pesos y acompañaron al dólar en su depreciación para no perder mercados ni importar la desaceleración y el auxilio de controles cambiarios ante la salida de capitales. En CC, Sabrina Corujo señala que se trata de un escenario menos líquido con políticas monetarias más restrictivas y que, tal como lo repite el conjunto de la prensa económica, las tasas de interés de la FED podrían elevarse hasta 5,5 o 6% a fines de año. Lo mismo que en LN-WSJ se reconoce una inflación internacional mayor a la supuesta y que no se ve un piso de corrección. Cabe agregar que esto fuerza a la FED a aumentar las tasas después de intentar frenarlas con sucesivos ajustes que no llegaron a trabar la actividad económica, a tal punto que la OCDE todavía prevé un año de alto crecimiento mundial. En este último artículo, que reúne opiniones variadas de importantes analistas, llama la atención la sorpresa ante los acontecimientos y el grado de desorientación frente a los fenómenos que se están viviendo. Benito Berber (HSBC) dice que es "una oportunidad de compra ya que ni los fundamentals ni la situación política de la región justifican la importante caída". Boris Segura (Standish Mellon) reconoce que la inflación está siendo mayor que la esperada, que ha aparecido un fuerte aumento de la aversión global; acepta que el fenómeno es internacional y arriesga que "con este ajuste en las valuaciones los emergentes se vuelven aún más atractivos". Luciano Laspina (Macrovisión) es sincero: "No creo que pueda existir un colapso en los activos porque no está en los fundamentals, pero no me animo a pronosticar el alcance de la corrección". ¿Los fundamentals no registran una fuerte caída en los activos? Y si éstos no registran la crisis, ¿por qué se dice que existe la posibilidad de una crisis? Ante todo, porque ahora, al contrario de lo que sucedió en la segunda mitad de los noventa, está claro que no se trata de una sumatoria de crisis nacionales de los emergentes sino de una crisis global y que los problemas de inflación que trata de corregir sin éxito la FED están en la economía estadounidense. Por lo tanto, la solución no sólo está en el rumbo de las economías nacionales sino, sobre todo, en el de la economía global. Pese a que esta conclusión obvia se basa en la acumulación de déficit externos y fiscales en Estados Unidos, ya se empieza a hablar como si la corrección la tuvieran que hacer los demás países, que deberían adoptar políticas antiinflacionarias restrictivas del crecimiento y revaluar las monedas para que el dólar se vuelva más competitivo y Estados Unidos pueda corregir sus déficit. De ahora en más ésta será la pauta que dirimirá dos políticas nacionales posibles en cada país. Después de los noventa, Asia siguió creciendo. Si la retracción estadounidense les resta mercados, Europa podría estar más receptiva y sobre todo Japón, pero, además, lo estarán los países productores de petróleo y todos aquellos que, como los del Mercosur, puedan impulsar sus ventas a los mercados chino asiáticos, que son los expansivos, aprovechando al mismo tiempo la dinámica interna y regional. Si esto es así, Asia y los nuevos países industriales que surjan en el resto del mundo importarán más equipos y nueva tecnología de los viejos países industrializados y la economía global alcanzará un nuevo escalón de expansión. Esta es la apuesta al modelo productivo. Si no fuera así, la inversión que se retraiga irá a la acumulación financiera. Aparecerán nuevas burbujas y, así como la crisis de 2001 corre el riesgo de repetirse cinco o seis años después, las próximas serán más frecuentes y la economía mundial presentará una secuencia permanente de ciclos rápidos de bajo crecimiento (fase alcista corta y reiteradas amenazas de inflación) y burbujas pinchadas o desinfladas. Esta sería la apuesta del modelo financiero. La crisis internacional en ciernes coincide con la convocatoria del gobierno para ampliar el frente político que sostiene el modelo productivo. Y también con la formación de un arco opositor ya no basado en el centro derecha liberal de matriz conservadora sino en un eje peronista-radical. Así, es muy probable que el peronismo y el radicalismo se escindan ante la línea divisoria del modelo de país a elegir frente a la economía mundial en mutación. Después de todo, ambos partidos han sido casi siempre afectados internamente por la posible reconversión argentina frente a un nuevo escenario mundial. Así sucedió con el yrigoyenismo y el alvearismo ante la crisis del treinta, con el frondicismo y el radicalismo tradicional frente a la industrialización de posguerra y con el peronismo ante la crisis de los setenta o frente a la globalización de los noventa. Hoy renacen las discrepancias en ambos partidos frente a las limitaciones de la globalización, que incluye la mayor o menor inclinación por la industria o por la senda tradicional agrario financiera, las diferencias acerca de la integración latinoamericana y por las políticas productivistas destinadas a aprovechar la nueva situación de un mercado mundial cuya porción tradicional repite permanentes crisis sistémicas que traslada a la periferia. Si éste fuera el principal eje organizador del debate, quedaría todo más claro. |