Manuel Enriquez fue el impulsor del desarrollo productivo de esta parte de Neuquén y junto a Victoria Borja anfitriones del lugar. El poeta Gregorio Álvarez les escribió una poesía destacando su talento para agasajar a los invitados que llegaban de todo el mundo para visitar el establecimiento "Moño Azul". Victoria y Manuel sentían pasión por contar la historia del dique, la obra que permitió el desarrollo de la fruticultura del Alto Valle. Vivieron en Vista Alegre 44 años, allí crecieron sus hijos Roberto, Carlos, Susana y Graciela (Viky) y hoy cuentan a "Río Negro" fragmentos de la historia del lugar.
Manuel Enriquez muestra un árbol genealógico frondoso. En Mendoza, sus padres- José y Consuelo- tuvieron los tres primeros hijos, el resto nació en Neuquén. En total fueron seis varones y tres mujeres: Miguel, Norberto, Honorio, Manuel, José, Esteban, Josefa, Manuela y Florencia. Por varios motivos esta familia de pioneros prefiere iniciar el relato de su vida en esta geografía. El principal fue que aquí hizo realidad el sueño de todo inmigrante y de todo argentino de su tiempo. Aquí empezaron a vender frutas y verduras, actividad que creció tanto que en un momento dieron vida a una de las más importantes empresas frutícolas de la región, "Moño Azul".
Cuando la empresa frutícola consolidó su poder, los hermanos Enríquez hicieron varios emprendimientos. Uno de ellos hizo historia en los alrededores del dique Ballester. Manuel y su esposa Victoria Borja se establecieron en Vista Alegre, donde vivieron 44 años.
Mucho antes que apareciera el boom bodeguero en Neuquén, Manuel Enriquez instaló riego por goteo en la zona de Vista Alegre y en 1975 plantó las primeras vides y frutales. Era un desierto. En pocos años se transformó. Detrás de uno de los establecimientos más antiguos de "Moño Azul", en Vista Alegre, Manuel hizo su experimento con el que adquirió el título de pionero. Uno de los capítulos de su vida que más le gusta recordar.
Emprendió una plantación en la zona que llamó del Altiplano. Una plantación única. "Fue una idea loca, loca pero exitosa. Loca para los que estaban acostumbrados a ver el Valle al lado del río, pero no para los que habíamos andado por el mundo, donde aprendimos que hasta en un desierto, con tecnología apropiada se podía hacer brotar la tierra?.".
"Nos fuimos a vivir a Vista Alegre en 1956. Vivimos 44 años en un lindo chalet. Pasaron por allí nueve embajadores, presidentes, gobernadores, autoridades y distintas personalidades. Llevamos un libro de visitas: fue el capítulo de las relaciones públicas de Moño Azul. Mostrar el establecimiento me permitió conocer a mucha gente, entre ellos a la gente de Hidronor que me asesoró para hacer mi plantación secreta", cuenta Manuel.
"Nuestro establecimiento de Vista Alegre nació como establecimiento modelo. Ahora hay muchos, pero entonces era el ejemplo a seguir .Yo vivía por allá y recorría mucho la zona, mirando para dónde podíamos crecer cerca de ese núcleo. Entonces le comenté a mi padre que quería hacer una plantación por allá arriba, hacia el desierto. La plantación está situada cuando vas a Centenario, como para Mari Menuco, a dos mil metros de la subida, mano derecha está la plantación y a mano izquierda está la planta compresora de gas. En ese lugar hay como 70 pozos de petróleo. Teníamos 7500 hectáreas".
"Mi padre me dijo que nadie iba a aprobar semejante proyecto. De cualquier manera, mi hermano Miguel y mi padre me apoyaron. Durante una temporada fui disfrazando la inversión. Las bombas y las cañerías las saqué todas de las obras de Cerros Colorados. Cuando terminaron la obra y vendieron infraestructura que tenían, me vendieron a precio de ganga cosas fundamentales para el emprendimiento: dos bombas poderosas, cables, caños, casas prefabricadas. Empecé a hacer la plantación con los desechos de la empresa española; le compré hasta un hotel que tenían en Cerros Colorados, todo a un precio ridículo. Ellos se querían deshacer de todo y yo me quedé hasta con la bandera española que tenían allí".
"Planté 18 hectáreas de frutales de todo tipo para ver qué comportamiento tenían, cuál se adaptaba mejor; viñas, duraznos, cerezas, pelones, nogales, membrillos, almendros. Seguí experiencias hechas en Israel, EE.UU, Australia, Sudáfrica y las que se hacían en Cuyo fundamentalmente en vid y uvas de mesa? La primera planta de este lugar la plantó mi padre, la segunda yo y la tercera mis hijos".
Hizo un estudio de suelo, era todo muy feroz. Había que regar por goteo, pero todo era apto. A los dos años empezó a cosechar. "Nunca había comido pelones más ricos que esos", recuerda. "Tenía mucha confianza en la uva", tal como lo cuenta "Manolo" en dos entrevistas periodísticas que le hizo este diario en 1974 y 1977 y las bodegas que hace unos años están allí le dieron la razón.
Era suelo seco en un lugar cálido. El viento era uno de los principales problemas, como las hormigas y la gramilla de una especie llamada Tupé que tiene abundantes raíces y perforó con sus espinas los caños de riego. "¡Hasta que nos dimos cuenta! Tuvimos que traer cañerías reforzadas, cambiarlas toda. Después tuvimos que cercar con una alambarado de un metro de altura para que las liebres no se comieran las plantas. Después tuvimos que investigar por qué algunas plantas se secaban, había un gusano blanco, que le decían "taladro" que estaba en los alpatacos y empezó a atacar a los frutales. Cosas que en el mundo no había eran típicas de esta geografía. Por suerte fui porfiado y fui venciendo esas dificultades?incluso el viento, porque al crecer las plantas se fueron autoprotegiendo".
"Cuando empecé seguí personalmente el desmonte, la emparejada, todas las actividades contra viento y marea, de lunes a lunes. Tuve que domar la tierra; en eso me tocó ser pionero a mí también. Pero lo logré, una lucha contra el alpataco y el viento. Luego de esa etapa siguió la de la instalación de riego y la de plantar los frutales. Me asesoró Godofredo Bartush, técnico del INTA. Fue muy valioso su respaldo. Eso y los viajes por el mundo me sirvieron enormemente en esta experiencia".
"Bueno, cuando se empezó a ver la producción tenía que preparar el momento adecuado para contar a mis socios lo que había hecho. Resulta que todos los meses se hacían reuniones de directorio en Buenos Aires y de vez en cuando se hacían acá, en Regina y en Neuquén. La idea era recorrer propiedades; ya teníamos varias. Y le tocó el turno a Vista Alegre en noviembre. Para mí fue ideal. Hicimos reunión, asado y recorrida. Cuando llegó el postre les serví unas cerezas impresionantes que había cosechado en mi plantación. No podía esconder más mi secreto. Y después que todos elogiaron las cerezas, los llevé. Los llevé arriba. Cuando vieron la plantación se preguntaban: ¿quién se habría metido a plantar en ese lugar?. Me preguntaban si sabía de quién era esa plantación... y así les conté. ¡No lo podían creer!".
Les explicó que lo había hecho con poco dinero y se entusiasmaron, enseguida propusieron hacer 50 hectáreas más. "De cereza no se conocía nada en el Valle, había miniemprendimientos de dos o tres hectáreas, nada más, de modo que era una primicia importante. Ahora se ven. Mi hijo Carlos hoy tiene 50 hectáreas, el ingeniero agrónomo, quien me reemplazó cuando me jubilé, hoy gerente de Salentein. Mis hijos tuvieron la fortuna de viajar para conocer toda la producción frutícola del mundo. Se formaron y actualizaron muchísimo. Tenían nuestro aprendizaje pero además estaban enriquecidos por los estudios y los viajes. Roberto, mi otro hijo, estudió ingeniería industrial y se dedicó, dentro de la empresa, a empaque y frío. Toda la parte industrial la manejó él. Nuestras máquinas fueron en esos momentos las más modernas del Valle?.".
MÁS RECUERDOS
Victoria Borja estaba al frente de la organización de todos los eventos que se hicieron en el domicilio familiar y Manuel de los que se realizaba en Moño Azul. Llegaban muchos vistantes al lugar, de modo que ella organizó una visita turística, cuyo comienzo estaba en el dique Ballester, el principio de la fruticultura valletana.
"Cuando me casé nos fuimos a vivir a Vista Alegre. Pensé que vivir en una chacra sería algo tranquilo pero nada más lejos que eso. El establecimiento Moño Azul de Vista Alegre era un establecimiento modelo, un ejemplo a seguir y llegaba gente todos los días para saber cómo se estaba trabajando allí. ¡Las visitas eran muchísimas!".
"Recuerdo una larga lista de funcionarios nacionales... el ministro de salud de la Nación, Rodríguez Castex... Recuerdo un tiempo intenso de visitas cuando se realizaban las obras de El Chocón, vino por ejemplo, el presidente del Banco Mundial, Robert Mc Namara y su mujer, Margaret Craig. Mc Namara nos dio al obispo De Nevares- que nos acompañó en algunas oportunidades- y a nosotros una estampita con motivo de una misa que se había oficiado en New York en recuerdo a Bob Kennedy, muy amigo de nuestro visitante, quien luego secretario de Defensa de J.F. Kennedy."
Visitaron la zona los embajadores de Italia, Zaire, México, y otros. También los visitó el ingeniero Ballester, el ingeniero Sureda, el general Olascoaga, los gobernadores de Neuquén. Felipe Sapag, el senador Salvatori y otros legisladores de Neuquén como el senador Solanas.
"Una visita que recuerdo con especial cariño fue la del embajador de EE.UU, John David Lodge y su esposa, una italiana monísima que salía en las mejores revistas europeas, Francesca Bragiotti. Ella se sorprendió mucho cuando le mostré revistas en las que estaba con su familia en España", recuerda Victoria.
Otra visita memorable fue la del embajador de Irán, cuando gobernaba ese país el Sha de Persia.
También pasó por el dique Ballester y Moño Azul el equipo completo de Boca Junior, cuando estaba el famoso jugador Silvio Marzolini. "Era tan buen mozo que congregó a todas las mujeres de la zona. Ese almuerzo que tuvimos con el equipo de Boca en Moño Azul fue publicado en la revista de Boca que tengo guardada", agrega Victoria.
"No recuerdo el año exacto pero aquí también se realizó un homenaje al doctor Gregorio Alvarez. Importantes escritores del país llegaron para la ocasión: Jorge Luis Borges, Ricardo Molinari, Alicia Domínguez, María de Villarino, Arturo Cuadrado y los escritores locales Mario Roane e Ileana Lascaray. Tuvimos un cariño recíproco con Gregorio Alvarez, escribió una poesía para la familia?Otra anécdota que quedó para el recuerdo de este homenaje fue que Borges no se pudo quedar para la paella que habíamos preparado y tiempo después lo encontramos en Aeroparque y nos preguntó si cada grano de arroz de aquella paella que se había perdido habría mantenido su individualidad".
"No quiero olvidar un memorable encuentro de caciques que se hizo en Vista Alegre. Estuvo Manuel Namuncurá, entre otros. Firmaron un pergamino que guardo como un tesoro", agrega.
Junto al dique hoy está el "Parque Victoria", "un lugar que visita muchísima gente en verano y los fines de semana. Me enorgullece que lleve mi nombre. Mi marido cedió esas tierras al municipio de Vista Alegre en nombre de Moño Azul", concluye la anfitriona.
(S. Y)
