Barda del Medio es el pueblo en el que me crié y viví con mi familia. En este pueblo, al igual que mi madre, hice mi escuela primaria y fue donde tuve el placer de ejercer mi vocación docente. Esta experiencia me vinculó fuertemente con las necesidades de mis alumnos, de sus familias, la necesidad de ayudarlos a defender sus derechos muchas veces vulnerados. Y generó que hace unos años eligiera para ejercer la función pública la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Río Negro, en el cargo de subsecretaria.
Hablar de Barda del Medio me llena de recuerdos. Esta fecha aniversario, como todas las fechas conmemorativas, nos permite recordar y darle un lugar privilegiado al ejercicio de la memoria, especialmente a quienes tenemos un vínculo afectivo con nuestro lugar.
¿Cuáles son los hitos y los lugares que hacen a la memoria de este pueblo?
En Barda del Medio, la fuerza se impone a través de su historia: su identidad está marcada por el dique Ingeniero Ballester que le dio origen al pueblo y que actualmente nutre el Valle y sostiene la más importante actividad económica de la zona: la fruticultura.
Fue en 1910, un 17 de marzo que en un emotivo acto en el cual se encontraba presente el entonces presidente de la Nación, José Figueroa Alcorta y el ministro de Obras Públicas Félix Ramos Mexía que comenzó la construcción de la obra del dique.
El sueño en ese entonces se volvió realidad: transformar aquellos parajes desérticos en campos repletos de árboles frutales de diferente tipo.
Este hecho fundamental da cuenta de la vida, la construcción, el crecimiento y el futuro que continúa en el presente como ejemplo de desarrollo.
Pero la memoria no sólo se construye con hechos de este tipo sino que también está conformada por hechos dolorosos que, por lo angustiantes que resultan, fue muy difícil atreverse a recordar durante muchos años.
El desafío que se propuso este pueblo hace 5 años fue atreverse a recordar. El 24 de marzo de 2005, gracias a la sanción de una ordenanza por parte del Consejo Deliberante de Contralmirante Cordero y el apoyo de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Río Negro se creó el Bulevar de la memoria.
La memoria es la única manera de cambiar la historia, para no permitir que se repita aquello que causó dolor, sangre, muerte, para diferentes generaciones. Este es el caso de la dictadura militar que comenzó un 24 de marzo de 1976.
Los crímenes del terrorismo de Estado instalaron la experiencia siniestramente novedosa de la organización desde el Estado de una forma sistemática de detención, tortura y exterminio de ciudadanos. Los crímenes que salieron a la luz en la Argentina quedaron incorporados a una saga universal de crímenes contra la humanidad. Los presidentes militares de la dictadura se encuentran dentro de los grandes criminales de Occidente sostenidos en la criminalización del Estado que encarnaban.
La dictadura militar se vivió en todo el país y también se ensañó con nuestro pueblo. Podemos recordar la desaparición de una vecina muy querida, Mirtha Tronelli. Gracias al testimonio de su familia, especialmente de su mamá María Luisa Jacobo y de su hermana Silvia, pudimos reconstruir esta historia.
Mirtha estudiaba Trabajo Social en la Universidad del Comahue. Además, era maestra de música y tocaba el piano. Algunos la recuerdan dando catecismo en los escalones de la escuela. Diferentes personas que la conocieron hablan de ella de la siguiente manera: "Tenía ideales muy firmes, luchaba contra la pobreza del país, con sus compañeros recorría los barrios más pobres y se organizaban para repartir lo que la gente necesitaba".
Tenía 23 años cuando la secuestraron el 11 de junio de 1976 en la ciudad de Neuquén en su lugar de trabajo: Bienestar Social.
Ese día Mirtha le pidió a su padre Orlando que la acompañara a recorrer comisarías buscando a su amiga Cecilia Vecchi, a quien habían secuestrado el 9 de junio.
Orlando, su padre, buscó a su hija por todas las cárceles del país, fue acompañado por el obispo Jaime De Nevares de Viedma y Monseñor Hesayne en Neuquén sin poder saber nada de Mirtha. Murió con esa terrible pena.
Todos recordamos cómo este pueblo, mi pueblo, se volvió verde militar por la cantidad de soldados circulando por sus calles. A mis 10 años, mi maestra de 5º grado, Cristina Vega, dejó de asistir a clase de un día para el otro, en ese momento nos dijeron que tuvo que viajar muy lejos.
Con el tiempo, supe que debió exiliarse por el riesgo que corría su vida.
En esta fecha conmemorativa de la construcción del dique, elijo recordar lo vital y constructivo de este hecho fundamental. Y lo mortífero y aniquilante de cómo también este pueblo en su conjunto fue víctima de la dictadura militar.
En cada lugar del país que se recuerde y que se trabaje para el "no olvidar", se estará construyendo un futuro que combata y que se horrorice frente a la injusticia y frente al dolor propio y ajeno.
Para concluir, deseo compartir una cita de la narradora Griselda Gambaro quien logra, en la siguiente frase, establecer un puente entre el dolor del pasado y la obligación en el presente: "Memoriosos no sólo por una cuestión de equidad con los muertos, memoriosos porque así nos protegemos solidariamente de la repetición de la historia, y hacemos más segura y digna nuestra existencia".
(*) Subsecretaria de Derechos Humanos, ministerio de Gobierno de Río Negro