Hay dos ámbitos geográficos "precámbricos" de importante altura en América y de similar relevancia geológica en sus personalidades: una, la otrora Tenochtitlán, hoy México DF, la planicie con la atmósfera más contaminada del mundo a consecuencia de sus 20 millones de habitantes en sus 25.000 kilómetros cuadrados, y la otra, la patagónica meseta de Somuncura, entre los paralelos de San Antonio y de Puerto Madryn, cerca del corredor turístico de las playas patagónicas, con una superficie parecida a la de la provincia de Tucumán. Una perfecta meseta, mesa, isla rodeada y, en alguna medida, tallados sus bordes por el mar, cuando este espacio estructural lávico formado por un vulcanismo básico, con sus mil metros en promedio sobre el nivel del mar, era rincón de vida sobre esta parte del planeta.

En contraposición con México DF, Somuncura posee sólo un centenar de habitantes y su atmósfera es una de las más puras del mundo. Los caprichos de sus bordes manifestaban en su figura de isla abrigadas rías, ensenadas y caletas que hoy se identifican como Telsen, Gan Gan y Talagapa, en la provincia del Chubut, o Cona Niveo, Pailemán, Valcheta, Los Menucos, Maquinchao y El Caín, en Río Negro.

Sobre su planicie, con sus 1.700 metros el cerro Corona es su máxima referencia mirando al Atlántico, con las sierras Apas al sur.

Por el decreto 1986 de mayo de 1993, el gobierno de Río Negro declaró la mayor parte de esa jurisdicción área protegida, aunque poco o nada hizo en función de su responsabilidad normativa. Antes había puesto en marcha una investigación junto al Conicet, cuyo relevamiento en su fase exploratoria de la meseta al norte del Paralelo 42º fue realizado por un equipo interdisciplinario conducido por el licenciado Ricardo F. Masera, que hasta logró difundir en un documentado libro la vida relevante de ese contexto.

El plenario del 1º Encuentro Patagónico de Análisis de la Problemática de la Gestión Medioambiental en la Región, al tomar conocimiento el 4 de junio de 1993, en Viedma, de las investigaciones hechas en Río Negro en favor de Somuncura, hizo suya la gestión de interesar al gobierno de la provincia del Chubut, compromiso biprovincial que se plasmó en las gestiones López Ugarte-Torrejón, para que completara esa tarea científica, lo que permitiría estructurar un plan de manejo de uno de los ecosistemas más particulares del continente.

El Conicet y el Centro Nacional Patagónico de Puerto Madryn, con el aporte provincial, siguen siendo un excelente eje para esa investigación.

Esta misteriosa meseta forma parte de la biografía patagónica y resulta hoy uno de los ámbitos menos conocidos y transitados del país. Su puesta en valor para el ecoturismo no significará modificar su contexto natural o cultural; por el contrario: le proveerá de un posible apoyo sustentable, quizá el que mayores garantías aporte al lugar.

Sus pinturas y grabados rupestres, su flora y su fauna inéditas, su geología y los horizontes interminables que reflejan una sensación de soledad lunar encontrarán los "Ulises de hoy", turistas que busquen la aventura, crecientes consumidores de su propuesta.

En Río Negro Somuncura se aborda turísticamente desde Valcheta o Sierra Grande y en esta última ciudad se asocia con la nueva y exitosa propuesta del turismo minero y la ya consagrada Patagonia de las playas, que tiene en Playas Doradas otro argumento renovador sobre el tradicional mar.

Las consideraciones apuntadas conducen a recordar que en el imaginario colectivo universal la Patagonia al sur del río Colorado se inscribe y distingue por un áurea de leyendas que evocan sus planicies, vientos que ponen a prueba voluntades y vocaciones, lluvias y aguas escasas, fríos poco atenuados la mayor parte del año y, particularmente en su franja central, guanacos, ñandúes, liebres y ovejas.

La Patagonia es por encima de todo una gran diversidad, desde el volcán Domuyo, en el norte neuquino, hasta la bahía de Lapataia, en el Canal de Beagle; con hielos continentales de extensión similar a Somuncura, lagos de parecidos contextos a los de Suiza o Canadá, termas que no envidian los efectos curativos de las mejores de Europa, alerzales milenarios que ya vivían un siglo antes de Cristo, vestigios de vida y cultura en río Pinturas o en Los Toldos, Santa Cruz, de una antigüedad de 9 y hasta 12.000 años; una región que encierra en sus orillas atlánticas la mayor concentración de fauna marina del mundo.

Con la meseta de Somuncura, rionegrina y chubutense, se le incorpora uno de sus símbolos más destacados, con proyección de futuro; de esto saben mucho grupos extranjeros que a través de argentinos de firma fácil les justican experiencias. Allí en el futuro la Argentina jugará su identidad de país diferente.

ANTONIO TORREJÓN (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Ex ministro de Turismo de Río Negro. Asesor del gabinete honorario de la Secretaría de Turismo de Argentina