SKALICA, Eslovaquia (AP).- Los Balazova comieron durante un mes sólo patatas y arroz a fin de reunir dinero, en medio de sus penurias económicas, para comprarle una máquina de escribir eléctrica a su hija adolescente.
El sacrificio fue uno de los tantos que hicieron esos padres y rindió frutos: hoy Zuzana Balazova, de 31 años, es profesora en una universidad en Eslovaquia y estudia un doctorado en Sociología.
Zuzana forma parte de un grupo de gitanos, reducido pero cada vez mayor, que ha alcanzado las filas de una clase media educada en todo Europa que alienta el optimismo de que esa minoría tal vez sea capaz un día de aprovechar la educación para superar las barreras de los prejuicios que la han mantenido en la miseria durante siglos.
El problema de los gitanos encendió las alarmas durante el segundo semestre del año pasado cuando Francia puso en marcha un programa enérgico de deportaciones y los presentó como mendigos ignorantes que eran una carga para la sociedad.
"Para mí siempre estuvo claro que no deseaba un trabajo ordinario en alguna fábrica, tenerme que levantar temprano y hacer lo mismo siempre", dijo Balazova, quien aporta recursos a una organización de asistencia para niños gitanos desfavorecidos en Skalica, un poblado pequeño al oeste de Eslovaquia.
"Mis padres se sacrificaron bastante -dijo Balazova mientras abandonaba un cubículo en la Universidad de Europa Central para compartir su historia-. Lo agradezco e intento devolverles algo ahora".
Balazova salió adelante a pesar de tener todo en contra, incluidos el enraizado estigma contra los gitanos, la segregación escolar que a menudo los condena a una preparación inferior en algunos países y códigos sociales en sus propias tradiciones que aíslan a esa minoría del resto del mundo.
Un gran número de los aproximadamente ocho millones de gitanos en Europa vive en extrema pobreza y sufre el desprecio de las sociedades domi-nantes.
Durante las expulsiones que efectuó Francia, el gobierno detuvo a cientos de gitanos de Europa oriental y los deportó a Rumania y Bulgaria, en una acción que suscitó la condena de la comunidad internacional.
Como sea, para algunos gitanos han surgido nuevas oportunidades, gracias a programas de impulso a minorías en países como Hungría, becas de financiación privada, la determinación de personas como Balazova y el sacrificio de padres que a veces son analfabetos.
Se carece de estadísticas que indiquen cuántos gitanos en Europa han alcanzado la universidad debido a que la mayoría de los países en Europa central y oriental, donde vive el grueso de esa minoría, no las compila por grupo étnico.
El Fondo para la Educación de los Gitanos afirma que un 25% de ellos es analfabeto y Naciones Unidas asegura que hasta el 50% no ha terminado la primaria. Sin embargo, Judit Szira, del Fondo para la Educación de los Gitanos en Budapest, afirma que "aumenta absolutamente" el número de gitanos universitarios.
Diversas autoridades encargadas de asuntos gitanos se hacen eco de la aseveración de Szira.
"Tenemos un nuevo fenómeno -dijo Lucia Nicholsonova, viceministra para asuntos laborales, sociales y familiares de Eslovaquia-: antes teníamos gitanos con muy bajo nivel educativo, ahora hay una nueva generación de ellos que tiene una educación decente".
Lo malo es que una educación decente no protege a los gitanos europeos de los prejuicios, los cuales derivan principalmente en la creencia de que son ladrones o no desean trabajar.
Los defensores de los derechos de los gitanos reconocen que algunos integrantes de este grupo étnico sí han cometido robos y generalmente son la única minoría visible. Muchos gitanos, que se destacan por el color más oscuro de su piel, afirman que desean trabajar pero les desespera no poder encontrar un empleo.
Balazova dijo que nunca había sentido que sus maestros la discriminaran porque siempre fue una estudiante excelente, aunque cuando va a las tiendas las empleadas la ven con desconfianza.
La discriminación en el mercado laboral causa gran devastación entre los gitanos. La aversión a esas personas explica por qué muchas de ellas intentan pasar como "caucásicas" si han tenido cierto progreso socioeconómico.
KAREL JANICEKY VANESSA GERA
AP