"La gente habita. Es decir, vive. Son dos actividades inseparables. Como sea pero habita: algunos tienen acceso a una mansión (o a más de una); otros deben protegerse bajo la estructura de un puente, en un tugurio o conventillo cruzado por olores imprecisos, grietas y humedades; en un refugio de tablas- latas-cañas levantado en una villa de emergencia". (1)
Aunque lo que sucede en nuestra región no puede compararse por su dimensión ni masividad con lo acontecido en los últimos días en Buenos Aires, sí puede cotejarse con el dolor que la exclusión por la falta de un hábitat adecuado genera en miles de familias rionegrinas y neuquinas.
Aquí se dan particularidades desde lo cultural, lo geográfico y lo productivo. Uno puede observar imágenes montañosas dignas de una postal navideña, mesetas casi desérticas a simple vista, mares azul verdoso e impresionantes valles irrigados. Puede tener grandes áreas urbanas que desplazan la producción primaria y a su vez la necesitan, ciudades turísticas que no han contemplado zonas urbanas para que pueda desarrollar su vida la mano de obra que la actividad requiere, tener pueblos desbordados por una reciente producción vinculada con la extracción de recursos naturales y otros a los que la minería abandonó y se hallan desolados. Tener corredores urbanos donde el desarrollo de una ciudad impacta directamente en la siguiente como un juego de dominó. Dominó que arrastra a muchas familias a un nuevo tipo de exclusión, porque las zonas a las que pueden acceder para vivir a su vez las alejan de su familia, de su historia y sobre todo de sus capacidades laborales.
Podemos decir que en casi todos los paisajes de nuestro norte patagónico existen necesidades de tierra y vivienda y que estas necesidades están mayormente vinculadas con las realidades productivas de ese "paisaje".
Porque producir en un territorio implica personas, familias que viven, trabajan y generan riqueza y que por ello necesitan de determinadas condiciones para desarrollar su vida, y en este punto es fundamental el acceso a la tierra y a una vivienda adecuada.
Por todo esto cada día es necesario insistir más en la planificación de nuestros territorios, considerándolos no sólo un espacio geográfico sino como un escenario donde se construyen identidades y donde se producen pujas por los intereses sociales. Porque propiciar emprendimientos productivos o turísticos sin planificación, sin prever el crecimiento de sus ciudades, su abastecimiento, ni alternativas a la desruralización es poco menos que suicida.
Porque la rabia y el dolor que vimos estos días en tevé son elementos palpables en muchos barrios de nuestras ciudades y podrían representar una bomba de tiempo de décadas y décadas de "sin hacer o simplemente parchar" en cuanto a políticas habitacionales. Para no tener que buscar soluciones cuando el conflicto se exprese es necesario partir hoy del diálogo, la planificación y la decisión política que los diferentes niveles del Estado y de la sociedad deben demostrar ante esta problemática. Decisión política que debería ser trabajada desde el nivel local como parte del concepto de desarrollo y desde allí buscar la articulación necesaria para generar políticas alternativas de tierra y vivienda que generen soluciones de hábitat concretas y definitivas que incluyan la provisión de servicios de infraestructura básicos y el acceso a servicios de transporte, salud, educación y cultura, que respeten la diversidad cultural y estén destinadas a todos los sectores sociales y económicos que desarrollan su vida en esta región del país.
En definitiva, para que una política de vivienda sea integral, se requiere que sea elaborada en relación con el hábitat, que además sea el eje de una articulación entre la política económica y la social y se genere a partir de considerar a las personas como "ciudadanos" y no meros "beneficiarios".
(1) "La pobreza es una situación en la cual la persona no está en condiciones de satisfacer sus necesidades vitales no sólo en términos de sobrevivencia física (alimentación, salud y vivienda) sino también en términos de su desarrollo como persona: inserción social, política, identidad, sentido de pertenencia, acceso a la formación y a la información, etcétera. La definición del problema de la pobreza en esta perspectiva pasa por una redefinición del concepto de desarrollo entendiéndolo como la ´expansión de las capacidades de la gente´, el cual está basado en la potenciación de las capacidades y los derechos". Consuelo Corredor Martínez: "¿Es la pobreza un problema de exclusión? Implicaciones de Política. Pobreza urbana y políticas sociales en la ciudad del 2000".
ADRIANA HIPPERDINGER
(*) Arquitecta, integrante de la asociación Un techo para mi hermano de Río Negro