Villa Soldati era previsible. Para cualquier espíritu sin prejuicios, estaba en la naturaleza de la drástica mutación que se está plasmando en la arquitectura de la sociedad argentina, que parece destinada a modificar profundamente su perfil vía la pobreza, la exclusión y la marginalidad que compromete la existencia de más de 14 millones de seres.
Sin embargo, con los hechos de Soldati ya rodando, el poder se negó a hacer de la política un hecho creativo. Y enfiló, con pertinaz y obcecada voluntad, a abordar el problema desde la brutalidad en el razonamiento. Veamos.
* Brutalidad uno: los términos en que se abordó el problema desde la política en las primeras 72 horas de su desarrollo. En ese lapso, kirchnerismo y macrismo enjugaron responsabilidades mediante el miserable cruce de sacarse el sayo con falta de humanidad. Política ajena a lo que le da sentido desde el comienzo de los tiempos: la gente. Se apartaron de ella para lidiar en procura de sus propios intereses en la reproducción de poder. No fue una elección neutra de cara a las urnas del 2011. Durante esas horas esos poderes se miraron con el objetivo de causarse daño. No ganó ninguno. Perdió la Argentina.
* Brutalidad dos: kirchnerismo y macrismo reconocieron que tenían un problema el viernes a la noche cuando, al incrementarse la violencia en Soldati, se habló de un cuarto muerto. Lógica pura: sin ese eventual muerto -aún hoy no se sabe si existió- hubiesen seguido tratando el tema en términos lúdicos.
* Brutalidad tres: las argumentaciones con que el jefe de Gabinete nacional Aníbal Fernández justificó la no intervención de la Policía Federal para poner orden ante tanta violencia. De esas justificaciones se extrae palmariamente una conclusión: el Estado nacional no tiene soberanía sobre el Parque Iberoamericano. No hay otra lectura de las explicaciones. Soldati sería como las Malvinas al Estado nacional: un espacio integrado a su geografía y su historia pero no bajo su soberanía.
* Brutalidad cuatro: la acusación de "autoritarismo" a todo reclamo de que se pusiera fin a la violencia. La descalificación tuvo en Fernández su más intenso vocero. En su concepción, en la Argentina de hoy no hay espacio para reprimir. Es decir, la barbarie puede campear y reproducirse desde el convencimiento de que el Estado nacional no apelará a la legitimidad de su poder para impedírselo. Para el ministro, poner orden es fascismo.
* Brutalidad cinco, también a cargo del ministro: decir que Villa Soldati era un tema político, de solución vía la política, pero negarse a hacer política.
* Brutalidad seis, igualmente de Fernández. Solamente encuadrándolo como desquicio psíquico puede explicarse que haya dicho que la Federal no tiene recursos humanos para intervenir en un proceso como el de Villa Soldati. La Federal tiene más de 45.000 efectivos, número que supera a los de la Armada, la Fuerza Aérea y el Ejército. El 90% de los federales presta servicios en Capital Federal. Si la Federal puede disponer de 500 infantes y 700 agentes para que no se desmadre un Boca-River, ¿cómo se entiende que no pueda operar en Villa Soldati? No es cierto tampoco que, al enviar federales a Soldati, se descuidaba la seguridad del resto de la Capital. Si esto fuera así, ante cada Boca-River o clásico de esa naturaleza la ciudad queda en manos del delito.
* Brutalidad siete; se encargó de desplegarla el macrismo, no tanto su líder sino sus habladores con ansias de protagonismo mediático. Espacio donde abunda también la peregrina idea de que gobernar no es hacer política. En ese entorno desborda la convicción de que gobernar es una mera trama de cuestiones a cumplir: ordenanzas, decretos, incisos y etcétera, etcétera. Ingeniería pura. Hecha la ordenanza, se acabó este problema o se solucionó el requerimiento. No cabe la idea del contratiempo o la disfunción. Mucho menos que no se haya acertado con la decisión. En el mundo de los habladores de Macri no hay espacio para la duda. Piensan la política desde la rigidez del "deber ser". A ese paradigma lo llaman gobernabilidad. Pero no computan que -como lo señala Francisco Delich en "Sociedades invisibles"- "la gobernabilidad no es por lo general un problema de ingeniería jurídica sino del uso social de las normas. De la buena y la mala fe. Del salvaje interés de los grupos de poder y del uso astuto de los que no tienen poder para desafiar al poder". Aferrado a la rigidez normativa, el macrismo se olvidó de que Villa Soldati requería orden pero también política.
* Brutalidad ocho. Del kirchnerismo y macrismo. Al gambetear la política, dejaron de lado su rol más importante, lo que Lisandro de la Torre llamó "Ser la carpa donde se mitiga el problema y se regula el conflicto".
* Brutalidad nueve: el silencio del resto del espectro político a la hora de la sangre en Soldati. Sólo expresiones individuales de éste o aquel dirigente. Fue patético el pasar de largo de la UCR. Aspira a ser gobierno en el 2011. Tiene candidatos. Entusiasmo de volver por las viejas glorias de un pasado que se aleja. Y es un partido con historia aunque no se sepa dónde están sus votos. Aquella historia lo obligaba a definirse oficialmente ante la gravedad y proyección de los hechos. Pero el Comité Nacional se borró. Y cuando alguien desde ese plano se definió, habló pero no dijo nada.
* Finalmente, toda la brutalidad: la violencia. Es brutal que cada intervención de un cuerpo de seguridad en la Argentina termine con muertos. Y la violencia que se apodera del discurso de la sociedad a la hora de reflexionar sobre hechos como el del parque. El racismo. Hace un siglo, fueron blanco los españoles e italianos. Noventa años atrás, en la Semana Trágica, la Legión Cívica recorría las calles de Buenos Aires asesinando judíos con disparos de Colt 38 hechos por "gente bien" desde descapotables. Hoy les toca a los bolivianos. Poco hemos cambiado.
CARLOS TORRENGO
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