En nombre del "derecho" a la información, varias ONG defendieron la decisión de WikiLeaks de difundir cables diplomáticos que pusieron en un compromiso a muchos Estados, pero una "transparencia absoluta" puede, según diversos intelectuales, ser un peligro para las democracias.
"En su conjunto es positivo, porque esto desplaza el equilibrio del poder de la información entre los ciudadanos y los gobiernos": más vale la actual "libertad de expresión" que la censura del pasado "bajo el pretexto de la seguridad nacional", estimó el secretario general de Amnistía Internacional (AI), Salil Shetty.
Pues la divulgación de una parte de los 250.000 cables diplomáticos, algunos de ellos secretos, que circularon entre Washington y sus embajadas entre el 2004 y el 2010 se produce luego de años de acciones secretas en nombre de la lucha contra el terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, subrayó. Los telegramas diplomáticos, publicados desde el domingo por cinco diarios de referencia mundial -el estadounidense "New York Times", el británico "The Guardian", el español "El País", el alemán "Der Spiegel" y el francés "Le Monde"-, provocaron cierta incomodidad en muchos gobiernos.
En algunos casos el contenido de los cables fue bastante crudo aunque no aportaron revelaciones significativas.
Sea como fuere, "revelar la realidad política o diplomática del planeta es importante. La gente tiene el derecho de saber lo que dicen los políticos en su nombre y cómo negocian entre ellos", responde a los cuestionamientos el periodista de "Le Monde" Remy Ourdan.
Los analistas de los medios de comunicación son unánimes a la hora de subrayar la "responsabilidad" de los cinco periódicos involucrados en esta difusión, que examinaron y eligieron el material que les transmitió WikiLeaks para no poner a nadie en peligro.
En julio, cuando WikiLeaks dio a conocer documentos sobre Afganistán, fue acusado de haber aireado la identidad de afganos que trabajan para la coalición encabezada por Estados Unidos.
"Nos satisface la evolución de WikiLeaks porque nos parece bien esa colaboración con periódicos y ese trabajo de ponerlo en contexto, de verificar y de aplicar una pedagogía", opinó el secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Jean François Juillard.
¿Se puede publicar todo?
Sin embargo en esta carrera por la "transparencia a cualquier precio" existe una paradoja, según numerosos periodistas e intelectuales.
"Los diarios no pueden quejarse de beneficiarse de esta documentación instantánea y masiva sobre el funcionamiento de una política exterior que afecta nuestras vidas", afirma Laurent Joffrin en el diario "Liberation". Pero "en un mundo sacudido por violentos conflictos, un Estado no podría actuar bajo la permanente mirada de la opinión" pública, aclara.
En el mismo sentido se pronuncia el diario británico "Financial Times" cuando considera que "todas las informaciones del Estado no se deben hacer públicas".
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"Algunas cosas deben permanecer secretas para que los Estados puedan llevar a buen término sus asuntos y garantizar la seguridad de sus ciudadanos", afirma.
Más grave todavía, el hecho de que no se pueda poner nada por escrito hace peligrar el mismo arte de gobernar, como advirtió el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu, poco acostumbrado a expresar la opinión predominante. Acotó que ahora los gobiernos se guardarán la información, restringiéndola a unas pocas personas, para minimizar el peligro de una filtración.
Ese comentario plantea la inquietante noción de que hay que limitar las cosas que se informan al público.
Netanyahu sostuvo que la posibilidad de comunicarse en secreto fue vital para que Israel alcanzase un acuerdo de paz con Egipto en 1979. Si la opinión pública israelí hubiese sabido que el primer ministro Menachem Begin estaba dispuesto a ceder el desierto del Sinaí, capturado en 1967, se habría generado un furor que bien pudo haber frustrado el acuerdo.
"La transparencia es fundamental en nuestra sociedad, y es generalmente esencial. Pero hay algunas áreas, incluida la de la diplomacia, en la que no es esencial´´, expresó.
Los expertos en geopolítica consideran que filtraciones como la de WikiLeaks pueden provocar una falta de confianza entre las capitales del mundo y de ningún modo un avance democrático, al menos en los países occidentales.
"Hay demagogia y la ingenua creencia de pensar que la transparencia radical permitiría superar una etapa democrática", dice el politólogo francés Philippe Braud. En su opinión, "los ciudadanos muy informados han aprendido muy poco de esto. Los otros tienen la impresión de que se les oculta todo y esto puede alimentar un sentimiento contra la democracia", advirtió.
En tiempos de internet y de las redes sociales donde puede verse la vida privada de cada uno haciendo tan sólo clic, "el necesario control democrático no tiene por qué convertirse en un ´Gran Hermano´ electrónico", resume en Liberation el ex ministro francés de Relaciones Exteriores Hubert Vedrine.
La sensación predominante es que las filtraciones pueden hacer peligrar una forma de manejarse en forma gratuita. Y que el arte de la diplomacia -considerada una fuerza positiva que ayuda a evitar guerras y resolver conflictos- ha quedado comprometido.
El diario italiano "La Repubblica" dijo que hay que replantear la conducta diplomática, ya que "siempre puede haber un par de ojos electrónicos observando lo que escribe una persona´´.
Otro ejemplo del secreto para obtener sus fines diplomáticos podría ser el histórico viaje de Richard Nixon a China en 1972, precedido por conversaciones secretas con Pakistán como intermediario. En una ocasión el secretario de Estado Henry Kissinger, durante un viaje a Islamabad, fingió una enfermedad y se hizo una escapada a Beijing.
Más secreto y restrictivo
Lo más común, no obstante, son los informes que los diplomáticos envían a Washington sobre temas políticos, figuras, asuntos económicos e incluso chismes. Para que el sistema funcione los diplomáticos necesitan que sus contactos confíen en su discreción.
"Valiosos contactos que ofrecían conocimientos y contexto ahora podrían sentirse renuentes a hablar confidencialmente con funcionarios estadounidenses por temor a que sus palabras lleguen a la prensa, a rivales políticos o a aliados", expresó Ali Engin Oba, analista turco especializado en cuestiones estratégicas y ex embajador ante el Congo y Sudán. "Hay que revolucionar la forma en que se envían y se archivan los cables diplomáticos. Tiene que haber avances tecnológicos", sostuvo.
La impresión generalizada es que se está ante el fin de los correos electrónicos y las conversaciones telefónicas como principal método de transmitir información.
Stelian Tanase, analista rumano, opina que los diplomáticos aprenderán a hablar en código, "usando metáforas y expresiones con doble significado´´.
Aaron David Miller, ex negociador del Departamento de Estado en el Medio Oriente, cree que el proceso de codificación de datos se hará más complejo. Elliot Abrams, quien sirvió en el Consejo de Seguridad Nacional, pronosticó que los diplomáticos serán más selectivos y enviarán sus informes a menos gente. "Habrá personas que deberían recibir esa información que no la recibirán", opinó.