-Hay un recuerdo en su libro en que Raúl Alfonsín emerge con su coraje en plenitud?
-Ya sé de lo que me va a hablar.
-¿De qué?
-Del asesinato de Mario Amaya.
-Sí.
-Coincido. Ahí Raúl muestra toda la entrega, todo el coraje que tuvo para defender la vida. La historia es conocida. Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen fueron secuestrados el 17 de agosto del 76. Eran militantes de Renovación y Cambio y tenían una larga tradición en defender presos políticos, entre ellos a Agustín Tosco. A Hipólito, incluso, las Tres A le habían puesto una bomba en su auto, atentado del que salió herido. Los militares los secuestran?
-Los secuestran para asesinarlos. Sucede que entre el tránsito entre Rawson y Trelew, donde los secuestran, y el traslado al V Cuerpo en Bahía Blanca surge una fuerte presión internacional. Luego los militares legalizan la detención y los ponen a disposición del PEN.
-Sí ? y Raúl asume la defensa. Como digo en el libro, Raúl es el último que, con independencia de los asesinos, ve con vida a Amaya. Estaba? estaba desfigurado por la tortura?
-Sufría asma, yo lo vi en dependencias de la Federal en Viedma la noche en que se fraguó en una zona rural un tiroteo para que el Ejército apareciera liberándolos. "Los habían secuestrado los Montoneros", dijo esa noche el comisario Forchetti, pero los había tenido en el V Cuerpo. Luego los pusieron a disposición del PEN. Amaya ya estaba muy mal?
-Le habían retirado los medicamentos? Soportó los ahogos y las torturas durante dos meses. Murió el 19 de octubre del 76. Alfonsín fue a buscar el cadáver con otro radical, Liborio Pupilo, dueño de una empresa fúnebre. Armaron un velorio clandestino ya que la dictadura impidió que lo velaran en el Comité Nacional, que seguía abierto aunque intervenido. El propio Alfonsín llevó el cadáver hasta Trelew?
-¡Todo en el 76, tiempo de más muerte que de vida!
-¡Todo en el 76! Sí, sí?