En la década del 60 Quino y otros humoristas, al hablar de nuestras fechas patrias, ironizaban acerca de que todas las acciones importantes habían ocurrido en invierno y aparentemente ningún hecho heroico en verano. Incluso en las escuelas a esta altura del año siempre se ponía más energía en los preparativos de la fiesta de fin de curso que en enseñar los sucesos históricos del país ocurridos a partir de octubre.
Desde este año algo cambiará. Será no laborable el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional.
La decisión, publicada en el Boletín Oficial del pasado 3, lleva el número 1584 y la iniciativa fue elevada por el Poder Ejecutivo el 14 de septiembre a consideración de la Cámara de Diputados de la Nación, que junto con otras fechas elevó de 12 a 15 los feriados nacionales.
El conjunto de medidas propuso desde un principio restablecer como feriados nacionales dos de las cuatro jornadas del Carnaval, derogados como tales por el último gobierno de facto en 1976, e instaurar como nuevo feriado patrio el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, en homenaje a la batalla de Vuelta de Obligado, encabezada por Lucio Mansilla contra las armadas anglo-francesas.
El relato de O´Donell
El historiador Pacho O´Donnell recuerda que en noviembre de 1845, en pleno gobierno de Juan Manuel de Rosas, "se venían los ingleses y los franceses, máximas potencias planetarias, con una poderosa escuadra provista del armamento más moderno: los Peysar, primeros cañones rayados, en las naves inglesas. Las francesas contaban con el novísimo cañón-obús Paixhans, que disparaba balas de ochenta libras. También los cohetes Congreve, que habían demostrado su eficacia en el reciente sojuzgamiento de China".
Desde su campamento de Santos Lugares, Rosas dirigió los preparativos de la milicia y la construcción de las baterías costeras del Paraná en San Pedro y designó a su cuñado Lucio Mansilla a cargo de la operación.
"Ambos sabían que Paraguay los tentaba con el algodón que las industrias británicas necesitaban para sustituir al texano. A las potencias europeas les resultaba más cómodo atacar a las expugnables Provincias Unidas del Plata, también debilitadas por el prolongado embargo que les impidió abastecerse de armamento, que a la poderosa América del Norte", afirma O´Donnell.
Se agotan las municiones
Se instala la principal fortificación en la zona conocida como "Vuelta de Obligado", donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y un pronunciado recodo dificultaba la navegación a vela.
Mansilla hace tender de costa a costa, sobre 24 lanchones, tres gruesas cadenas (a proa, a popa y por el centro de las embarcaciones). En la ribera derecha monta cuatro baterías: "Restaurador", al mando de Álvaro Alsogaray; "Brown", a cargo de Eduardo Brown; "Mansilla", dirigida por Felipe Palacios -las tres colocadas aguas debajo de las cadenas-, y, más allá de las cadenas, "Manuelita", a cargo de Juan Bautista Thorne.
"Crónica Argentina", de Pérez Amuchástegui, dice que "el 20 al amanecer se inicia el combate. Las bajas de los argentinos son múltiples por el heroísmo demostrado en la defensa de la posición: 250 muertos y 200 heridos; 21 cañones de batería caen en poder del enemigo, que inutiliza la mayoría. El agresor, por su parte, tiene 26 muertos y 86 heridos, y las averías causadas en los barcos que obligan a la escuadra a quedarse 40 días en Obligado.
"A las 3 de la tarde los argentinos están casi sin municiones. A las 5 el último disparo. A las 5:50 se produce el desembarco inglés. 350 infantes de Marina de Sullivan llegan a tierra cerca del amarradero de la cadena.
"Los defensores disponen sólo de armas blancas y Mansilla carga con ellos a la bayoneta. Los ingleses son arrollados y corridos hasta sus botes. Después de las 8 los agresores vuelven a los buques dejando centinelas en las ruinas de las baterías sembradas de cadáveres", dice parte del texto de "Crónica Argentina".
La invasión al Río de la Plata, gracias a la heroica defensa de civiles y militares, terminó siendo un desastre económico y político para Francia e Inglaterra.
Los ecos de Obligado repercuten en los diarios de toda América, de tal forma que Chile y Brasil, que hasta ese momento habían sido desfavorables hacia Rosas, se vuelcan a la causa de la Confederación.
Finalmente, Francia e Inglaterra aceptaron su derrota y se retiraron sin imponer condiciones, disparando 21 cañonazos de desagravio y homenaje al pabellón argentino.
Mansilla, héroe de la batalla, después de Caseros se trasladó a Francia, donde frecuentó la corte de Napoleón III. Se casó en segundas nupcias con Agustina Ortiz de Rosas, la hermana menor de don Juan Manuel, y fue padre del general Lucio Victorio Mansilla. Murió en Buenos Aires, víctima de la fiebre amarilla, el 10 de abril de 1871.
Las autoridades nacionales no asistieron a su entierro ni le rindieron honores.
JUAN C. TARIFA