La zamba de los mineros
tiene sólo dos caminos,
morir el sueño del oro
vivir el sueño del vino.
"Zamba de los mineros" (Falú-Dávalos)
La Operación San Lorenzo, nombrada en homenaje al patrono de los mineros, ha conmovido al mundo con los detalles de un trabajo impecable ejecutado en el confín de Sudamérica. El leit motiv del operativo ha sido la preservación de la vida de los mineros, en una cruzada que parece ir de contramano con los acontecimientos con que la prensa oral y escrita nos aturde día a día y que muestran cómo la delincuencia, las guerras y el terrorismo desprecian la vida humana.
Los responsables de la operación apuntaron constantemente al fin que buscaban y no cayeron en la tentación del falso orgullo nacional ni en el engaño de la autosuficiencia y no trepidaron en apelar a la cooperación internacional para salvar a los mineros. De esa forma pudieron aprovechar los avances tecnológicos que fueron puestos a disposición de la tarea y beneficiarse de la experiencia de otros países en rescates similares aunque menos complejos.
En el ámbito nacional la organización supo aprovechar las capacidades de distintas instituciones chilenas. Pero no siempre se convocó a todos los que se consideraban capaces de ayudar. La prensa reflejó algunos detalles de las susceptibilidades heridas, pero esos inconvenientes no perjudicaron la operación. El objetivo superior pudo más que los orgullos sectoriales.
Algunas voces han criticado el sistema de comunicación centralizada establecido para el operativo. Pero esto también es explicable si se piensa que el motivo era proteger la salud mental y física de los mineros y de sus familias. En otras circunstancias la libertad de información es un valor que debe protegerse, pero cuando están en juego la salud y la seguridad de las personas hay valores superiores que custodiar, evitando la circulación de rumores que alentaran falsas ilusiones.
Para satisfacer los requerimientos de la gran cantidad de medios de prensa internacionales reunidos en el Campamento Esperanza se montaron "puntos de prensa", donde los responsables del operativo transmitían las noticias con sobrias palabras, sin despertar expectativas que no estuvieran respaldadas por hechos.
Una consecuencia de esa política fue que los plazos anunciados resultaron siempre mayores que los reales. Hay dos características adicionales de esta operación que son notables. No se apresuró ningún paso antes de garantizar los detalles de seguridad necesarios y no hubo compromisos políticos que apresuraran las decisiones: los detalles se ajustaron para garantizar la seguridad de los involucrados antes que la agenda de los funcionarios, sin atención a su importancia y jerarquía.
El dicho popular afirma que las comparaciones son odiosas, pero dadas las condiciones de este caso, no puedo dejar de trazar algunos paralelos. Desgraciadamente, más que las similitudes se destacan las diferencias con otros salvamentos o con otras situaciones catastróficas ocurridas en países más desarrollados, donde prevalecieron la vanidad o la conveniencia.
Todavía se recuerda el caso del submarino nuclear ruso Kursk, perdido con toda su tripulación en el mar de Barents en agosto del 2000. Una serie de explosiones accidentales abrieron un gran boquete en el casco del navío. El agua invadió el interior y la nave se fue a pique llevando consigo a los tripulantes. Rusia intentó mantener el secreto sobre la tragedia y sólo ante la presión de los familiares solicitó ayuda al extranjero para intentar el rescate de los sobrevivientes, 16 días después del accidente. Equipos llegados de Inglaterra y Noruega no pudieron hacer más nada, ya que todos los tripulantes habían muerto. Los que no murieron en el primer momento, fueron víctimas fatales del orgullo nacional.
Otro caso en que las vidas humanas fueron relegadas a segundo plano frente al orgullo, la política y los negocios es el del transbordador espacial Challenger, que en enero de 1986 explotó segundos después del lanzamiento, provocando la muerte de los tripulantes y de una maestra de escuela que hacía un viaje muy publicitado. Las bajas temperaturas de ese día hicieron perder flexibilidad a los anillos de goma que aseguraban el cierre de los cohetes y la fuga de combustible provocó la tragedia.
Factores políticos y económicos confluyeron para producir ese desastre: la NASA y la empresa contratista querían evitar a toda costa una postergación del vuelo. En ese momento se discutía el presupuesto de la agencia y, para reforzar la solicitud de apoyo, la maestra debía hablar con el presidente en momentos en que éste leía un mensaje al Congreso. La empresa se jugaba la renovación del contrato y sus directivos ocultaron datos sobre el peligro que implicaban las bajas temperaturas. Los pormenores de este trágico proceso fueron usados durante mucho tiempo para entrenar a directivos de grandes proyectos sobre cómo evitar errores en emprendimientos complejos.
Concluida exitosamente la Operación San Lorenzo, Chile puede ahora mostrar su orgullo. Y quizás alguien describa los detalles del proceso para que futuros responsables de salvamentos, en los que estén en juego vidas humanas, aprendan de este éxito.
ARTURO LOPEZ DAVALOS
arturolopezdavalos@gmail.com
(*) Físico, profesor de la UNRN