El presidente chileno, Sebastián Piñera, terminó de asentar un nuevo futuro para su gobierno, con el inédito y mediático rescate de los 33 mineros atrapados en la Mina San José que prácticamente paralizó su país.
El mandatario, que subió con fuerza su alicaída popularidad tras hallarse con vida a los trabajadores el 22 de agosto, bendijo a los rescatistas, recibió uno a uno a los mineros y abrazó a sus esposas e hijos, muchos de ellos sollozantes.
Piñera, un empresario de derecha que en su vida ha tenido decisiones políticas cercanas también a posturas de centro e izquierda, aprovechó la hazaña para llamar a la unidad nacional.
"Es un rescate que enorgullece a Chile (?) ojalá sigamos trabajando así", dijo el mandatario en el yacimiento, donde tanto la cápsula que sacaba a los mineros como las casacas de las autoridades llevaban emblemas y colores patrios.
La oposición de centroizquierda, sin margen de crítica en estos momentos, permanece además noqueada tras dejar en marzo el poder que detentó por 20 años, como asumen sus propios dirigentes.
Incluso, y contrariamente a lo que creían inicialmente, varios de sus líderes estiman que la derecha repetirá su triunfo en las presidenciales del 2013, un doblete inédito en casi un siglo en Chile.
El rescate y la desbordante popularidad del ministro de Minería, Laurence Golborne, que bordea el 90% en encuestas, parecen asentar ese probable triunfo para el 2013, año en que la popular ex presidenta Michelle Bachelet deseaba volver.
Pero la consolidación del gobierno de Piñera, que encaró fuertes críticas desde el oficialismo y la oposición durante su instalación, obedece a más que un rescate inédito en la historia minera.
No sólo la imagen
Piñera, un negociador acostumbrado a poner a sus adversarios en posiciones incómodas, logró también impulsar con fuerza la economía y redujo el desempleo a su menor nivel en dos años, pese a encarar la reconstrucción del país por el terremoto de febrero.
Sin embargo, lo más complejo para la oposición es que tomó algunas de sus banderas históricas, como sucedió durante la huelga de hambre de 34 comuneros mapuches sometidos a juicios dobles por la Justicia civil y militar.
El mandatario, en un hecho que nadie previó, criticó a la socialista Bachelet por promover esos juicios y logró eliminar en el Congreso esas normas, criticadas por Naciones Unidas. Así, provisto de una epopeya y dispuesto a cruzar los límites tradicionales de la política chilena, Piñera parece marcar no sólo un ascenso para su gobierno sino un largo período de dominio de la derecha en Chile.
MAURICIO WEIBEL
DPA