En las elecciones de octubre del 2007 el kirchnerismo todavía disponía de las rentas heredadas por la implantación del nuevo modelo económico diseñado por el tándem Duhalde-Lavagna.
El partner femenino del matrimonio presidencial, con la promesa de mejorar la calidad institucional -una asignatura que reconocía pendiente-, todavía consiguió recolectar un importante caudal de votos en los caladeros de las clases medias. Pero desde que Néstor Kirchner se hizo cargo del Ministerio de Economía y la calidad institucional se evaporó por los aires como consecuencia de la inclinación hacia una visión bélica de la política, la etapa de seducción de las clases medias acabó definitivamente. La "opción por los morochos" es simpática pero no apta para alcanzar el 40% de los votos imprescindible para garantizar la continuidad del proyecto.
Por consiguiente, en el escenario poselectoral del 2011 asistiremos a la desaparición del Frente para la Victoria, que no podrá sobrevivir a una derrota electoral. Como su nombre lo indica, un partido creado para "ganar" -es decir para obtener su máxima potencia de la protección de los presupuestos del Estado- sin apoyo estatal se diluirá como un terrón de azúcar en un pocillo de café. La suerte del kirchnerismo será similar a la del menemismo: un líder devaluado gambeteando a los tribunales de justicia.
En cuanto a la oposición, la queja sobre su dispersión es injusta. Como señala Gianfranco Pasquino, la concentración depende del sistema de partidos. La oposición está concentrada en el sistema bipartidista y dispersa en los multipartidistas y su fuerza depende de la cohesión interna de los propios partidos. Nuestro sistema presidencialista ha infligido un enorme daño a los partidos políticos, cooptando a sus dirigentes y jugando con los presupuestos estatales para provocar la deslealtad de los gobernadores. No obstante, el conjunto de partidos de la oposición parece coincidir en la necesidad de recuperar un clima de sosiego y acabar con los males del "hiperpresidencialismo". Son buenas noticias. Todo apunta a que en el 2011 nos alejaremos de Venezuela para acercarnos a nuestros vecinos brasileños, chilenos y uruguayos, que han elegido el rigor de enfrentar los verdaderos problemas y eludir la lucha perpetua contra los evanescentes molinos de viento que alienta nuestra tradicional cultura populista.
ALEARDO F. LARIA
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(*) Periodista y analista político