Sin recomponer con solidez su sistema político rasguñado severamente en el 2001, la Argentina marcha hacia las elecciones presidenciales del 2011, la séptima desde aquel momento de 1983 en que arrancó la transición.
Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde aquel 1983. Desde aquel 10 de diciembre de ese año en que Raúl Alfonsín asumió la presidencia tras la noche larga y cruel de la dictadura; mucha agua agitada, cursos intensos, furiosos por momento, signan la política y la lucha por el poder en este país. Una dialéctica que en todo caso no puede sorprender porque la Argentina es, desde sus días de mayo de 1810, un espacio marcado a fuego por la politización. No parece aventurado afirmar que es la Nación más politizada de Latinoamérica.
Una condición, un perfil, que al decir acertado de Natalio Botana nace cuando "siendo un esbozo de algo que no se sabía qué sería, ya comenzamos a desangrarnos en guerras civiles durante más de medio siglo, una larga lucha en que optó por el medio, por la distancia, por el matiz. Todos fueron protagonistas en éste o aquel lado de la contienda".
-Este país está politizado... no está en los partidos, no milita en la orgánica de ellos, pero está metido de lleno en la política... de una u otra forma opina, hay "voz" política, hay ganas de hacerse sentir y se hace sentir. No creo en la tan mentada despolitización, creo que lo que está en cuestión es el orden desde el cual se hizo siempre política: las estructuras partidarias, pero eso no significa que no se participe; se participa con el voto, en el momento justo de hacerse sentir: el momento de las urnas. No hay despolitización... que no nos corran con eso -señaló Félix Luna a este diario en días en que su salud se desvanecía.
Reflexión acertada la de ese hombre que tanto hizo por hacer del estudio de la historia, de su lectura, una seducción.
Porque es posible que la tasa de participación en elecciones presidenciales -en el 2011- siga descendiendo, una tendencia que reconoce historia, joven historia. Proceso que también es propio, aunque más acentuado en materia de porcentajes, de comicios para renovación del Parlamento nacional.
Y en un país bajo un sistema electoral de voto obligatorio, algo que no tardará en estar en juego, aquellos descensos alientan preocupaciones.
Pero no es menos cierto que a medida que se acercan las urnas éstas están en la cotidianidad de los argentinos. "Están en ese pequeño metro cuadrado desde el que se habla, se duda, se cree en algo que es política pura", suele señalar Pacho O´Donnell.
O sea, no se fueron todos y además la política -o los términos en que se hace política en este país- sobrevivió a aquellos días y noches de furia que desencajó la patética Alianza liderada por Fernando de la Rúa.
Hoy "Debates" ofrece una exploración sobre lo sucedido en la última elección presidencial y -a modo de potencial comparación- lo que puede suceder en la del 2011.
La reflexión está a cargo de conocidos analistas de la realidad nacional. Cada uno aporta, sin ser ajeno a dudas y lejos de certidumbres taxativas, reflexiones abiertas a la opinión pero sin duda de singular valor para razonar sobre lo que sucedió en octubre del 2007 y cuánto puede o no influir en el 2011.
Cuatro años en que quizá desde lo político el rasgo más elocuente haya sido lo arañado que está el poder del kirchnerismo. Lastimaduras que sin embargo no lo arredran y que lejos están de, al menos por ahora, limarle la inmensa capacidad para la iniciativa que lo marca con sellos muy propios desde el 2003.
Cuatro años, además, en los que se ha ratificado la vigencia de una realidad: lo costoso que es para la oposición convertirse en alternativa de poder.
Todo en un país donde la fragmentación social cala hasta niveles que bordean la deshumanización de millones de seres y donde los descontentos generan humores de impredecible conducta electoral.
CARLOS TORRENGO
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